Algunos aún recordamos una feria de Otoño en la que Madrid enloqueció de toreo |
Resulta curioso que en seis festejos seguidos en la plaza de Madrid, los que han conformado la Feria de Otoño, no haya salido ni una sola corrida medianamente pareja. Se podía imaginar que esto sería complicado en la encerrona de Ferrera, para la cual se anunciaron nueve hierros, pero lo que es menos asumible aún es que en el resto de días aquello pareciera una feria de ganado. Y la culminación ha sido la de Adolfo Martín. Todavía hay quién tiene depositadas sus esperanzas ganaderas en lo de Adolfo, pero hay que reconocer que cada día que lidia en Madrid la cosa está más difícil. Mal presentados, un cornalón, unas sardinas escurridas, uno más grandote, o más escuchimizado, uno manso, otro más manso, otro peor todavía, alguno que otro escasito de fuerzas y que bien podía haber sido devuelto a los corrales, pero ninguno para decir que al final hacía su aparición el toro. Ya digo, cada día lo pone más difícil este ganadero para querer serle fiel y no fugarse a vivir un amor apasionado con cualquier cosa que no sea Albaserrada. Lo que ha cambiado el cuento.
También se esperaba que Curro Díaz desplegara todo su arte hasta hacer que nos frotáramos los ojos, pero… No fue el día. No aguantó con demasiado desahogo al primer cornalón que le apretaba en el capote, para al final marchársele suelto. Fue al caballo el de Adolfo al pasito, sin entusiasmo, Dos puyazos en uno en la primera entrada y una más, para no recibir castigo. Comenzó Curro Díaz con la diestra, atravesando la muleta y contemplando las caídas del animal, que o tiraba un arreón o se le paraba. Medios muletazos, con el toro quedándose a medio viaje, sin ofrecer una arrancada franca. El cuarto, anovilladito, se le revolvía en los primeros capotazos. Incluso medio que medio, peleaba en el peto, pero sin humillar. Inició el trasteo con la diestra, sacándoselo de las tablas, con un natural muy jaleado. Derechazos echándoselo para fuera, con el animal apretando y echándose encima. Naturales de uno en uno, entre enganchones, con la pierna de salida escondida, aunque no se le puede discutir el porte torero, pero sin llegar a ejecutar el toreo. Sin quedarse quieto, permitiendo que se la tocara casi siempre, aunque esto no parecía importar a los que jaleaban el muletazo antes de que este concluyera. Muletazos sin quietud, pegando rápidamente un respingo, sin conseguir dejar uno limpio entre tantos intentos.
A López Chaves le salió una sardina escurrida de carnes y escasito de fuerzas. Apretaba para las tablas y a las primeras de cambio ya rodaba por el ruedo. No aguantando a tenerse en pie y mucho menos en el primer tercio, en el que apenas le tocaron con el palo. El Adolfo se tropezaba solo en banderillas, pero por algún motivo desconocido, era mantenido en la arena. López Chaves pretendía que aquello se moviera, pero el animalito no podía con su alma. Por el izquierdo, por el derecho, a paso de burra vieja, sin apenas poder aguantarse en pie, lo que no impedía que el espada insistiera en darle derechazos y naturales con el pico por delante. El quinto ya de salida dijo mucho y poco bueno, pero bueno, los toros son cambiantes, ¿no? Pues sí, pero no este quinto de Adolfo Martín. Tres veces se metió de vuelta a toriles y tres más se asomo con desconfianza. Allí no podía quedarse, eso estaba claro, pero a ver quién era el guapo que se metía en esos terrenos y tiraba de él. Y allá que se fue el salmantino, le echó el capote a la cara y de pitón a pitón llevándolo muy metido en la tela, lo sacó hasta los medios, aguantando el que por momentos no obedeciera y se cruzara antes de tiempo. Aprovecharon para darle tapándole la salida, no fuera a ser que no hubiera otra oportunidad de tenerlo debajo del peto. Solo se dejaba, pero cuándo le tapaban la salida, entonces apretaba para afuera, como si precisamente buscara esa vía de escape. López Chaves se lo sacó más a campo abierto, pero la cosa no mejoraba, solo pegaba arreones, se frenaba y las arrancadas eran destempladas, para pararse de golpe a mitad de camino. Por el izquierdo iba con la cara alta, igualito que un burro en la noria. Era un toro que no tenía nada, o sí, quizá un macheteo eficaz, que hasta puede que hubiera sido mejor valorado, pero el torero se empeñaba en lo de los derechazos y naturales y aquel Adolfo no tenía nada de eso, bueno, ni de eso, ni de nada. Acabó con él de un infame bajonazo, pero no seré yo quién en este caso vaya a hacer sangre de ello.
Manuel Escribano reaparecía en Madrid después de aquella escalofriante cornada de mayo. Se fue a portagayola a darle la bienvenida a su primero. Y asomó parado, enterándose y el matador allí, aguantando el tipo. Acudió a la llamada y antes de llegar a jurisdicción se frenó, para acto seguido arrollar al espada. El animal no pasaba en los capotes. Más castigado en el segundo que en el primer puyazo. Puso banderillas Escribano, con el lamentable resultado de tres pasadas clavando a toro pasado y dos palos. Pretendía que el presidente cambiara el tercio, pero hombre, queda feo que en Madrid se saque el pañuelo blanco sin esos cuatro palos reglamentarios. Que a don Emilio Muñoz no le parece bien, pero es que como sigamos pretendiendo que se haga todo lo que dicen los coletudos, al final no vamos a saber a qué vamos. Que ya puestos a pedir, que pidan merienda para todos los presentes y que el señor presidente saque, más que el pañuelo, el mantel. En la faena de muleta, poca quietud, pico, medios pases, agravado todo por el toro que se quedaba a medio muletazo. Persistía el sevillano sin ofrecer nada y sin que probablemente tuviera nada que sacar de aquel animal. Solo pareció convencerle un achuchón por el pitón izquierdo. Volvió a irse a la puerta de toriles en el sexto, no teniendo en cuenta las salidas de los anteriores de don Adolfo Martín. Y este, ¡cómo no! También salió parado. El más parecido a un chivo de todos y además, mal hecho. Se le picó trasero, novedad, y hasta casi detrás de una oreja, y si tenía que empujar lo hacía en dirección a los medios. De nuevo mitin en banderillas, muy a toro pasado, para acabar arrancando algunas palmas al violín y por los adentros, después de tardar demasiado en que le pusieran al toro en suerte y en conseguir que se le arrancara. Intentó citar desde los medios, pero no había forma, tuvo que desistir e irse a lo único que el Adolfo admitía, las tablas. Apretaba para los adentros, se lo sacó de allí, para proseguir con el brazo muy extendido y metiendo el pico de la muleta. Trapazos en línea, largando tela. Allí no había nada que hacer y cualquier cosa que no fuera tomar la espada, era ponerse pesado. Y de una manera tan poco atractiva culminó la limpia de corrales, que pasen los siguientes.
Enlace programa Tendido de Sol del 6 de octubre de 2019:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-6-octubre-de-audios-mp3_rf_42718599_1.html
2 comentarios:
Todo ello sumado al descaste atenta contra la supervivencia de la fiesta.Ahora resulta que los matadores con el capote bregan -dixit zabalín-y no hace mucho lidiaban¿?.Lo felicito y apoyo.Es de aficionados cabales seguir luchando por la recuperación de la pérdida de identidad de la fiesta y el toro.Saludos.
Docurdó.
Docurdó:
Muchas gracias por esta presencia y por el apoyo en estos momentos no demasiado fáciles.
Un saludo
Publicar un comentario