sábado, 29 de septiembre de 2018

Hay que cambiar de camello


El toreo surrealista, que parece que es, pero que no es

Estaban tan preocupados el Charly y el Teclas, que pensaban que el Tarumba les había pegado el cambiazo; que ellos que habían pillado para estar a tope en los toros y nada, que no había manera. Que allí veían al personal con olés y bieeeennnes y ellos, como si nada. Que aquello no les decía nada. Que solo veían unos animalejos infames y unos señores pegando trapazos destemplados y corriendo la maratón de Torrecillas de la Cuesta con una muleta en la mano. Y mira que preguntaban a unos y a otros, “¿a ti quién te pasa?” “¿Qué te metes para estar tan de subidón, colega?” ¿Sería esos vasos de yintonis hasta arriba de felicidad y con mucho hielo? “Pero es que con lo que cuesta un peloti en los toros, nos corremos una buena en el barrio”, decía el Teclas. Y allí andaba el Charly con los ojos como ventanales de oficinas de las torres Kio. “Me está dando la bajona Teclas”; cómo no, a él a casi cualquiera sin ese entusiasmo que provoca ir a pasar una tarde a los toros.

Que ya de salida algo se respiraba en el ambiente. Que no digo yo que oliera a nada que pareciera que se estuviera quemando el Retiro, pero el personal venía motivado. Hicieron saludar a Talavante, ¿motivo? Hay tantos, ¿no? O igual no. Que no creo yo que fuera por encerrarse con una de Victoriano del Río, ni por pedir que le abriera plaza un compañero; había que corregir el pequeño desmán de las dichosas bolitas. Y así fue Pablo Aguado por delante, voluntarioso e incluso con un manejo de capote con cierto aseo en el recibo a su flojo y regordete primero. Toros de Victoriano del Río, ¿no? ¿Y qué esperan, que me ponga a contarles el tercio de varas? ¡Hombre! tampoco le pidamos peras al olmo, ni toros con poder a don Victoriano. Un poco de sensatez. Vara simulada yendo al paso y raspalijón a medio lomo. El animal se dolía de todo lo que le pinchara. Faena de Aguado queriendo aguantar al toro e intentar que este se moviera. Muletazos muleta al bies y la pierna al revés. Incluso probó a darle distancia, pero en ese pegar pases, que no torear, casi acaba echándoselo encima, para acabar cazando trapazos, por aquí vas, por aquí la pongo. Entera traserísima y la tarde libre hasta el sexto.

Al que hizo segundo, primero de Talavante no le había dado el tercer capotazo y ya andaba que no andaba. El pobretico hasta quería pelear en el caballo, pero no había fuerzas para tanta ambición táurica. Tampoco estaba de acuerdo con que le dejaran unos palos en el lomo y lo hizo ver, vaya que sí. Y allí se fue el bueno de Talavante, que por capricho de matilla, este año tiene turno doble en la feria de Otoño. ¡Qué cosas! Te dejan tirado y acabas en Madrid dos fines de semana seguido y sorteando como si fueras un quinto esperando África, Cerro Muriano o la Marina. Faena que empezó tomando aire, el que Talavante le daba a su antagonista a base de menear la pañosa. Pico y lejanías, lo mismo con la diestra que con la zocata, aire y más aire. El entusiasmo empezaba a desbocarse y el Charly y el Teclas que no se coscaban de la movida, miraban al ruedo, miraban la birra, la olían y nada, convencidos que les habían cambiado la priba por un barreño de valeriana. Un pinchazo y una entera caída impidieron que el jolgorio condujera a la oreja y que los dos colegís se fueran a poner una queja al Trinidad. Trinidad, ¿qué nos has pasao? Que nosotros siempre fuimos de legales contigo, ¿sabes? Pero lo que arregla un pinchazo. En el quinto que hacía cabra, perdón, en la cabra que hacía quinto, hasta pensaron que se les había venido encima la bajona, pues ya veían con toda claridad que aquello era un animalejo sin presencia y que el maestro se limitaba a sacudir el capote a los ausentes vientos de Madrid. No se le podía picar al de don Victoriano, que peleaba, pero por no desmoronarse allí mismo. Sin castigo en el caballo, a no ser que el pica le dijera algo feo así por lo bajini, pero con el palo, na de na. Y la bajona le debió llegar a todo el mundo al tiempo, pues ya protestaban hasta los de los yintonis, que se deshacen los hielos y la felicidad se transforma en una mala baba del copón. Muletazos aliviados sobre el pico, transitando por las lejanías del espada, quedándose a medio camino del muletazo, quizá por aquello de recuperar fuerzas para seguir, aunque en estas, ¿para qué seguir?

