lunes, 31 de octubre de 2016

Hablemos de toros

Les esperamos y no puedo más que estar muy agradecido por habernos llevado hasta aquí.



Ahora en estas fechas se cumple el primer año inmerso en un programa de radio, Tendido de Sol, y hace unos cuantos más, por la misma época, ocho años atrás, en el 2008, me arrancaba en este Toros Grada Seis. Será que los meses de octubre ejercen un poderoso influjo sobre servidor. ¿Y cuál era y es el fin de todo esto? Pues está muy claro, hablar de toros, compartir esta pasión, este amor heredado y enseñado por nuestros mayores, ese tesoro que ellos recogieron, que cuidaron y engrandecieron y nos dejaron para que nosotros intentáramos hacer lo propio. Después han venido multitud de amigos, infinidad de satisfacciones y momentos felices, aunque el premio más grande es haber podido seguir hablando de toros durante todo este tiempo. Solo hay una cosa mejor que poder hablar de toros y esa es poder ver toros, poder ir a la plaza todos los domingos, los tan taurinos meses de mayo de Madrid, las ferias de Otoño y las fiestas de guardar, porque cómo le digo a los que no saben que hay toros de marzo a octubre, todos los días que hay que ir a misa, se puede ir a los toros.

Siempre he vivido esta afición de forma muy personal, con los míos, con los más cercanos de la plaza y poco más, pero fue lanzarme a esto de escribir y más tarde hablar por un micrófono y empezar a sentir a tantos y tantos que se me ponían a empujarme detrás, a llevarme en volandas para querer seguir hablando de toros. Podría deshacerme en agradecimientos a todos los que me han leído y escuchado, a los que han tenido la generosidad de dejarme sus opiniones, a los que me han llevado la contraria, a los que me han descubierto lo que yo solo no habría visto, a los que me han obligado a querer saber más y más, pero ya les digo que es una empresa inútil, pues nunca conseguiría agradecer lo suficiente y devolver una mínima parte de lo que yo he recibido. Imaginen lo que han sido ustedes que son los que me han conducido hasta aquí desde aquel 2008. Y sabiendo de su generosidad, aún hoy no dejo de recibir sorpresa tras sorpresa y muestras de cariño y respeto que me guardo solo para mí. Perdonen mi egoísmo, pero es que esto solo se vive una vez y no se puede dejar escapar.

Ya saben ustedes que nunca he pretendido tener razón, ni pensar que mi verdad es la verdad absoluta, ni mucho menos; seguro que si ustedes empezaran a enumerar mis errores llenarían páginas y páginas, porque no sé si de lo que sé se podría llenar un libro, pero les aseguro que de lo que no sé, cabrían enciclopedias enteras. Eso sí les aseguro que cada línea, cada palabra están escritas y ahora dichas por el micrófono, con plena sinceridad, tal y como lo siento. ¿Equivocado? Muchas veces, pero el decir las cosas con convencimiento me permite dos cosas, primero poder defenderlas con pasión y sin reservas y en segundo lugar, el poder convencerme de mi error y rectificar. Cuántas veces me hizo rectificar mi maestro, el que me enseñó a entender el por qué de esto de los toros, el sentido de todo esto. ¡Ay! Nunca se lo pude decir, aunque seguro que él sabía lo que era para mí. Cosas de la vida, que por no decir lo que sentimos cuándo se debe, luego nos la pasamos repitiéndoselo a los demás hasta cansarles; perdónenme por ello si les he resultado pesado.

Ahora solo pido una cosa muy simple y que deseo compartir con ustedes, algo tan sencillo como poder seguir hablando de toros mucho tiempo, que podamos seguir discutiendo de picos, patas retrasadas, naturales largos o profundos, toros encastados o aborregados, figuritas o figurones, aprovechados, descarados, mangantes, chuflas, rechuflas y otros mil temas más, porque cómo un día aparezca el toreo de verdad y el toro bravo y encastado, entonces ese día no tendremos palabras, tanto hablar de toros y cuándo surja el milagro, este nos dejará mudos. Qué cosas y es que así es esta bendita pasión, este amor que nos da la vida y nos corta la respiración, nos mueve y nos paraliza: los toros. Salgamos de las plazas indignados, emocionados, ofuscados, mudos, incluso jurando que nunca más volveremos, pero sigamos yendo a los toros. Ya sé que muchos de ustedes afirman eso de que no teníamos que ir ninguno a las plazas, pero por favor, eso no, pídanme lo que quieran, ordénenme lo primero que se les pase por la cabeza, pero no pidan que no vaya a los toros, no pidan que deje de vivir este amor apasionado, esta entrega incondicional al toro y ya puestos, ya que seguimos y seguiremos viviendo esta locura, al menos, hablemos de toros.


