martes, 11 de octubre de 2016

La ilusión de un niño

La visión de un niño de lo que era para él el toreo, los nombres que le sonaban sin saber a quién se referían, pero bastaba si eran de un torero, de un ser superior que se enfrentaba al toro todas las tardes.


¿Hay algo más conmovedor y que nos haga ver el futuro, el mundo, con mayor esperanza que la ilusión de un niño? Un niño ilusionado genera una corriente de felicidad comparable con pocas cosas en la vida. Luego se van haciendo mayores y a los padres les gustaría que el fuego de aquella ilusión se mantuviera vivo y con arrogantes llamaradas. Quizá en muchos casos seamos los adultos los que sin darnos cuenta vamos echando paladas de arena en esa llama que se va apagando. De niño quería ser médico, bombero, periodista, enfermera, modelo, trompetista, torero... ¿torero? ¿Ha habido y hay niños cuya ilusión era ser torero? Pues sí, y podrá haber otras muchas igual de fuertes, pero no mayores. Quizá lo que distingue a ese “querer ser torero” es el pundonor, el afán de superación y que los traspiés no solo no hacen retroceder al aspirante, sino que alimentan más esas ganas, esa afición, esa ilusión.

Ser torero supone asumir un camino de sufrimiento, pero que merece la pena por las satisfacciones tan grandes que se reciben y que perdurarán para siempre, esas alegrías, esos momentos, que harán volver a la infancia, a la adolescencia, a la juventud, a señores ya entrados en años. Esa ilusión que transmitirá en los niños que le sigan, los niños que vayan llegando a la familia y que le harán revivir tantas y tantas experiencias que les dio el toro y que no le abandonarán jamás. Esa ilusión que pasa de mayores a niños con un gesto sencillo y limpio, basta con tomar de la mano al crío para que, apoyado por la palabra, vaya fluyendo ese sentimiento que el toreo atesora, edificado sobre una idea: la verdad. Díganme ustedes un espectáculo que sea lo mismo para adultos que para niños y al que se pueda llevar a los pequeños tranquilamente de la mano, sin temor a que ningún energúmeno aparezca por allí para estropearnos el día, un lugar en el que se vivan las pasiones más extremas y donde oiga un mal insulto, un sitio en el que se aprenda de la vida y la muerte, del respeto y la exigencia, del querer y el poder, del hombre y el animal y en el que el animal sea el rey, el centro de todo, el tótem al que se adora, pero en el que ni por un segundo se cuestiona la humanidad y la dignidad del hombre. Amor al toro, pero sin olvidarnos de la persona; exigiendo el respeto a aquel, sin olvidar, ni desear que la cornada está siempre ahí. Quizá parezca difícil de entender lo que puede parecer una contradicción permanente, pero ya les digo que no lo es tanto, basta con ser aficionado para entenderse a la perfección. Eso sí, no lo se lo intenten explicar a quién no lo quiera entender, nunca lo comprenderá.

Qué cosas tiene esto del toro y el toreo; es tanta la pasión que despierta y arrastra, que como contaba un día aquí mismo, hasta se podría afirmar que tiene efectos terapéuticos. No se trata de una dosis cada ocho horas, ni unas gotitas después de las comidas, basta con vivirlo y sentirlos. Es esa ilusión de la que hablaba hace un momento la que provoca ese efecto beneficioso para la salud. ¿Exageración? Pues no les diré ni que sí, ni que no, simplemente les contaré cómo a personas a las que se les estaba haciendo demasiado larga la vida, le tomó el toreo de la mano y le fue conduciendo y a suaves empujoncitos le fue echando para adelante, le fue descubriendo que la vida era bella, muy corta, siempre muy corta, y que había que aprovecharla, había que intentar abarcar ese imposible que es el toro, que tira, tira y tira. Ha habido a quien el dolor hacía insoportable cada minuto del día, pero que encontraba alivio en revivir y volver a ver aquella faena de aquella tarde inolvidable, aquellas faenas del campo que tantas veces vivió en cuerpo y alma, como el mejor de los efectos paliativos, dándole fuerzas para intentar llegar al siguiente San Isidro y poder volver a la plaza de toda la vida. Y también hay niños que están viviendo lo que por edad no les corresponde, un sufrimiento que les llega sin avisar, ese mal traicionero que les trasforma, les vuelve calvitos de golpe, les aparta del recreo por largas temporadas, tienen que pasar por terapias que los mayores superan a duras penas y a pesar de todo viven una bella y maravillosa ilusión: ser torero. ¿Quién se atreve, quién puede ser tan perverso para negarle este asidero que le ata a la vida? ¿Quién le puede hacer culpable de nada por algo tan sincero como la ilusión del toro? Pues parece ser que sí, allá ellos, allá con sus penas y con la condena que supone vivir con un alma envenenada, con una existencia inundada por el odio, la sin razón y la ignorancia, pero a los que sí sabemos de las contradicciones, hermosas contradicciones del toro, déjennos vivir y emocionarnos con la ilusión de un niño.