El Charly y el Teclas flipaban, quizá lo mismo que Fortes, al ver como no había recibido ni un capotazo y el de don Victoriano ya no se aguantaba a pie firme. El novillote avanzado iba por el ruedo a su aire y quizá pensaban los de luces que si intentaban fijarlo había peligro de desmorone, que lo dejaron por aquí y por allá. A lo más que llegó el animalito es a derrotar una vez en el peto. Muletazo por alto y al suelo. Salió correteando por el ruedo, hasta que llegó Fortes para mostrarle el pico de la muleta, carreras y más carreras, pico, trapazos insulsos. Hasta pareció que el animalito le apretaba, ¡pobre! Invertido, tirones y… se acabó. El quinto no es que fuera el más inválido de la tarde, simplemente fue el que el amo del palco decidió echar para atrás, para que saliera un zambombo del Conde de Malladle, el único que mostró fijeza en el caballo, pero sin ímpetu ninguno en el peto. Marronazo en mitad del lomo y rasguño señalado. En el último tercio el animalejo sobrero se arrastraba penosamente por el ruedo, gateaba ante el trapo rojo. Fortes a lo más que llegaba era a andarle por allí. El toro se empezaba a poner reservón, con el peligro de soltar un derrote en el momento más inoportuno. Pinchó de primeras el matador y cuando consiguió enterrar la espada, quedó prendido de los pitones del zambombo, lo soltaba y recogía del suelo como un pelele, lo tenía a su merced, hasta tres veces me pareció contar, sin que nadie fuera capaz de echarle un capote y acabar con aquellos segundos que no se terminaban. Que no sé si llamar a esto falta de compañerismo, me parecería muy duro, quizá dejémoslo en ineptitud, falta de afición. Afortunadamente, fíjense bien, afortunadamente todo quedó en una fractura, poco para lo que podía haber sido. Lo único claro es que otra vez, este torero acaba en la cama.

El sexto y volvía pablo Aguado de sus días de permiso a la corrida de don Victoriano del Río. Lo recogió el hispalense con el capote mostrando cierto oficio, lo que no impidió que el toro se fuera suelto al reserva, antes, el que guardaba la puerta. No se pudo más que recetar un amago de picotazo. Inicio de trasteo a una mano y el bicho por los suelos. Trallazos, más caídas, enganchones y en el mejor de los casos, acompañando el viaje. Pico, tiralíneas, carreras y más carreras, trapazos de uno en uno, repertorio populachero, enardeciendo los ánimos con una tanda de empalmados, que no ligados, abrazado al lomo del toro. Enganchones de frente, pero allí ya se había abierto la grieta orejera, ¡adelante con los faroles! Que el Charly y el Teclas ya redactaban su hoja de reclamación al Trinidad, cuando vieron que el del palco regalaba el despojo. Mientras, otros recordaban esa sabia sentencia del ganadero, esa de que mandaba vacas al matadero por bravas; que sí, que se lo juro yo. Y es no sé si serán el Charly y el Teclas, don Victoriano, el usía, los de los pañuelos o servidor de ustedes, pero está claro que hay que cambiar de camello.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días Enrique. Menudo bodrio el que nos tragamos ayer, toros infumables, inválidos y carentes de la más mínima emoción. Lo que más me dolió fue ver a Talavante tomar el camino de la modernidad. En su primero con un toreo de alivio y unas distancias que recordaban a la peor versión de Manzanares. Lo peor es que se daba importancia como si la people no se diera cuenta de lo que estaba aconteciendo. En su segundo también volvió la cara a aquellos que le aplaudieron de salida. Esta vez manteniendo en pie al inválido y dándose importancia ante un moribundo, una vaca suiza como dijo alguno en el tendido.

De Fortes, desgraciadamente, sólo recuerdo la cogida. Queda todo dicho. Y de Aguado sólo recuerdo la pinturera y las constantes carreras que le hizo dar el sexto. Traducido al cristiano, que el toro toreó al torero, haciéndole ir por donde el torero no quiere ir y haciéndole descarrilar. Espero que Aguado haya aprendido la lección. La oreja...para los de los yintonics. Y espero que a Don Victoriano le sienten en el banquillo una buena temporada.

Un abrazo
J. Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Talavante viajó a la modernidad más cómoda, luego parecía que quería regresar a la verdad y ahora parece haber encontrado un punto en el que gusta a los modernos y los que se consideran "grandes afisionaos" no se avergüenzan de llamarse talavantistas, pero al final... Ya lo has dicho tú y con claridad. De Fortes, pues que ya resulta muy alarmante que casi cuente sus presencias en Madrid por visitas a don Máximo. Y Aguado, pues eso, media docena más de carreras en el sexto y se le llevan en volandas.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Llevo yendo a Las Ventas tres años, no soy un gran entendido, pero la involución de TODO, en general y en mayúsculas, es tan mayúscula en estos tres años, que me he prometido no volver hasta el año que viene.

Lo del viernes fue una vergüenza

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Ya le quedan pocas oportunidades, pero seguro que esta tarde no va a ser una excepción. Así está esto.
Un saludo