Enlace programa Tendido de Sol del 30 de octubre de 2016:

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lunes, 24 de octubre de 2016

Y a partir de ahora, ¿qué?

Sería un logro la vuelta de los toros a Cataluña y más aún si no fuera solo en Barcelona y con José Tomás en días contados 


Ya se ha confirmado la nulidad declarada por el Constitucional de aquella sonora prohibición de las corridas de toros por parte del Parlament de Cataluña. En teoría ya podremos ver una de Garcigrande con Juli, Morante y Manzanares, para satisfacer al buen aficionado. Felicitémonos por tan ilusionante noticia. Aún recuerdo aquellas manifestaciones llenas de dolor e indignación, era como si a la temporada española le hubieran cortado un brazo y una pierna y a partir de entonces ya todo sería vivir en un mundo precario sin los toros en Cataluña. Que no quiero yo decir con esto que me agradara aquella incoherente e interesada decisión que aprobaron por mayoría los representantes del pueblo catalán, ni mucho menos, pero... Y aquí viene el pero; todo era consecuencia de un abandono por parte de los taurinos de la fiesta, primero en toda Cataluña y por último en Barcelona y luego los valentones políticos de entonces se lanzaron a apuntarse el tanto de acabar con la ya más que finiquitada fiesta en aquellas tierras. Sirva el ejemplo del puntillero que da el golpe final a la res y nos quiere convencer de su valor, torería y valor lidiador, haciendo de menos al maestro y a las cuadrillas.  Los cacheteros del Parlament solo despenaron al toro de la fiesta que los mismos taurinos habían antes lidiado y estoqueado con un bajonazo infame, desde tiempo atrás.

Pues bien, ahora se supone que todo eso ya quedó atrás. La cosa no está fácil, por supuesto, pues ya empiezan a cacarear las lenguas de palabrería incontenible que no van a permitir la vuelta de los toros a Cataluña, que si hace falta repetirán la suerte de la desobediencia, porque ellos lo valen. Que no es por dar ideas, pero, ¿se imaginan que los vecinos de Barcelona decidieran no pagar el impuesto de circulación, ni el aparcamiento regulado, ni por supuesto las multas que se les impusieran por incumplir tales obligaciones? Igual la señora alcaldesa no solo les perdonaba, sino que igual hasta les pondría una calle: calle de los “Con un par”. Estaría curioso, pero volvamos a lo del toreo, que bastante tenemos con lo nuestro. Pues bien, ¿y si una empresa decidiera montar veinte festejos ejerciendo su libertad de negocio? Se le alquila la Monumental al señor Balaña y a partir de ahí, toros los domingos. Si la asistencia no fuera más allá de cuatro paisanos y cuarenta guiris, igual no se llegaba ni al paseíllo, pero ¿y si primero hubiera diez mil aficionados, luego doce mil, así en progresión hasta alcanzar unos niveles de asistencia respetables? Igual alguno cambiaba de actitud, no fuera a ser que hubiera más aficionado de lo imaginable y que convirtieran aquel conflicto en un espolón en el talón para las autoridades catalanas. No me perdería ese espectáculo por nada del mundo.

Ahora bien, ¿ustedes creen que habrá quién corra para montar media docena de espectáculos en Barcelona o dónde quiera que fuera? Y que a su vez respondiera la afición. ¡Uff! Mucho imaginar. Y que conste que no dudo que fuera toda la afición catalana; otra cosa es el volumen de tal afición, a la que por otro lado abandonaron en su momento los poderes del taurinismo, todo sea dicho de paso. Que no dudo que se monte un gran festejo, quizá con José Tomás y los acompañantes que quiera poner cada uno. José Tomás y un torero catalán, el torero del pueblo de cada uno, el que más simpático les pueda parecer, el más fotogénico, el de más tirón entre la juventud, el más arrollador entre las jovencitas, mister fotogenia 2015, el del pico de oro, el que quieran, pero, ¿y luego? Que se agotarían las entradas, sin duda, pero aún así, ¿hay futuro para los toros en Cataluña? ¿Existe una afición lo suficientemente nutrida en esta Comunidad Autónoma como para alimentar la fiesta y garantizar su continuidad? Ojalá me equivoque, firmaría ahora mismo esto como un error, pero quizá no sea demasiado descabellado pensar que no. Tarde o temprano volverían los cacheteros de los políticos para apuntillar a una fiesta moribunda en este rincón de España. Tengo la sensación de que seguiría en el abandono en que se encontraba hace años y que ninguno de los que tendrían capacidad para intentar salvarla moverían un dedo por ella.

