Hay muchos dispuestos a alargar el negocio a costa de eliminar lo fundamental, sin querer darse cuenta de que acabarían con la totalidad de la fiesta de los toros |
Parece mentira, resulta insólito que gente que supuestamente
vive del toro y que vive esto más cerca que nadie, planteen esto del toreo con
ese simplismo desesperante de entenderlo como una simple danza en la que el
actor principal, según sus parámetros, se limita a dar pases y más pases a un
animal, a su “colaborador”. Así, de un solo golpe desarman cualquier fundamento
de los toros, de eso que ellos llaman con tanta pomposidad “tauromaquia”,
refiriéndose precisamente a los toros. De un plumazo mandan a paseo lo de
lidiar, lo de poder, lo de mandar a un animal, lo de enseñarle a embestir, lo
de llegar al último instante, ese que justifica todo esto, ese en el que se
cambia la muerte por la gloria o es aquella la que se adueña de todo. Todo eso
se suple por una danza graciosa, hasta con garbo, pero poquito más.
Aseguran que es la única vía de salvar esto. ¿Esto? ¿Y qué
es esto? Muy fácil, su negocio, porque en el momento en que se cumplan sus
deseos, todo se habrá terminado para los toros. El aficionado abandonará al
momento en que se alcance semejante culminación de lo absurdo. Que seguro que
se felicitarán por ello, se congratularán de que ese aficionado molesto, el que
exige, se vaya de una vez de las plazas, pero, ¿creen que los demás, su público
querido, aguantará mucho más? Que equivocados están. Quieren contentar a esos
que reniegan de los toros, a esos que disfrazan de barbarie el rito de las
corridas de toros. Pero, ¿creen que se conformarán con que ni se pique, ni
banderillee, ni se mate a los toros en el ruedo? A ver cuánto tardarían en ver
humillación en que un señor con un trapo burle a un animal que corre y corre en
su busca, pero que al final nunca lo alcanza. Que no se nos olvide, que son los
mismos que ven humillante el montar un caballo, el que este tire de un carro,
el que haya ocas en una cabalgata, el que a las gallinas les retiren los
huevos, el que un perro corra, un pato vuele, un pez nade, pero no que un necio babee mientras es engañado ante una
pantomima.
Que ahora parece que a esos “profesionales”, que no
matadores de toros, les ha entrado un ataque de moralidad, de ética animalista
y con un extremado cinismo, sin un mínimo de vergüenza, afirman que a ellos les
da pena matar a un toro. Que es algo muy respetable, pero, ¡hombre! ¿Y eso me
lo dices después de haberte hecho de oro con el estoque en la mano? Y
precisamente lo dices ahora, que es cuando más te cuesta eso de la suerte
suprema. Que si tanta pena les da todo esto, lo tienen muy fácil, háganse a un
lado, o mejor dicho, pásense al otro lado y adelante con los faroles. Pero no,
no lo verán nuestros ojitos, porque ellos, igual que otros, dirán lo que
quieran, pero seguirán haciendo el paseíllo mientras esto les dé sus dineros.
¿Y se supone que hay que unirse a estos caballeros? ¿Esta es la unidad que
tanto cacarean?
Que mala cosa el presentar tan buena disposición para dejarnos llevar a su terreno y allí, en lo que ellos dominan, ponernos a querer defender lo nuestro, pero dejando de lado lo que convierte a esto de los toros en algo único, arrinconando los fundamentos sobre lo que esto se construyó a lo largo de los siglos y haciéndolo con tanto descaro y tan poco pudor como han querido apartar a todo y a todos aquellos que no les bailaran le agua, que no les aplaudieran cada trampa, el fraude, la mentira de la que ellos pretendían sacar buenos beneficios. Y de entrada, como dominguillos esperando el batacazo, parece que admiten la perversidad que los de enfrente atribuyen a los toros, la maldad, la inmoralidad, la falta de humanidad. Como si de repente se hubieran hecho buenos, gentes con corazón. Pero, y a partir de ahí, ¿qué nos queda? ¿Qué defensa puede haber? Pues la única defensa creíble, pero que no se atreven a reconocer, es la de mantener su negocio, lo que resulta más que evidente. Otra cosa es que qué quedaría de ese negocio, un negocio al que siguen aspirando esos especuladores de la fiesta. Que si les va mal, luego podrán clamar, pedir ayudas, pedir apoyos, unidad o que el aficionado corra a toda prisa a rescatarles, como siempre hacen, después de haberle dado una tremenda patada en su dignidad. Que allá cada uno con sus aspiraciones, con sus deseos más íntimos, con sus castillos en el aire, pero hay una cosa clara, para el que la quiera vero, por supuesto, y es que con estos planteamientos habría que optar entre la corrida sin muerte o la muerte del toreo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros de:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-14-audios-mp3_rf_78210334_1.html
https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-7-audios-mp3_rf_77889078_1.html
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