Adrián, venga, chaval


Enlace programa Tendido de Sol del 9 de octubre de 2016:


5 comentarios:

MARIN dijo...

Enrique:
Uno se va labrando con el tiempo esa reputación de tio duro, que aguanta lo que le echen, pero que cuando lee ciertas cosas no puede contener la emoción. Otra vez que lo conseguiste amigo. Otra vez que veo tantas y tantas cosas reflejadas en tus letras. Tu me entiendes y yo me entiendo.

Enhorabuena una vez mas y gracias. Gracias porque me vas a hacer coger de nuevo el teclado.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Perdona que dude de esa imagen de tipo duro, lo que siempre se ha entendido como tal, la que sí tienes, sin ninguna duda, es la de un tío cabal, sensible y que defiende lo suyo y sus ideas con la serenidad de la buena gente y de los que respetan al prójimo. Y uno siente el orgullo de que el Marín me llame amigo. Será por eso que nos entendemos con estas cosas.

Un abrazo

Anónimo dijo...

tu...yo...nosotros...vosotros...ellos...
Yo soy pro-taurino.Tu, eres un chico/a güay
Yo al pagar mi entrada para asistir a los toros estoy apoyando al ganadero que compromete su vida y hacienda cuidando al ganado,tu...tu tienes un gato castrado.
Yo siento admiración por los hombres que viven del campo, que se manchan de tierra, de sangre, de mierda, de vida...de vida real, lo de Disneyland no es real.
Tu compras pienso para gatos castrados...perros castrados.ellos compran camiones de alfalfa, de paja, de piensos, ellos comprometen su hacienda y recursos para mantener la charca llena de agua cristalina donde:
...de tanto volar
cansada de tanto vuelo
en un charco de agua clara
la alondra se bebe el cielo.
Para que sacien la sed en los rigores del estío los animales del campo, que además del ganado, también están las aves y fauna de la Dehesa...yo lo veo, tú no lo quieres ver.
Yo tengo un arraigo y una cultura propia y me siento orgulloso de ella, la tuya es prestada,la tienda on-line, todo para tú mascota, piensos de alta gama y complementos alimenticios,tu gato tiene mayor poder adquisitivo que un inmigrante africano y tú das lecciones de honestidad a cualquiera que cría ganado en régimen de semi-libertad??
Hay mucho indigente mental que es la auténtica y la peor de las indigencias, indigentes mentales que vacían su frustración con el primero que cogen, indigentes que dan asco-pena, yo siento hastío y tú no vas a ser políticamente correcta, que va
Pues sábete que el pienso de tu gato castrado está fabricado a base de subproductos animales, ya te dije que lo de Disneyland no era real, es tan irreal que sólo hay que ver cómo están las calles de mi ciudad, llenas de mojones de perro castrado y los parques y zonas verdes sembrados de "minas" porque ya se sabe, son zonas que pusieron los ayuntamientos para que vayan a aliviarse nuestras queridas mascotas, eso si, todo ha sido defecado con mucho civismo y educación ambiental.
Qué otra cosa podía esperarse de una sociedad castrada.

Saludos, Ängel.


Enrique Martín dijo...

Ängel:
Es un comentario duro, muy duro, pero no por lo que dices y cómo lo dices, sino por la verdad que encierra. Unos ven a los animales en su medio y los tratan con el cuidado que se les ha dado desde hace milenios, porque esa imagen del gañán salvaje que maltrata al ganado no es así, qué te voy a contar a ti. Se les cuida como animales, respetando su medio, sus instintos, su condición y no se piensa en "educarles", porque basta con conocer sus instintos y sus necesidades y no necesitan aprender a estar en una casa todo el día y a controlarse para mear a las 8 de la mañana y de la tarde. Aprenden a conocer al jefe, a ese jefe que necesitan y que su naturaleza les hace buscar. Pero ahora los animales buenos son los "educados" y los que se suben a las camas y los sillones y los que prefieren una u otra marca de pienso, es que son listos. Así nos va. Me has removido por dentro y te doy las gracias. ¿Un niño enfermo? Ese igual no nos vale, quizá si se le pudiera castrar. ¿Cabe mayor absurdo? ¿Cabe un mundo más desquiciado? Yo sigo quedándome con ese niño ilusionado y viviendo unos momentos de enorme felicidad entre tanto sufrimiento y tanta dureza que le está tocando vivir. Ojalá lo supere y pueda pasar al lado de tanto desalmado, sin hacerles el más mínimo caso.
Un abrazo

JOSE BAUTISTA dijo...

Poco que añadir a sus excelentes comentarios. Salvo, enhorabuena y gracias.