´Quién espere ver lo que un día vio... que tire de imaginación y recuerdos |
Qué bonito y reconfortante es que se reúnan las familias. Es
innegable que la sangre tira, que ya puede haber kilómetros de por medio y que
hayan pasado un buen puñado de años, que
la sangre tira. Que alegría nos llevamos la semana pasada, se nos presentó mi
primo Ramoncín, bueno, el hijo de mi primo Ramón, el de Valparaíso, bueno, de
Valparaíso es Ramoncín, que Ramón era nacido en Torremocha de las Dehesas, como
toda la familia, bueno, toda no, solo mis tíos, menos el que nació en
Valdilecha y los hijos del tío Cosme, que esos sí que todos… Pero, ¿qué hago yo
contándoles este lío de familia? Bueno, a lo que iba, que se nos presentó
Ramoncín en casa, o eso decía él, porque yo no lo había visto en mi vida. Menos
mal que detrás asomó el tío Ramón, que a ese al menos le conocían mis hermanos
mayores, porque cuándo se tuvo que marchar para allá lejos, yo aún… ¿Y qué más
les dará a ustedes? La cosa es que han venido y es que mi tío tenía que cumplir
una manda que hizo allá… hace muchos años; que no sé quería ir de este valle de
lágrimas sin volver a ver una corrida de toros. Eso es afición.
Pues allá que nos fuimos, Ramoncín, que era el que sabía del
manejo de la silla de ruedas a motor del tío y del cambio de las baterías, el
propio tío Ramón, mis hermanos mayores, por aquello de que fueron los que
tuvieron roce y yo mismo, aunque yo no me hubiera rozado. Y allí que nos
presentamos en la plaza de Madrid, porque ya que venía de tan lejos, tampoco
había que regatear esfuerzos. Él que hizo fortuna allá en las Américas, se vio
empujado a volver a su tierra para calmar una vez más su afición a la fiesta.
No quiero relatar lo que fue el ver salir las cuadrillas, la música, los
alguaciles, esos rayos de luz y alegría que brotaban del centelleo de los
trajes de luces, el pesado paso de los picadores y ese tintineo de las mulillas
que confundió a Ramoncín y le hizo arrancarse por el “Jingle bell” como si
estuviéramos ante el mismísimo Papa Noel. Del soplamocos que le sacudió el tío
casi le jinca los paletos en el cogote al japonés de delante que no paraba de
sonreír e inclinar la cabeza. “Niño no hagas más el imbécil, que no hace falta,
ya se han dado cuenta todos”. Y el pobre Ramoncín no volvió a abrir la boca, no
fuera a ser que a la siguiente guanta acertara con la piñata en la cresta del
nipón.
Salió el toro y al pobre tío Ramón se le escaparon unas
lagrimitas. “Qué belleza, qué portento de la naturaleza”, exclamó al verlo
enseñorearse en el ruedo. Tomó los primeros capotazos y escuchó al de atrás:
“que buen tranco”. Mi tío se volvió de un respingo y por prudencia se calló,
pero no aguantó y me preguntó si había por allí carreras de caballos. Yo sonreí
como un idiota y callé. Él me miró como si efectivamente, servidor fuera
idiota. Se sorprendió cuándo vio que el animalito, después de medir el suelo
con sus lomos, topó con el peto, se quedó parado y tras un leve roce el picador
se apresuró a levantar el palo, para acto seguido apoyarlo en el suelo y usarlo
como una pértiga en el Tajo. Pero la misma operación se repitió una vez más. El
tío Ramón no sabía dónde mirar, pero el señor del tranco se lo aclaró todo con
un comentario de buen conocedor de lo que allí estaba ocurriendo: “es que el
toro se reserva para la muleta”. ¿Qué el toro qué? Exclamó el tío. “Es que hay
que cuidarlo”, insistió aquel docente inesperado.
Me estaba relatando mi tío un par de banderillas que le vio
a Morenito de Talavera, cuando se percató del cambio de tercio. El matador
cogió la muleta y se dirigió a brindar al público, todo ceremonioso y rebosante
de galanura, tiró la montera con desprecio, cuando la plaza rugió en un
estruendo de felicidad. ¿Por qué? Preguntó el tito. Que ha caído boca abajo, le
respondí. No sé si para entonces aún sospechaba que yo era idiota o si ya lo
creía firmemente. Primeros pases de tanteo y el profe de atrás sentenció:
pulsando, Currito, pulseadito. ¿Pulseadito? Le volvió la mirada y en qué hora,
pues el enterado se vio en la obligación de aclarar el por qué de sus palabras:
es que el toro tiene ritmo, puede servir y colaborar y aunque se venga por
dentro, la toma bien por abajo, aunque a veces tiene alguna embestida informal
y descoloca la cara, pero parece que va a descolarla, pero si el torero le
respeta y no se mete. Vamos, que igual rompe pa’ lante, que parece que va a ser
bravo para la muleta. Que si el toro es formal, igual le indultan y todo. ¡Sin
molestarle, niño! Es un toro con muchas teclas. Y mientras el maestro se
retorcía con posturas de contorsionista manchú intentando que el torillo se
arrastrara una cuarta más por la arena, se escuchó un sonoro ¡Bieeeejjnnnn
torero, bieeeejjjnnnn! Yo miré a mi tío, mi tío me miró a mí, miró a mis
hermanos, mis hermanos le miraron a él, él miro a Ramoncín, pero Ramoncín no
tenía bemoles de devolverle la mirada, porque veía que se comía al chino de
delante. Apoyó las manos sobre las rodillas sacando los codos, respiró hondo,
arqueó la espalda y al tiempo movía la cabeza diciendo que no, miró al suelo y
sin encomendarse ni a Joselito, ni a Belmoente, se levantó y echó a andar
buscando las escaleras. ¡Eh, oiga! Que no se puede salir hasta que acabe el
toro. Estos que no entienden de la tauromaquia, le soltó el docente atrevido.
El tío Ramón se paró, le miró y le respondió: 2Mire, en eso sí que no ha
cambiado esto de los toros, porque en lo demás, en el toro, en la lidia y en lo
demás, no lo conoce ni la madre que lo parió; que ni olé se dice ya, aunque
tampoco me extraña, pues motivos no dan para ello”. Y así, sin haber terminado
el primero de la tarde, decidió que se volvía a Valparaíso a seguir soñando
cómo era la fiesta que él conoció, aquella a la que se aficionó y por la que se
atravesó medio mundo para volver a verla una vez más; pero, claro, con lo que
él no contaba es que todo esto, lo que ahora llaman tan pomposamente
tauromaquia, había evolucionado y él no entendía tal evolución, quizá por algo
tan sencillo como era aquello que le había impulsado a querer volver y es que a
mi tío Ramón le gustaban los toros.
Enlace programa Tendido de Sol del 30 de abril de 2017:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-30-abril-de-audios-mp3_rf_18420843_1.html
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