domingo, 22 de agosto de 2021

Ciudadano africano entabla relación igualitaria con dama reivindicativa de sus derechos


Pues a ver cómo les llamamos sin ofender a los ofendidos de carrera... Mejor no les hacemos caso y que se llamen como la vaca que les pario, ¿no?

 

Tal y como están las cosas, a ver quién es el valiente que se pone flamenco y pronuncia tan siquiera un “hola” o un “¿cómo está usted?” si no es entre su círculo de allegados más estrecho, uno mismo y su circunstancia, o en presencia de su abogado, lo que tampoco es seguro de nada bueno. Que ahora vas a llamar un camarero para pedirle la cuenta haciendo ese gesto de escribir en el aire y lo mismo te acusan de que le estás pidiendo el teléfono para hacerle propuestas indecorosas o para acosarle a las tantas de la mañana con llamaditas en las que solo se escuchara una profunda y apresurada, o no, respiración. Pero claro, que también puede entender el dueño del local que estás sugiriendo a su trabajador que se apunte a la revolución del nuevo proletariado, influenciado por las soflamas extremistas de un partido que además pretende acabar con las tradiciones y cultura del país: el botellón en la calle hasta casi el amanecer, el ir cada uno a lo suyo sin importarle un pito lo que le pasa al vecino, el echar en cara a un hombre de color que nos quitan el trabajo mientras recoge cartones por la calle, el celebrar todo lo celebrable que sale en las series americanas, como Jalogüín, Acción de gracias, el Blackfriday, el Blue Monday, la Superbowl y lo más enraizado en nuestra carácter ibérico, dejarnos embobar con una pluma que vuela, mientras nos chupan la sangre, nos desvalijan el alma y nos vetan poder acceder a cualquiera de los derechos que tenemos como ciudadanos.

Y dirán ustedes: ¿y a qué viene toda esta parrafada? Pues muy sencillo. Hace unos días, una señora, antes corregidora y hoy alcaldesa de la bella Gijón, se enteró, vaya usted a saber cómo, del nombre de dos reses que se lidiaron en el Bibio. Que no creo que ella fuera esa tarde a los toros, ni que por no haber podido ir hubiera pedido que le guardaran el programa de mano, porque los colecciona todos desde que su abuelo iba a los toros. Que hay que ser bocas, pelagatos y chupalámparas para irle corriendo con el cuento a la señora alcaldesa. Que me lo estoy viendo corriendo por los pasillos perdiendo el culo y gritando a voz en cuello: “¡la que se va a liar!”, “¡Qué vergüenzaaaa!”, “¡El ocaso de la civilización occidental, moderna, y amante de la cultura, los animalitos y las botellonas en Cimadevilla o en San Lorenzo!” Y claro, ante semejante panorama, la señora alcaldesa solo podía tomar una determinación: “a tomar por c… los toros”. Señora alcaldesa, que no se puede, porque son legales y además hay que adjudicar la plaza en nada de tiempo. Que a tomar por c… he dicho. Y así estamos, que nos subimos por las paredes, que los taurinos se han puesto a mandarle cartas a la señora alcaldesa, que se va a pensar que es los Reyes Magos, los tres en su única persona. Venga cartas y hala cartas y más cartas. Y mientras estamos dándole trabajo a correos, algunos de esos que de repente se han entregado al género epistolar, nos la están liando parda. Que si se dan cuenta, hace unos días, semanas, nos anunciaron en Madrid los carteles de la Feria de Otoño, aquella que nos anunciaba el señor Casas como algo grandioso, monumental, sensacional, sideral y resulta que es lo de siempre, los mismos de luces y los mismos de los cuernos. Que si al menos me hubieran cambiado las ganaderías, pues igual hasta me llevaba un alegrón. Pero nada, cuatro murmullos, cuatro quítate pa’llá en las redes y a otra cosa. Que como si queremos no es obligatorio sacar nada para conservar el abono, pues nada, no pasa nada, “toe r mundo e güeno”. Que el señor Casas, visto lo visto, se debió crecer y soltó que para el año próximo eso de la temporada de Madrid que no, que iba a haber temporada, pero cómo él dijera, ósea, san isidro, otoño y dos festejos sueltos, uno de ellos en la Paloma. Que no es por nada, pero temporada, lo que se dice temporada, no es; si acaso, astracanada, pero no temporada. ¿Y creen que alguien dice algo? Los cuatro “reventadores” de siempre, los cuatro “amargados” de siempre, la misma asociación de siempre y el resto… el resto hasta ve cositas interesantes. ¡Válgame! Pero claro, Madrid se había convertido desde hace años en la única posibilidad para toreros que apenas pillan toro, para ganaderías que no venden ni cacahuetes a la puerta de la plaza y en una fuente de ingresos para los subalternos que no van con los que copan casi todos los carteles en casi todas las ferias del mundo, para los que como personal de plaza se medio defienden con lo que sacan las tardes de toros de marzo a octubre, los puestos alrededor de la plaza, los bares y restaurantes y tantos y tantos. Pero no, el único tema de conversación, la única causa por la que preocuparse son los nombrecitos de dos toros, según le contaron a la señora alcaldesa, que por otra parte ni tiene, ni quiere tener, idea de cómo se bautiza un toro o una vaca, que no es como buscarle nombre al nuevo panda del Zoo Acuario, organizando una votación. Que ni tan siquiera es por un personaje de dibujos animados, como podría ser Bob Esponja, de 548 kg, nacido en diciembre del… de la afamada ganadería de… famosa por meterse los becerros en la cama con su propietario, hasta que estos cumplen los cinco años. Así que parece que no nos queda otra que cuidar el lenguaje, tener la precaución de no utilizar nombres, expresiones o gestos que puedan molestar a cualquiera, porque ya se molestan aquí hasta los muñecos de los semáforos y si ustedes por casualidad son parte de los invitados a una boda entre un señor originario de un país africano y su amiga de siempre, reivindicativa y solidaria, tengan cuidado y mucho tacto para contar la unión. Y si les vale mi recomendación, yo no me apartaría ni un dedo de esto: Ciudadano africano entabla relación igualitaria con dama reivindicativa de sus derechos.

 Enlace programas Tendido de Sol:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol_sq_f1254883_1.html

2 comentarios:

José María Arribas dijo...

Enrique, y digo yo: sabemos todos como esta el panorama. ¿No se podía haber cambiado el nombre a los toros y se habría evitado esto?

Enrique Martín dijo...

¿Realmente crees que esa habría sido la solución? Porque ahora es el nombre de los toros, mañana será otra cosa e irán cambiando la pega hasta acabar consiguiendo su objetivo, acabar con esto. Aunque también te digo, que o se dan prisa o los taurinos se les adelantan, que su ventaja llevan.
Un saludo