Llámenme pesimista, pero uno ya tiene quizá demasiado asumido eso de que no haya toros en Cataluña, o quizá debería decir en Barcelona, igual que empiezo a asumir algo parecido en otras comunidades españolas, pero lo que no sé cómo soportaría de nuevo pasar por el trance de “la última corrida”, “el último paseíllo”, “el último toro”, ese paseíllo de los toreros a hombros por las calles de Barcelona por última vez, llevados por esas gentes a las que les robaron algo muy importante en sus vidas, algo que les identificaba con su tierra, con su cultura, con esa pasión que les daba la vida, con ese poder adorar al toro en su casa, sin tener que viajar a otros lugares como apestados. Vale, ya ha quedado anulada la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, pero, y a partir de ahora, ¿qué?


Enlace programa Tendido de Sol del 23 de octubre de 2016:

lunes, 17 de octubre de 2016

Ya no nos quieren, Manolito

A alguno le ha saltado todo por los aires y no precisamente por asomarse al balcón


¿Se imaginan a Napoleón Bonaparte recogiendo sus carpetas, sus uniformes, sus condecoraciones, sus pantuflas y su bata de paño para dirigirse a Santa Elena? ¿O a esos reyes que de la noche a la mañana casi solo pudieron coger el cepillo de dientes camino del exilio, mientras los revolucionarios de turno proclamaban repúblicas y abatían monarquías?  ¿Y a ese entrenador que con el equipo último de la tabla, se ve obligado a marchar y no le dejan llevarse ni el chándal, ni las chanclas para la ducha, porque llevan el escudo del equipo? Dramas incomparables con lo vivido por un padre, un hijo y un señor con gafas, que de golpe entendieron el significado de la “toma de la Bastilla”.Han sido instantes dramáticos, trágicos, diría yo, los que han protagonizado Choperita papá y Choperita hijo, escoltando al jefe Matilla. Si estaba todo hecho, todo atado y bien atado y ¡zas! Hocicazo contra el terrazo made in Porcelanosa de las Ventas.  Se quiso ser discreto, pero siempre existe una rendija por la que alguien ve lo que se supone que nadie debería ver. Yo conocí al que sabía de la existencia de una y que me contó con pelos y señales lo que vio a su través. ¡Estremecedor!

El jefe:             Niño, date prisa, que todavía nos pilla el francés a mitad de mudanza.

El Niño:           Papa, ¿va a venir el tío Simón? ¿No le esperamos?

Il consigliere:   Este niño es...

El jefe:            Antonio, déjalo ahí, que él no tiene la culpa

Il consigliere:  No, si culpa no tiene, pero es que...

El jefe:            He dicho que lo dejes

El Niño:          ¿Y por qué él lo puede dejar y yo no? Papa

El jefe:            A ti te he dicho que deprisa y no rechistes.

El Niño:          ¡Jo! No entiendo nada, Yo a correr y el tío Antonio a dejarlo y encima no esperamos al tío Simón, que seguro que me trae alguna sorpresa

Il consigliere:   De eso no me cabe la menor duda, una sorpresa y grande es la que nos ha dado el muy h...

El Niño:          ¿Síii? Yo quiero ver la sorpresa, ¿Qué es? ¿Qué es?

El jefe:            ¡Niño!

EL Niño:         Vale, vale, ya me doy prisa, solo quería saber cuál era la sorpresa. ¿Es de comer? ¿Es de ponerse? ¿Es de...

El jefe:            ¡Es de leches...

Il consigliere:   ¡Calma! ¡Calma! Se supone que el niño no tiene culpa.

El jefe:            Sigamos y punto, cada uno a lo suyo


Se hizo el silencio en la estancia, pero no duró mucho tiempo, más bien no duró ni dos suspiros y un cuarto.

El Niño:          Papa

El jefe:            ¿Qué quieres ahora?

El Niño:          ¿Qué hago con la invitación a mi cumple del tío Simón?

Il consigliere:  ¡Hombre! Si hasta iba a ir al cumple del...

El jefe:            La tiras, la rompes, te la comes, haz lo que te salga de los...

El Niño:          Vale, vale, ya me callo.

De nuevo el silencio más que efímero

El Niño:          ¿Entonces...

El jefe:            Entonces, ¿qué?

El Niño:          Que si no le invito a mi cumple, igual se enfada y yo no quiero que se enfade conmigo el tío Simón.

El jefe:            El tío Simón ya no es tu tío, ¿te enteras?

El Niño:          ¿Se ha divorciado? ¿Nos hemos divorciado nosotros?

Il consigliere:  De alguna manera sí, el tío Simón se ha portado mal y ya no somos amigos, porque el tío Simón nos ha dado bien por...

El jefe:            Aquí no se ha divorciado nadie, ya no es tío de nadie y se acabó

El Niño:          ¿Y se puede dejar de ser tío? Tío Antonio, tú no vas a dejar de ser tío, ¿verdad?

Il consigliere:  No, claro que no, ¿cómo iba a dejar yo de ser tío?

