A saber qué tendrá el toro de hoy al que se le dan chicuelinas de salida. Igual es que no tiene nada y por eso lo permite. |
Ya está bien de amargarse la vida, ya está bien de poner
pegas a todo, ¿no? O cogemos el toro del optimismo por los cuernos o no sé qué
va a ser de nosotros. Que no, hombre, que no, que por la vía del mosqueo no
vamos a ninguna parte. A partir de ahora, de ya mismo, solo vamos a ver el lado
bueno de las cosas ¿Estamos? Pues no se hable más. Y no hablaremos más,
tendremos que guardar un largo y profundo silencio si decidimos mentar solo lo
bueno de la primera de las novilladas de esta incipiente temporada. Bueno, sí,
que era una tarde agradable, sin frío, sin una climatología adversa y además
hasta había partidarios de uno de los novilleros que llegaban dispuestos a
darlo todo. Si hasta habían hecho pañuelicos ad hoc para la ocasión ¿Cabe mayor
muestra de optimismo? Esos son el ejemplo a seguir. Que uno no sabe si luego
tuvieron que guardárselo en un lugar íntimo. Y es que la tarde enseguida agotó
cualquier atisbo de optimismo posible. Que no hay necesidad de detenerse en
detalles, porque ya que vamos de optimistas, tampoco nos vamos a ensañar en la
vulgaridad, el despropósito y el tedio que produce la nada.
Salía el señor ganadero de Brazuelas en una entrevista
previa al festejo, diciendo que él había formado su vacada con lo mejor de lo
mejor, con unas gotitas de calidad de aquí y de allá, pero igual es que no se
fijó muy bien en los frasquitos de esta calidad y puede que esta se le hubiera
pasado de fecha. Que hay que tener cuidado, que te caduca lo de dentro y luego
las reacciones pueden ser no deseables. Esto es, inválidos hasta el punto de
que el mayor mérito no era otro que evitar rodar por el suelo. Unos animales
con algún kilo de más, pero que gracias a esto, para algunos pasaron como bien
presentados, ¡Bendito optimismo! Iba a hablar del tercio de varas, pero casi
mejor podría hablar de la campaña de vacunación de novillos en la plaza de
Madrid. ¡Oiga! Que hay vacunas que se ensañan más con los animales. Eso sí, los
señores picadores, como de lo sanitario no deben saber demasiado, lo mismo
apoyaban el palo en mitad del lomo, que en un brazuelo, que en el carnet de la
piscina de los criadores de semejantes animalitos. Que habrá quién me diga que
fueron a la muleta; bueno, iban cómo podían, mientras no se vinieran abajo, lo
justo para jugar al voy detrás del trapito y tú me lo quitas de golpe. Y a todo
esto, desde el palco parecía que no se veía un atisbo de invalidez y el usía no
sacaba el pañuelo verde, no fuera a ser que alguien se pensara que la cosa no
iba cómo debiera y le invadiera el pesimismo. Bueno, sí, a uno lo echaron para
atrás y salió uno de María Cascón, que… Si los demás no podían con su alma,
este no podía ni con los pensamientos. Eso sí, de presencia imponente, pero tan
hueco de todo, que parecía el palacio del eco, eco, ecooo, ec… e…
Pero también hubo tres muchachos que se presentaban, que ya
después del festejo, si alguien, aparte de los paisanos, quiere recordar sus
nombres, no le quedará otra que mirar y remirar el programa: Daniel Medina,
Fabio Jiménez y Tristán Barroso. Que habrá quién les haga creer que la excusa
de la flojera del ganado les sirve para excusarse ellos mismos, pero… Que no
cuela, ya les digo yo que no. La misma vulgaridad de todos, la misma trampa de
todos, trapazos a tutiplén abusando del pico como si no hubiera un mañana,
manteniendo una prudencial distancia al pasarse los novillos y una insistencia
desesperante de mantener en el ruedo a un inválido. Que antes ya se ha apuntado
la negligencia del señor presidente, pero esta será diferente según le
pregunten a un optimista o a los muchos ue le coreaban que se marchara del
palco y que en su fuero interno deseaban que no volviera, al menos mientras
siga en sus trece de no devolver los inválidos. Pero por otra parte estarán eso
que sintieron que le había robado una oreja a Tristán Barroso. Que ya le regaló
una y fue por demás, pero claro, si sacamos cuatro pañuelos y gritamos mucho,
hay que concederla, ¿no? Pues igual no. Premiar con una oreja el
aturullamiento, todos los vicios modernos ya comentados y el que se descarara
constantemente con el personal, resulta excesivo, pero claro, por si alguien
aún no se queda convencido, después de dos bajonazos tirándose descaradamente a
los blandos, ¡qué oreja, ni qué oreja! Un tirón de orejas, sí, pero al
novillero. Y es la primera, que esto no ha hecho más que empezar y los de los
autobuses ya se están frotando las manos, que esos sí, esos sí que saben sacar
rédito al paisanaje y saben para su bolsillo, cuál es el camino de la felicidad
novillada a novillada.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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