Tres, dos, una, sin caballo, fuera el primer tercio; la vida sin normas |
Como ocurre tantas veces, hay ocasiones en las que se
demandan y desean cosas que en si mismas, si se nos concediesen, podrían
significar nuestra ruina. Como decía el filósofo, si quieres vencer a tu
enemigo, accede a sus deseos (Anastatágoras el cauteloso, Esparta, 565 a . C. La Lomce 2016 d.C.)
Y como todo hijo de vecino, los taurinos también tienen sus deseos,
confesables, aunque si supieran de sus consecuencias, igual pasaban a ser
inconfesables. Seguro que ustedes han oído alguna vez eso de que el reglamento
tenía que ser mucho más flexible y permitir a los maestros “que se expresen”,
que para eso son artistas, que no se pueden poner límites al arte y que si un
matador decide que un toro reciba un solo puyazo, dos o ninguno, está en su
derecho. ¡Qué barbaridad! Que ente otras cosas, lo que encierra es un férreo
convencimiento de que toda la lidia es accesoria y debe estar sometida a la
faena de muleta, como única fase imprescindible e interesante de lo que hasta
el momento son los tres tercios.
¿Y qué más da? Pensarán algunos, pues es verdad que el
matador es quién debe dirigir la lidia y medir al toro, pero… Y aquí viene el
pero. El reglamento, estableciendo sus fases y sus formas de hacer, marcando un
mínimo número de veces en las que el toro tiene que ir al caballo o las
banderillas que deben estar prendidas para el cambio de tercio, lo único que
hace, aparte de regular esta actividad, es establecer un límite de exigencia,
ofreciendo al propio aficionado una cierta garantía de lo que va a ver y lo que
no. Pero si nos detenemos un segundo, ¿Quiénes son los que abogan por esa
supuesta libertad y por la eliminación de cualquier normativa que les limite
sus… sus iniciativas? Pues quizá los que precisamente no sean capaces de llegar
a esos mínimos. Y si se creen con poder para ello, demandan el que sean ellos
los que decidan, no en fijar ese límite de exigencia, porque cualquier
ocurrencia que tenga debe ser considerada como sublime, sino para hacer en cada
caso lo que se les pase por ahí mismo. ¿Se imaginan a Antoñito diciéndoles a
los profesores que le tienen que aprobar a partir del cuatro o del tres o del
dos o el uno o el cero? Sin más argumento que el de su genialidad y que
bastante tiene con firmar, que eso ya lo cubre todo. Que no sería esto lo malo,
lo peor sería que los profesores y el mismo Ministerio de Educación le tomaran
en serio y aceptaran semejantes… ideas.
Pero en esta ausencia de exigencia, este abandono
reglamentista no solo reside el mal en admitir los caprichos de los poco
capaces, sino que es abrir la puerta para una carrera frenética hacia una
degradación que puede llegar a ser definitiva. Que esto no son conjeturas en el
aire, que los más veteranos ya fuimos testigos de como un reglamento más laxo
tuvo como consecuencia una “evolución” que si no fuera por lo que me cuentan
los sabios modernistas, siempre habría pensado que es un paso atrás en toda
regla. Antes de aquella modificación del reglamento del señor Corchera, al que
Dios tenga en silencio, el toro debía acudir tres veces al caballo y como
algunos pensaban que había animalitos que cumplían tal requisito arrastrándose,
decidieron tomar una medida salomónica. Pues reduzcamos los puyazos de tres a
dos y se acabó el problema. Pues nada, mientras los taurinos celebraban tal
evolución, en lugar de criar toros de tres puyazos que medio admitían dos, se
empezaron a criar animalitos para dos puyazos, que a duras penas aguantan uno.
Pues nada, a grandes males, grandes remedios, que el reglamento deje de ser
reglamento y que sean las mentes privilegiadas de los que visten de luces, los
que decidan si son un o dos o tres puyazos o que ni tan siquiera permitan que
asomen el belfo los pencos de picar, con sus jinetes botijomorfos a ellos
aupados. ¡Qué bonita es la libertad! ¡Qué maravilla de eso del hago lo que me
sale del entreacto!
Y en esto que van los… no partidarios del Gobierno de
Navarra y deciden darle gusto a los taurinos liberales y montan la que montan,
que aunque ese supuesto “boceto” lleno de incongruencias anda aún transitando
por despachos y mesas de algunos políticos y funcionarios con ideas… digamos
muy particulares, aunque la afición Navarra ha reaccionado y se ha movilizado
para evitar tal atropello entre liberal y restrictivo, no debemos dormirnos, ni
dar por supuesto que todo eso no va a llegar a nada, ni tan siquiera eso de
dejar todo en manos de la “buena” voluntad de lidiadores, empresarios y
ganaderos, porque si no nos espabilamos, la desregularización puede ser la
puntilla.
Enlace programa Tendido de Sol del 23 de abril de 2017:
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