El jefe:            ¿Podemos dejar los parentescos y acabar de recoger todo? Veo que todavía nos pilla con todo manga por hombro.

EL Niño:         Entonces, si ya no es tío, ¿ya no va a volver a venir a sentarse con nosotros?

Il consigliere:  Somos nosotros los que ya no nos vamos a venir a sentar más, nos vamos, nos han echado, el tío Simón nos la ha jugado y nos ha echado.

El Niño:          ¿Adónde nos ha echado?

Il consigliere:  A la rúe

El Jefe:            A la p...

Il consigliere:   A la calle, niño, a la calle, ya no quiere ser nuestro amigo, ahora es amigo de un señor que tiene barcos y aviones.

El Niño:           Bueno, pues si no quiere ser nuestro amigo, da igual, porque nosotros somos amigos del señor del sombrero, ese que habla raro y que tiene de todo, de todo, más que el amigo del tío Simón, el de los barcos y aviones... y seguro que también autobuses...y coches... y trenes... y...

El jefe:            ¿Quieres darte prisa?

Il consigliere:  Te juro que no sé si voy a poder aguantar mucho más, o le callas tú o me tiro a los cabestros

El Niño:          No puedes, jajajaja, no puedes, se los ha llevado Florito a su casita de invierno, para que estén calen...

EL jefe:           ¡Basta!

El Niño:          Vale, vale, ya me callo.

Il consigliere:  Gracias

El Niño:          Entonces, ¿ya no vendremos en San Isidro?

El jefe:            ¡No!

El Niño:          ¿Y si el tío Simón, perdón, el que era el tío Simón nos regala unos abonos?

Il consigliere:   No los toques, que pueden estar envenenados con cicuta

El Niño:          ¿Envenenados? ¡Qué malo! Pero sí que podremos ver la feria por la tele, porque seguro que el tío Manolo nos deja que enchufemos la tele al camión de la tele que ponen ahí fuera

El jefe:            El tío Manolo tampoco es tío, el tío Manolo es amigo del tío Simón

A lo lejos se oía un rumor, una voz entre alegre, indescifrable y escupiendo palabrejas indescifrables, que provocaron una fúnebre palidez en los presentes, excepto en el Niño, que no pudo evitar la sorpresa.

Simón:             Bonjour, hola, hola, hola, vengo a ofgesegos bgindag conmigo con shampán, pog el futugo y pog nuesstga etegna amistad, pogque pog ensima de todo está la amistaz y la familia; ven aquí, Manolito, con el tío Simón

El Niño:          ¿Pero no era que el tío Simón ya no es tío?

Il consigliere:   Anda que no tiene tíos el pájaro.

El jefe:            Sí, muchos tíos, pero solo un padre y ese soy yo... para mi suerte y tú desaparece

El Niño:           Pero... ahora tengo menos tíos que hace un rato y encima tengo que recoger para irnos de aquí y encima no me van a dejar entrar en San Isidro y encima...

El jefe:             Sí, Manolito, sí, encima, encima, encima y otro encima, porque, ¿sabes una cosa? Que nos han dado la patada el tío Simón, el del sombrero, el tío Antonio a no mucho tardar y hasta los azulejos de las Ventas, porque aquí ya no nos quieren, Manolito.


Enlace programa Tendido de Sol del 16 de octubre de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-16-octubre-de-audios-mp3_rf_13342950_1.html

martes, 11 de octubre de 2016

La ilusión de un niño

La visión de un niño de lo que era para él el toreo, los nombres que le sonaban sin saber a quién se referían, pero bastaba si eran de un torero, de un ser superior que se enfrentaba al toro todas las tardes.


¿Hay algo más conmovedor y que nos haga ver el futuro, el mundo, con mayor esperanza que la ilusión de un niño? Un niño ilusionado genera una corriente de felicidad comparable con pocas cosas en la vida. Luego se van haciendo mayores y a los padres les gustaría que el fuego de aquella ilusión se mantuviera vivo y con arrogantes llamaradas. Quizá en muchos casos seamos los adultos los que sin darnos cuenta vamos echando paladas de arena en esa llama que se va apagando. De niño quería ser médico, bombero, periodista, enfermera, modelo, trompetista, torero... ¿torero? ¿Ha habido y hay niños cuya ilusión era ser torero? Pues sí, y podrá haber otras muchas igual de fuertes, pero no mayores. Quizá lo que distingue a ese “querer ser torero” es el pundonor, el afán de superación y que los traspiés no solo no hacen retroceder al aspirante, sino que alimentan más esas ganas, esa afición, esa ilusión.

