Pasen y vean el "Mayor espectáculo del Mundo" |
Está demasiado generalizado eso del “¡Cállate!” el “Deja ya
de molestar” que le sueltan a la cara esos rostros que se pasan un día por una
plaza para ver al paisano o para simplemente pasar una tarde y que al final
vocean más ellos repitiendo esta cantinela, que los mismos que protestan. Que
en lugar de pensar cuál es el motivo de tal protesta, solo exigen silencio,
obedeciendo a no sé que dogma que parece decir que en una plaza de toros hay
que estar callado en todo momento. Que sí, que hay circunstancias en las que el
silencio es el mejor consejero, pero esto no siempre es así. Eso sí, cualquier
protesta motivada por la idolatría o el paisanaje están ampliamente admitidas y
hasta sobrevaloradas. Que sí, que el ídolo y la tierra tiran mucho, pero
tampoco pueden cegar la razón.
Hace un rato, como aquel que dice, hemos sido testigos de un
esperpento en Madrid, esos cambios de ganaderías para ese desafío ganadero, con
perdón, entre los Maños y Pallarés. Unos se pusieron del lado de la ganadería aragonesa,
otros que si de eso tan sobado de la variedad de encastes, otros contra el
sistema y otros contra todo ese desbarajuste tan incomprensible y tan
innecesario. Unos que no parece que hubieran ido a la finca recientemente a ver
cómo estaba el ganado reseñado y que permitieron que se llegara hasta la misma
semana del festejo para examinarlos en la plaza, otros con que ese es el ganado
que me gusta y de ahí no me apeo; muy lógico y admirable, pero entonces igual
es que no puede lidiar en una plaza de primera, sobre todo cuando esto no es la
primera vez que ocurre. Que si lo de Buendía no da ni caja, ni pitones,
totalmente de acuerdo, pero no confundamos ni caja, ni pitones, ni kilos, con
seriedad y trapío. Que lo de las fotos es una mala consejera, que cada uno
puede interpretar lo que quiera, pero… Que luego esos animales embestirán como
aviones en Mazatortas del Rey, pero si lo primero que se le puede exigir a un
toro es la presencia y esa nos la saltamos porque igual luego lo que llevan
dentro es de premio, estamos abriendo una puerta que luego no habrá quién la
pueda cerrar. Que ya me veo a las figuras con corderitos porque así embisten
mejor. ¿Queremos eso realmente?
Que hay muchas preguntas en el aire, pero quizá algunas
respuestas encontraron algunos al ver salir la tarde de autos a los admitidos
de Pallarés, que provocaron que se repitiera una y otra vez eso de “Pues cómo
serían los rechazados”. Que me dirán que dos de los tres rondaban los 600
kilos, pero volvemos a lo de siempre, que la felicidad del carnicero no
coincide con la del aficionado. Que el trapío no se mide con la básculas. Pero
aún así, las protestas a estos animales molestaban, bien porque vería alguien
peligrar el triunfo del paisano o porque veían que podían volverse al pueblo,
al barrio o al bar sin poder contar que se habían cortado mil orejas y eso… eso
duele. Pero con lo que ya no parece contarse es con el toro. Normal, tan
ausente tantas y tantas tardes, ya no se le espera y mucho menos si no es el de
la ganadería de la tierra. Pues nada, aunque sea nos apañamos con unos de por
allí abajo, Trigueros, creo que se llama el pueblo. Y con la cosa de las prisas,
no hubo tiempo a que vinieran los paisanos de este hierro. Y lo que da de sí el
toro. Presencia sobraba, que según se vio en el ruedo, hasta el hierro imponía
a los de luces, que en algún caso, hasta consiguieron hacer creer que allí había
una alimaña, un criminal con cuernos. ¿Y no sería que lo que había era un
incapaz con alamares? Y la exigencia ya no venía de los tendidos, fundamental
para que esto no se vaya por el desagüe; la exigencia era de los negros. Aunque
lo que se vio también fue fruto de esa ya casi inexistente exigencia de los públicos.
Que el aplaudir la falta de recursos y pericia en la lidia otros días, trae
como consecuencia que cuando asoma la casta, todo se nos vuelve del revés. Y
pongo el ejemplo del toro de Cuadri que le tocó al “triunfador” Adrián de
Torres, con paisanaje fiel. Si a ese toro le empiezas acortando el viaje de
salida, si se le dan mantazos por el cielo una y otra vez, si a consecuencia de
esto se complica el segundo tercio con una pasada y otra y otra y … en fin,
excesivas, y luego quieres ponerte bonito, que le quitas el trapo de primeras,
que no haces por enseñarle a ir más largo, que se la dejas en la cara y
derrota, que lo mismo por uno que por otro lado, ¿aún queremos que el animal no
aprenda? Es que si no se vuelve el toro un imposible o es tonto o es uno de
estos formales de ahora. Un toro que empujó con fijeza en el caballo, que
pareció lastimarse, pero que se mantuvo en pie, o le mantuvo precisamente la
casta. Pero no señores, era un criminal. Que ya no sé lo que queremos. Pero
claro, es más fácil ser “exigente” aunque injusto con el animal que no se
queja, que con el de luces, que igual un día nos le encontramos en una boite y
hay que ser amigos. Que espero que sea que la gente no tuviera tiempo de
fijarse en la evolución del toro, porque como se te fuera una pipa por mal sitio,
ya te habías perdido media película. Una estocada muy efectiva em muy buen
sitio al menos permitió a muchos justificar la oreja. Unos, porque se la había
jugado, de lo que no hay duda, y otros, por aquello de que una estocada vale…
Que el toreo es valor, pero no solo. Valor y conocimientos, porque para gladiadores,
Russell Crow y Kirk Douglas, ¿no creen?
Pero la exigencia se desmorona ante la generosidad de un
torero, como la de Gómez del Pilar, que puso todo su esmero en lucir a un toro.
Hasta tres veces se arrancó de lejos con alegría y codicia aquel que no tenía
paisanos cerca, pero que conquistó a todo el mundo, hasta a los del Japón. Y un
picador midiendo el castigo, citando de lejos, ofreciendo toda su verdad y
picando en el sitio. Luego las cosas del toro bravo, mal los banderilleros,
incapaces de encontrar toro en otro lugar que en el punto x grados Sur, x,
norte, latitud 73; incapaces de encontrar toro dónde sea. Y luego, pues lo
mismo, quizá las distancias, los terrenos para la faena de muleta, pero solo cabe
gratitud a quien nos regaló un toro en el caballo, Gómez del Pilar. Lo
contrario de Esaú Fernández, quién está necesitado de mucha exigencia, tanta
como para aconsejarle que con esos mimbre, igual lo mejor es que no apareciera
por Madrid en años, al menos de luce. Ni él, ni su picador, que se cobró la
costalada con cuchilladas traicioneras a un toro que aún así, todavía buscaba
los engaños. Y digo yo, si hubiera exigencia primero desde los tendidos y
después en el ruedo, ¿cuántas ganaderías, cuántos coletudos, cuántos limosneros
de orejas al paisano o al ídolo quedarían por las plazas de toros? Pues si la
cosa va así, no queda otra que pedir, y con fuerza y muy alto, libertad para la
exigencia.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
2 comentarios:
Muchas gracias, maestro Enrique Martín..
Toda la razón del mundo. Esto lla no tiene arreglo.
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