Ya nos conformaríamos más de uno con que antes de modificar, se cumpliera el reglamento para el primer tercio |
En ese afán de querer arreglar el desaguisado actual de la fiesta, por un lado el aficionado intenta aportar ideas que puedan mejorar lo presente y se ponen a elucubrar sobre modificaciones en el reglamento, quizá intentando pensar en fórmulas que los profesionales estuvieran dispuestos a poner en práctica. Y po r otro lado, los taurinos, entre los que por supuesto se encuentran los profesionales, mantienen casi el mismo afán reformador, pero en otro sentido, quizá opuesto y quizá complementario a lo que quieren los aficionados. Estos quieren cambiar para acomodar más la fiesta de los toros a sus expectativas, a sus capacidades o a sus intereses y hasta puede que en este caso estén dispuestos en poner tales medidas en práctica. Eso sí, no creo que en este caso satisfagan a aquellos, a los aficionados, que tanto desean crear una normativa que estos, los taurinos, asuman y cumplan. Y esto que se suponía que complementaba a los deseos de unos, les encabritará aún más, pues no es lo que ellos pensaban.
Quizá este sea un rasgo más de la españolidad de la fiesta de los toros. Hagamos leyes, muchas leyes, leyes para los que parpadean, para los que no, para los que están aprendiendo, para los que no tienen ojos, para los que tienen uno, dos o vaya usted a saber cuántos, pero luego ya se buscarán las mañas para saltarse esas normas a la torera, que no podía ser de otra forma. Ahora estamos con el peso del caballo, con las puyas, con los caballos, los petos y hasta los relinchos; y que conste que no estoy en absoluto en desacuerdo con ello, pero, ¿y si cogemos lo que tenemos y hacemos porque se cumpla? Y al que no lo haga, le hurgamos en el bolsillo o mejor, en la cartera, que ahí es dónde viajan los billetes gordos.
Tenemos un reglamento que no voy a decir que sea bueno, es francamente mejorable, pero que es raro el que se cumple con fidelidad al espíritu con que se redactó en su día. Díganme ustedes si no admitirían con alborozo el que a un toro se le dieran dos puyazos, que se colocara el toro ante el caballo, que se le parara antes del trompazo contra el peto, que no se le picara trasero, que no se le tapara la salida, que no… será por vicios que desearíamos desterrar de un plumazo. Que todo esto, si lo pensamos dos minutos, poco tiene que ver con el peso del caballo o medidas de la puya. Es más el sentir la suerte de varas, el compromiso con esta y con el conjunto de la lidia o con el seguir pensando que eso de picar a los toros es un mero trámite, cuando no algo absolutamente prescindible. Y si hay que modificar, volvamos a los tres puyazos.
Y qué curioso, cuándo hablamos de modificaciones reglamentarias, casi siempre empezamos por modificar el primer tercio. Unos pretenden que se cumplan unos mínimos requisitos que eviten la completa desaparición del tercio de varas y enfrente están los que firmarían a sangre y fuego su completa abolición, que empiezan por detentar en exclusiva el derecho a picar o no a un toro y al final parece que quieren desembocar en las corridas de toros sin caballos. O la otra opción, esa tercera vía ya apuntada por algún figurón, la suerte de varas con megáfono, pero esta opción no la acabo de ver. Y después de esto de picar a los toros, el segundo aspecto al que se llega cuándo se habla de cambios en el reglamento, inevitablemente, la piedra angular de la fiesta, el motor, la causa primigenia de que todo esto exista, la concesión de las orejas. Que no se plantean cómo evitar el fraude en el toro, cómo evitar la alarmante e imparable pérdida de casta, la falta de trapío, la manipulación de las astas, no, antes está lo de las orejas. Unos queriendo obligar a que el corte de despojos sea mayor, como medida para subir un poco la exigencia, como un último esfuerzo por intentar devolver a esto la dignidad que hace tanto que se perdió. Y los otros, pues a lo suyo, convirtamos las plazas en un gallinero y que la concesión de trofeos no responda a méritos objetivos, que sea la masa, su entusiasmo combinado con el alcohol quiénes decidan si una, dos o mil las orejas. Pero que nadie espere que tal hecho pase por el rigor, por lo sucedido durante la lisia, por las condiciones del toro o porque el no estar acertado con la espada penalice la consecución de los despojos. Mejor dejar esto en manos de la masa, de los perezosos mulilleros o de los banderilleros provocadores, para que luego nos cuenten eso del sentido democrático. Que estaría bien que el personal echara un vistazo a los usos de siempre, ellos que tanto hablan de tradición, y que le echaran un vistazo al reglamento, que eso también ayudaría y ya si los señores de los micros abandonaran esa campaña de la confusión, entonces esto ya sería la reoca. Llegados a este punto, quizá sería bueno echar una pensadita y reflexionar sobre todo esto y lo mismo llegábamos a esta conclusión: ¿y si aplicamos el reglamento antes de modificarlo?
Enlace programa Tendido de Sol del 27 de octubre de 2019:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-27-octubre-de-audios-mp3_rf_43572749_1.html
4 comentarios:
Querido Enrique, tras mi larga vida de aspirante a aficionado, puedo decir, que salvo puyazos aislados vistos en directo o en televisión, no vi (y disfruté) la suerte de varas hasta verlo en Céret y en Vic Fezensac.
Lo que quiero decir es, que la suerte de varas no funciona por la actitud de los profesionales ante un público que no la pide y mucho menos la exige.
En el sur de Francia (no en todas las plazas. En Nimes desde luego no)la suerte de varas la exige el público y se la dan los mismos picadores (tampoco todos) que la birlan en las plazas españolas. Llevados por la exigencia del público, los matadores no tienen mas remedio que ponerse a la labor.
Y en Madrid con mas hipocresía que en casi ninguna otra, se conforman con lo que dice el reglamento... pero se pica de vergüenza.
Creo que es actitud del público y obediencia debida por parte de los profesionales...
Un abrazo Enrique.
Fabad:
En Francia tienen buenas ideas, un concepto muy loable, pero queramos o no, no se cumplen las condiciones ideales para ver la integridad de la suerte de varas. El toro va, los picadores citan y es muy de agradecer, muchísimo y hasta podía servir de ejemplo para otras plazas mayores y de más categoría. ¿Y Madrid? Pues en Madrid hay de todo, son muchas tardes, son muchos toros y es mucha gente. Y a veces nos creemos que picar es solo ponerlo de lejos y que vaya de cualquier manera y esto ni siempre se puede, ni siempre obedece a la lógica de la lidia.
Un abrazo
Enrique, desde luego yo no soy de los que creen "que picar es solo ponerlo de lejos y que vaya de cualquier manera". Durante muchos años yo no me creía lo de algunos sitios de Francia. Cuando lo vi, pensé en cuantos años perdidos...
Un abrazo.
Fabad:
Desde luego que no, pero vente por estos lares y te darás cuenta como sí que los hay.
Un abrazo
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