Ser torero supone asumir un camino de sufrimiento, pero que merece la pena por las satisfacciones tan grandes que se reciben y que perdurarán para siempre, esas alegrías, esos momentos, que harán volver a la infancia, a la adolescencia, a la juventud, a señores ya entrados en años. Esa ilusión que transmitirá en los niños que le sigan, los niños que vayan llegando a la familia y que le harán revivir tantas y tantas experiencias que les dio el toro y que no le abandonarán jamás. Esa ilusión que pasa de mayores a niños con un gesto sencillo y limpio, basta con tomar de la mano al crío para que, apoyado por la palabra, vaya fluyendo ese sentimiento que el toreo atesora, edificado sobre una idea: la verdad. Díganme ustedes un espectáculo que sea lo mismo para adultos que para niños y al que se pueda llevar a los pequeños tranquilamente de la mano, sin temor a que ningún energúmeno aparezca por allí para estropearnos el día, un lugar en el que se vivan las pasiones más extremas y donde oiga un mal insulto, un sitio en el que se aprenda de la vida y la muerte, del respeto y la exigencia, del querer y el poder, del hombre y el animal y en el que el animal sea el rey, el centro de todo, el tótem al que se adora, pero en el que ni por un segundo se cuestiona la humanidad y la dignidad del hombre. Amor al toro, pero sin olvidarnos de la persona; exigiendo el respeto a aquel, sin olvidar, ni desear que la cornada está siempre ahí. Quizá parezca difícil de entender lo que puede parecer una contradicción permanente, pero ya les digo que no lo es tanto, basta con ser aficionado para entenderse a la perfección. Eso sí, no lo se lo intenten explicar a quién no lo quiera entender, nunca lo comprenderá.

Qué cosas tiene esto del toro y el toreo; es tanta la pasión que despierta y arrastra, que como contaba un día aquí mismo, hasta se podría afirmar que tiene efectos terapéuticos. No se trata de una dosis cada ocho horas, ni unas gotitas después de las comidas, basta con vivirlo y sentirlos. Es esa ilusión de la que hablaba hace un momento la que provoca ese efecto beneficioso para la salud. ¿Exageración? Pues no les diré ni que sí, ni que no, simplemente les contaré cómo a personas a las que se les estaba haciendo demasiado larga la vida, le tomó el toreo de la mano y le fue conduciendo y a suaves empujoncitos le fue echando para adelante, le fue descubriendo que la vida era bella, muy corta, siempre muy corta, y que había que aprovecharla, había que intentar abarcar ese imposible que es el toro, que tira, tira y tira. Ha habido a quien el dolor hacía insoportable cada minuto del día, pero que encontraba alivio en revivir y volver a ver aquella faena de aquella tarde inolvidable, aquellas faenas del campo que tantas veces vivió en cuerpo y alma, como el mejor de los efectos paliativos, dándole fuerzas para intentar llegar al siguiente San Isidro y poder volver a la plaza de toda la vida. Y también hay niños que están viviendo lo que por edad no les corresponde, un sufrimiento que les llega sin avisar, ese mal traicionero que les trasforma, les vuelve calvitos de golpe, les aparta del recreo por largas temporadas, tienen que pasar por terapias que los mayores superan a duras penas y a pesar de todo viven una bella y maravillosa ilusión: ser torero. ¿Quién se atreve, quién puede ser tan perverso para negarle este asidero que le ata a la vida? ¿Quién le puede hacer culpable de nada por algo tan sincero como la ilusión del toro? Pues parece ser que sí, allá ellos, allá con sus penas y con la condena que supone vivir con un alma envenenada, con una existencia inundada por el odio, la sin razón y la ignorancia, pero a los que sí sabemos de las contradicciones, hermosas contradicciones del toro, déjennos vivir y emocionarnos con la ilusión de un niño.

Adrián, venga, chaval


Enlace programa Tendido de Sol del 9 de octubre de 2016:


lunes, 3 de octubre de 2016

Lo que lucían en la finca

No por ser cárdenos tienen que comportarse como aquellos albaserradas de otros días


Qué bonitos tenían que estar los adolfos en la finca allá en Cáceres, con esas arboladuras de bergantín arrogante, con esas capas cárdenas, aunque quizá el que más podía recordar lo de Albaserrada era el que no era cárdeno precisamente. Seguro que muchos de los que han disfrutado con la última de Otoño los recordaban entre las encinas y se han emocionado al verlos sobre el ruedo de Madrid. ¡Qué láminas! ¡Qué estampas! Pero luego los veías por el ruedo y ya te tenían que decir que eran de Adolfo Martín, porque si no, igual no caías en el origen. Bueno sí, bastaba escuchar el entusiasmo del respetable y ver poner caras al Cid, como si estuviera protagonizando las mismas hazañas que su tocayo de Vivar.

