lunes, 19 de diciembre de 2016

Talibán, no, por favor

También desde esta grada quiero felicitar a todos los amigos que tan generosamente dedican su tiempo y su atención visitando este espacio. A todos, Muy felices fiestas y un feliz año 2017... y los que vengan


Es muy frecuente escuchar cómo se denomina con tal término a los que se considera aficionados a los toros extremadamente exigentes, casi diría yo intransigentes, y a su vez observar que el destinatario del “piropo” lo recibe entre el regocijo y el orgullo. Corríjanme si no es así, pero tengo la sensación de que se califica de talibanes a los mismos que se llama toristas, a esos que cierran los ojos predeterminadamente a las figuras, aunque en casi todos los casos al final haya que darles la razón, o a todo lo que sea Domecq, que también tienen su razón, aunque aquí sí que hay esperanzadoras excepciones. Pero tampoco creo que sea bueno entrar en el detalle, pues el propio termino tengo la sensación que obedece más a una filosofía que a realidades concretas. Repito que es apreciación personal, muy personal, pero más bien parece que es un extremismo que a veces mantiene una posición ultradefensiva, temerosos a cualquier asomo de grieta, no vaya a ser que pueda peligrar esa imagen de aficionado íntegro, que se desvela por guardar el tesoro de la pureza, lo que por otro lado no está mal, pero si tenemos una obra de arte única, tampoco pasa nada por dejar que los visitantes se acerquen a contemplarla; con el cordoncito de seguridad, por supuesto, no vaya a ser que alguien empiece a meter los deditos, que no, las manos al bolsillo, solo abrir los ojos, mucho, y lo que es más importante: las entendederas.

Que conste que no pretendo hacer ni el menos amago de crítica, faltaría más, porque hay virtudes que veo en ellos, que ya me gustarían para mi mismo; pero yo no me veo cómodo en la totalidad de los parámetros que se le suponen a un talibán. Tengo que confesar que en ocasiones ha habido gentes generosas y de buen corazón, llenos de buenísimas intenciones, que me han querido regalar el oído con eso de talibán. Se lo agradezco en el alma, pero más por las intenciones que por recibir la dignidad de talibán. Es una camisa que no se ajusta a la percha de servidor, que uno tiene ya su tripita, los brazos igual más largos, las espaldas más anchas o el cuello estrecho, que a otros les cae como una pintura, pero no todos gastamos la misma percha.

Entiendo que el aficionado a os toros debe ser flexible, muy flexible y acomodar las reacciones a las circunstancias, pero que no se me malentienda. Las normas, escritas o transmitidas por tradición, tienen que estar ahí, deben respetarse, escrupulosamente, pero sin que estas supongan unas cadenas que nos oprimen el cuello. Quizá es más cuestión de predisposición que de otra cosa. Que no piensen que me he vuelto loco, ni que he recibido un sobre mullidito, ni un Guijuelo pata negra, que va. Que sigo siendo el mismo que iba a la plaza deseando de que le gustara Espartaco ¿Cabe mayor rasgo de optimismo y apertura de miras? Otra cosa es que no lo consiguiera nunca, pero eso no era cosa mía, eso era más bien por lo que me venía dado del exterior. Que aunque no lo crean, uno espera cosas de una tarde Victoriano del Río, Núñez del Cuvillo, El Juli, Perera y compañía, pero tampoco somos tontos, que el ir abierto a todo no quiere decir que no tengamos memoria, que no nos escuezan los escándalos pasados, que no nos amosquemos esperando que los bailes de corrales puedan hacerse presentes, que nos tiren a la cara una manada de borregos para lucimiento de vulgarotes pegapases. Que no hablo de hacer tabla rasa cada tarde, porque de la misma forma que es de buen aficionado tener memoria de lo bueno y agradecerlo al final del paseíllo, también lo es el tener presentes los antecedentes y en casos de ese vaivén de ganaderías, tampoco resulta descabellado comenzar la protesta antes del paseíllo o al acabar este, pues los propios protagonistas ya se ocuparon de que se iniciara el festejo en el momento del reconocimiento, si no antes. Que si seguimos avanzando, lo mismo me pueden decir al final acabamos en el mismo punto al que llegan los talibanes, no les digo yo que no y tampoco es para rasgarse las vestiduras, pero sí que me reconocerán que al talibanismos puede estar ciego por momentos, pero no por incapacidad o ignorancia, nada más lejos, simplemente es una ceguera voluntaria, que más puede obedecer a no querer que se le pueda tildar de blando. El aficionado a los toros no creo que tenga necesidad de autoetiquetarse como exigente, el más exigente, ni irlo pregonando por peñas, clubes, asociaciones, restaurantes, bares, tabernas, tascas o garitos de mala nota, baste con acudir a la plaza y manifestarse y de la misma forma que no hay que presuponer la negatividad al de enfrente, tampoco hay que dejarse llevar por las preferencias, que es muy humano, es hasta una muestra de lealtad al torero afín o al ganadero hospitalario, pero, ¿y la lealtad a la Fiesta, al toro? Ahí sí que me perdonen, pero nada por encima de eso. Que nadie se lo tome a mal, que nadie vea ni tan siquiera un intento de adoctrinamiento desde el púlpito, nada más lejos de mi intención, ni de mis creencias, no soy nadie para tales cosas. Eso sí si ustedes quieren halagarme, llámenme pibón, pibonazo, tío bueno, monumento, tío cachas, macizo, macizorro, lo que quieran, aunque ande lejos de la realidad evidente, que yo se lo agradeceré en el alma eternamente, pero talibán, no, por favor.


Enlace al programa Tendido de Sol del 18 de diciembre de 2016:

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