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Que el que entre no se parezca en nada al que se va |
Se nos acaba el año. ¡Vágame el cielo! Que lleve tanta paz,
como tranquilidad deja. Que parece costumbre el que por estas fechas empecemos
a renegar del año que se va y deseemos que nuestras esperanzas e ilusiones se
hagan presentes en el que va a estrenarse. Que siempre hay quién dice que ellos
recordarán el que se agota con cariño, porque hicieron un viaje, porque
disfrutaron de los suyos, porque estrenaron casa o coche, por mil motivos, pero
este, ¿este? Anda y que se vaya con viento fresco. Eso sí, si algo hay que
agradecerle a este nefasto 2020, es que ha servido para que muchos se quiten
las caretas y dejar asomar lo que realmente tenían dentro. Para eso sí que ha
venido bien. Mientras unos intentaban mantenerse en su sitio lo más quietecitos
posible, otros se han lanzado a pegar bandazos para acá y para allá, sin
preocuparles llevarse por delante al mismo mundo. Y el mundo de los toros no
iba a ser menos.
Gracias a este añito ha quedado claro eso de que “por el
interés te quiero…” Que hasta los que venden almendras, refrescos, bombones
helados, gorras, almohadillas o agua de cebada han dejado clarito que ellos no
tienen sentimientos en lo que les toca la cartera. Eso sí, de primeras todos
eran solidarios como el primero, que si hacía falta salían a la calle a
“defender a los suyos” a brazo partido. Recuerdo cuando salían esas rutilantes
figuras del toreo/prensa amarilla, liderando manifestaciones, ya fuera
saltándose confinamientos, estados de alarma o estados de buena esperanza, que
ellos corrían como primerizas/os para salir en la foto. Otros se ponían
flamencos y según el caso, afirmaban con la rotundidad del soberbio/ ignorante,
que ellos darían tal o cuál feria, por sus… Otros que iban a preparar las
suyas, en su plaza y que no iba a haber autoridad alguna que se lo impidiera;
menudos son ellos.
Otros pecamos de ingenuos, y vaya que sí, pensando que igual
para San Isidro lo mismo… Ni Isidro, ni Isidra, ni Fallas, ni feria de Abril ni
na, ni na, adiós la luz. Luego que para junio si acaso, para agosto, para
septiembre, otoño en todo caso. Si hasta hubo quién afirmó que el sía de la
Hispanidad se iba a celebrar por todo lo alto en la plaza de Madrid. Que no
había cristiano que impidiera que se dieran toros. Y ya ven cómo estamos, ni toros,
ni vacas, al menos en Madrid. Que la realidad ha sido tan cruel, como
irremediable. Y vaya que sí. Eso sí, ¿recuerdan los de las manifas rebeldes?
¿Los que iban a “defender a los suyos”? Pues todos desaparecieron, en cuanto
vieron que lo suyo igual se les medio enderezaba por otros caminos, dieron de
lado a los suyos. Que la maquinaria no la pararon, pero como si fueran víctimas
de un gran naufragio, entre unos pocos, los poderosos, empezaron a construir su
balsa, con plazas limitadas, evidentemente, y a los que en otro momento fueron
“los suyos”, se limitaron a desearles suerte y que los tiburones y pirañas del
toro estuvieran desganados o se hubieran convertido al veganismo.
Pero todo lo que ha venido después ya es archisabido,
vaivenes, idas y venidas, lo que hoy es blanco, mañana es negro y el show que
se montaron que tanto avergonzó a muchos, sobre todo a los aficionados, pero
que a ellos les ha parecido tal maravilla, que ahora andan a ver si esa fórmula
mágica, y más rentable para ellos, se aplica por los siglos de los siglos. A
los que pagan, a los que pagamos, solo nos queda esperar que este maldito año
al que solo hay que agradecer que haya descubierto a tanto miserable y a tanto interesado,
se vaya pronto y que ninguno que le suceda le tome como modelo. Con lo bonito
que parecía el doble veinte y vaya que nos ha salido rana. Pero ni este, ni
ninguno nos quitarán las ganas de felicitar las fiestas a todo el mundo,
especialmente a los amigos, a los allegados, a los seres más queridos y que el
que empieza el uno de enero nos sea a todos infinitamente más bondadoso, que
nos deje abrazarnos, besarnos, reírnos a dos palmos, mirarnos a los ojos sin
peligro, disfrutar de las sonrisas, ver las caras al completo y no solo del
entrecejo para arriba. Que no se nos empañen las gafas con mascarillas
impertinentes, que no haya que plantearse si esta protege más o menos que la
otra, que un dolor de cabeza no sea motivo de alarma y que los mayores puedan
de una vez por todas abrazar y besar a los nietos, que puedan descargar en
forma de abrazos tanto cariño acumulado. Para todos, un muy feliz 2021 y todos
los que sigan, acompañados de abrazos entregados y besos apasionados, que eso,
aunque no lo creyéramos hace unos meses, es vida, es vivir. Y pese a quién
pese, muy felices Navidades y un próspero…
Enlace programa Tendido de Sol del 13 de diciembre de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-13-diciembre-de-audios-mp3_rf_62275167_1.html
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