No se podrá quejar el ganadero del público de Madrid, que a pesar de lo que ha salido, nadie le ha espetado aquello de ¡qué asco de ganadería! Que la cosa no era para tanto, pero ¡hombre! si aplicamos el mismo rasero para todos... O igual es que estaban aún estupefactos con la presencia de los adolfos ¡Qué láminas! ¡Qué estampas! En el primero sí que tuvo que tragarse el bueno de Rafaelillo aquello de “se va sin torear”. Anda que empezábamos bien con lo de la exigencia. Tres veces que fue el toro al caballo; para grabarlo en la piedra de Madrid, un toro recibe tres puyazos. No fue una pelea espectacular, ni memorable, yendo al peto solo una vez bien colocado en suerte, para que viéramos que tardeaba, se aproximó unos pasitos y entonces sí que se arrancó, cumpliendo con fijeza en el primer tercio. Tras dar la impresión de quedarse en banderillas, el murciano le trasteó por abajo, intentando alargarle el viaje, con el piquito de la muleta y hasta tirando de la embestida. Hasta se le vio algún derechazo aislado con temple, ¡qué cosas! Luego se empezó a atacar, a esconder la pierna con menos disimulo, probó por el izquierdo, pero por allí el animal se quedaba más, que si de frente, que si a ver si se puede, pero ya se había acabado el toro.

Al cuarto le faroleó de rodillas, pero en seguida se dio la vuelta cediendo terreno hasta los medios. Penoso tercio de varas, con todo quisque fuera de sitio, toreros, toro, caballos y el trompeta de la banda. Salió cortando mucho el viaje por el pitón derecho y por el izquierdo se quedaba a medio camino, consintiendo cada vez menos muletazos por tanda, para acabar echándose encima en cada serie. Por el derecho casi peor, solo quedaba convencerse de que allí no había ya nada y que no quedaba otra cosa que finiquitar y a otra cosa. Como aquí se percibió el peligro, entonces sí que se hizo salir a saludar al murciano. No se qué camino tomamos si se valora solo si hay peligro o no, olvidándonos si hay condiciones y conocimientos para vencer dicho peligro.

Aunque no se lo crean, todavía quedan aficionados con fe, inquebrantable, que aún creen en el renacer de El Cid. Les vale el más mínimo asomo para vislumbrar el regreso de aquellas tardes de gloria y buen toreo. Lástima que la realidad sea tan tozuda y que se empeñe una y otra vez en demostrar que no hay tal resurgir. A su primero no se puede decir que se le picara, sería mucho decir para dos leves picotazos. Ya en la faena de muleta se jalearon muletazos aburridos y sin convencimiento tirando del pico de la muleta, más dando aire al animal, que conduciendo la embestida. Peor por el izquierdo, incluso alborotado por momentos, con un trapaceo insulso del que el de Adolfo salía con la cara a media altura, como un mulo pasando por los tornos del Metro.

El quinto, cornalón, quizá exagerado, se lo quitó de encima en el saludo de capote. Hasta ponerlo al caballo le costaba al matador, cosa que por otro lado deberían hacer los peones y que lo saque el maestro. El toro se limitó a dejarse en el caballo, sin oponer casi resistencia. Trallazos con la muleta, largando tela para mandar al animal allá dónde cayera; vulgar, tramposillo y más dando aire que toreando, muy al hilo del pitón y cuando ya no quedaban más recursos, el arrimón sin sentido, pero consentido por esas voces extemporáneas que arrancan a aplaudir como si estuvieran delante de Machaquito y el Bomba con los Miuras. Y no, esta vez tampoco volvió El Cid.


Si alguien afirma con convencimiento de que morenito de Aranda estaba anunciado, pero no compareció, igual hasta le doy la razón. O lo mismo si compareció, pero no estuvo. Echemos también la culpa a los toros, que algo tuvieron que ver, pero una cosa es no poder y la otra la disposición. A su primero no le pudo picar, a riesgo de que se derrumbara allí mismo. Lo cuidó para no hacer un estropicio en el presupuesto de toros a la empresa y lo pagó. Muletazos con la derecha en los que el animalito iba y venía sin más, para acabar rodando por el suelo cuándo se echó la pañosa a la zocata. El sexto salió buscando la salida desde el primer instante. Bien recogido por abajo por el espada, se le dieron dos puyazos con ganas, de los que salió como un mulo, un primo del que pasaba por los tornos del Metro. Pases y más pases sin un gramo de garbo, ni de torería, teniendo que trajinar además con esas ganas de irse a su casa. Hay que ver que panda de bueyes ha echado el señor Martín para cerrar la feria de Otoño de Madrid, con lo que lucían en la finca.

Enlace al programa Tendido de Sol del 2 de octubre de 2016:

sábado, 1 de octubre de 2016

No me vengan con milongas tramposas

A veces no cabe si no el mando y el dominio de las embestidas, que luego se te suben a las barbas y te afeitan el bigote


Siempre me ha chocado ese descaro de muchos de echar la culpa de todos los males a los toros, toros que no hablan y que cuándo lo hacen, no todos están dispuestos a escucharlos, aunque se tenga la seguridad de que ellos no mienten, pero los toreros y taurinos interesados, sí, y además con el desahogo del que está acostumbrado a ello. Siento si algún partidario de dos supuestos toreros artistas, los últimos vestigios de esta especie, sobre todo Curro Díaz, se pueden sentir ofendidos, pero si salen toros de lidia, con las complicaciones naturales de estos, y no se sabe por dónde meterles mano, igual hay que pararse a pensar un ratito... largo.

Sería paradójico que lleváramos años aguantando al Puerto de San Lorenzo con corridas infumables arrastrándose por la arena y que sea su motivo de destierro una que no han sabido entender los del mano a mano, una corrida que no ha sido ni la tonta del bote, ni una barrabasada. Simplemente había que hacerle las cosas y no esperar a que ella sola viniera aprendida del campo; eso se lo dejamos a los toros artistas, a los colaboradores, a los que ya salen picados y ahormados de fábrica, que son los que realmente queremos que salgan al ruedo. Pena y vergüenza he sentido de mi plaza al presenciar como se protestaba un toro por manso, con ademanes desairados de los sesudos taurinos, que no aficionados, que luego han calmado su ira con un puñado de capotazos instrumentados por Montoliú. Si hasta una potente y reconocida voz del siete se ha ofuscado con el ganadero. ¡Aaaayyy! Madrid, quién te ha visto y quién te ve.

Mano a mano estelar en la plaza de Madrid con dos diestros que vienen manteniendo una competencia feroz por esas plazas de Dios, con sonados y repetidos triunfos en esta plaza y que mantenía a la afición dividida entre curristas y garridistas. A punto ha estado la delegación del gobierno de declarar la corrida de alto riesgo. Hasta ha habido que requisar los paraguas a la entrada. Esas miradas de perro entre los alternantes eran todo un cuadro de la tensión que se vivía en el ruedo y que trascendía a los tendidos. Curro Díaz se llevó el primer sobresalto cuando su primero se le frenaba en las primeras embestidas. Hasta coceaba el animalito. Peleó en el caballo, curiosamente apretando más a contraquerencia, que a favor de ella, mientas le tapaban la salida. Apretaba en banderillas por ambos pitones. Curro se lo sacó hacia más allá del tercio, con gusto a una mano. Un derechazo y pico con calidad entre un mar de enganchones. Le permitió al del Puerto que le tocara demasiado las telas. Se venía de lejos, pero no encontraba una muleta que le mandara, más bien aprendió que aquello se podía cornear cada vez que se le ofrecía la posibilidad. Peor por el pitón izquierdo, mientras el espada iba perdiendo el control y el toro se iba haciendo el dueño de aquello. Un bajonazo y que pase el siguiente.

Salió el segundo de Curro Díaz, soso de salida y sin que nadie le sujetara a los capotes. Se marchó suelto a por el picador reserva, para que le taparan la salida en este primer encuentro. Un segundo cabeceando mucho en el peto. Quite de José Garrido dejándose ir hacia toriles, pero él estaba a lo suyo. La verdad es que cuándo el animal veía la puerta de toriles al fondo, iba como un tren. Repitió Curro Díaz el trasteo por abajo a una mano y cuándo se quiso relajar, atravesando demasiado la muleta, se quedó al descubierto y el toro no pudo más que levantarle los pies del suelo. Derechazos jaleados, sin rematar, quitando la muleta del hocico del toro. Detalles toreros y se repite la historia, se descubre y otro susto, evidenciando una preocupante y peligrosa falta de sitio. Quizá esperaba otro tipo de toro y le sorprendió un toro. Cosas que pasan.
El quinto salió parado como un buey de tiro, olisqueando la arena y para qué más; cómo se pusieron los taurinos, tiraron el yintonis de mala manera y se pusieron a protestar un manso. Hasata la voz del siete se indignó. ¡Anda que se lleven al manso! El matador le ofrecía el capote y el animal echaba las manos por delante con desesperada mansedumbre, eso era innegable, pero... ¿Pero? Pues quizá por una vez y sin que sirva de precedente, salió Montoliú a echarle el capote al hocico, de oreja a oreja, capeándole por la cara y el del Puerto despertó. Quizá después de esto es cuándo Díaz podría haber intentado estirarse, pero no parecía ya muy dispuesto, era manso y punto. Pues el manso, ya que nadie le echaba cuentas, se fue por su cuenta al caballo, salió suelto y volvió por su cuenta al peto, poniendo en apuros al picador, que por supuesto que le tapó la salida, mientras empujaba con cierta fijeza. ¿Bravo? No, hombre, no confundamos, pero tampoco era lo que muchos pensaron de salida. Siguió suelto por el ruedo ante la desgana del matador. Le recibió en el último tercio sentado en el estribo, estampándolo contra las tablas, muy artísticamente. Un bello trincherazo, prólogo de un toreo abusando del pico. En una de esas se dañó una mano, aunque al menos se mantenía en pie. A continuación vinieron muletazos despaciosos, corriendo la mano, mientras el animalito, el protestado por manso, se comía la tela. Cambió al pitón izquierdo, pero por allí no daban nada, ni uno, a trapazos, ni el otro, saliéndose suelto buscando zonas más acogedoras. ¿Detalles? Sí, claro, ¿toreo? ¡Ufff!

Uno de esos emergentes en los que verdaderos aficionados tienen puestas ciertas esperanzas, es José Garrido, aunque en la plaza de Madrid haya dejado poco o nada de lo que se le supone. Su primero salió como para confiarse, olisqueando la arena de Madrid y escondiendo el hocico entre las manos. El pacense le dejó a su libre albedrío, que él mismo se diera la lidia que le viniera en gana, que eso es lo que más pita ahora, los toros autolidiables. Dos picotazos escapando del caballo haciendo fu, como el gato y un tercer puyazo que ni se puede decir que fuera tan siquiera al relance. Incluso después volvió al peto una vez más; se notaría poco ahormado el del Puerto. Estatuarios, trinchaerillas, muletazos con el pico, aireando, que no mandando, más trapazos y empiezan a aparecer esos síntomas de aperreamiento con el toro, lo mismo por el pitón izquierdo, para al final sacar como única conclusión que el toro no ha valido. Pues... así es difícil que le valga a nadie un toro, al menos uno de los que no son de esos que ahora dicen para el torero; pues que se los lleven a su casa.

No cambió el panorama que presentaba José Garrido, mantazos de recibo y abandono del cuarto, permitiéndole deambular a su aire por el ruedo. Una primera vara haciéndole la carioca y una segunda sin apenas castigo. El exigente público de Madrid hizo saludar al Algabeño por un par en mitad de los lomos y el otro poniendo un solo palo. Faena abusando del pico y el toro enganchándole constantemente la muleta. Al mando que exigía el del Puerto, Garrido respondía con trapazos y banderazos desairados. Lo mismo por el pitón izquierdo, hasta que en un muletazo sale trompicado y en colaboración con la ineficacia de la cuadrilla, al levantarse le engancha de mala forma. La sensación que daba era que no sabía por dónde meterle mano. Brazo estirado, echando el toro para fuera en cada muletazo. Muy pesado, alargó sin motivo la faena, persiguiendo al animal al hilo de las tablas por toda la plaza. Sonó el primer aviso sin tan siquiera haber montado la espada y ahí se evidenció el calvario que venía. Quizá alguien tendría que explicarle al espada lo que puede pasar cuando uno se pasa de faena. Una sucesión de pinchazos y entre tanto dos feos revolcones, el presidente demorando a más de cinco minutos el segundo aviso, para al final acabar marchando el espada a la enfermería. Podrían haber sonado seis avisos en el mismo toro, pero realmente eso ya es lo de menos.


Tardó en salir de la enfermería para matar al sexto, ante la sorpresa del respetable, la pasividad del señor presidente y la falta de tino de la megafonía de la plaza, que informó de la tardanza con demasiada... Capotazo rodilla en tierra, seguidos de lances aburridos y sin convencimiento, más bien para pasar el trámite y punto. Como en sus dos toros anteriores, continúo desentendido de la lidia, permitiendo al toro un continuo deambular. Lo que vino después fue una interminable e insoportable ristra de trapazos, que a algunos les hizo pensar que si para esto tanta espera. Hubo un suceso curioso y contradictorio en la tarde. En un momento de apuro, saltó un espontáneo vestido de paisano desde el callejón para hacer un quite y evitar una cornada. Mal está tal circunstancia y el señor alguacillo se lo recriminó a dicho espontáneo, que casualmente, es un profesional. Mal está el invadir el ruedo de paisano, bien está esa reprimenda y la multa que le caerá con toda seguridad, yo no apruebo de ninguna forma esa moda de pasear a Emidio Tucci por los ruedos, pero es que si hoy no salta este inesperado auxiliador al ruedo, probablemente el apurado se habría visto desafortunadamente cogido. Y mi pregunta es, ¿dónde estaban las cuadrillas? ¿Se sancionará a las cuadrillas por no estar en su sitio durante el transcurso de la lidia? Pero seguro que nos contarán que es que tenían hora en la pelu, que si estaban en el excusado, lo mismo que otros ponen como excusa que es que no eran toros para el torero, que no tenían ritmo, que si eran toros informales, que si, que si... Miren señores, no me vengan con milongas tramposas.