domingo, 12 de mayo de 2024

Para ligar y tomar copas… las Ventas

Quizá estaría bien que algunos, o todos, los matadores banderilleros tuvieran más curiosidad y en consecuencia asomarse al balcón con decisión y torería.


¡Qué bien lo pasamos en las Ventas! Ni Tinder, ni una copa en Chicote, las Ventas y si me apuran, ni Benidorm, porque al sol de los madriles, por mucho menos dinero te pones de un bronceado zaíno que tira pa tras. Bueno, ahora igual es más barato irse a Benidorm, que sacarse una entrada para los toros en Madrid, pero da igual. Y después, varios ambientes de disco en las terrazas de la plaza. Qué bonito es que vaya la juventud a la plaza, que no a los toros; lo de ir a los toros es otra cosa. Aunque cuidado, que hay quién le ha cogido gustillo a pedir orejas entre barreño y barreño, que eso siempre alegra el ánimo y calienta los sentidos, todos los sentidos. Que entre que pides fuego, ofreces unos hielos y el de dónde eres y cómo te llamas, acabas sentado con la otra parte de la parte contraria ¿Y los toros? ¡Qué toros, ni toros! O bueno sí, eso de los toros es lo que pasa allí en el fondo y que tapa el barullo jaranero de esa gente que animan a que vaya a la plaza, esos atraídos por las fotos de gente divertida sonriente y barreño en mano. Que de verdad que cuesta centrarse en lo del ruedo, aunque siempre los hay que igual se centran por de más y ven un corridón donde hay una corrida moderna. Buena, un punto por encima de la modernidad, pero sin dejar de ser moderna. Eso sí, si los de luces son también modernos, apaga y vámonos. Y así se juntó una de Fuente Ymbro, la nonagésimo segunda en Madrid en los últimos tiempos, para El Fandi, en su habitual aparición de feriantes que van de pueblo en pueblo; Román, que es capaz con su pobre bagaje de conseguir que el personal se emocione, precisamente por esa falta de todo; y Leo Valadez, que venía a desplegar su colorido y alegre repertorio de allá la mar océano, pero que tuvo la mala suerte de ser cogido en su primero.

Los de Fuente Ymbro en esta ocasión fueron de los de presentación impecable, serios, sin fisuras y duros de patas y si alguno media el suelo de morros, quizá se debiera más a los tirones de sus lidiadores que a otras carencias físicas, pero es que a veces el mal uso de los engaños también puede provocar caídas. En el caballo no destacaron especialmente, el primero, como varios de sus hermanos le tomó gusto a lo de escarbar, cabeceó en el peto y se fue suelto. Al segundo le picaron trasero, le hicieron la carioca, pero tuvo brío para derribar al picador y después pelear solo con un pitón en el siguiente encuentro. El tercero se dejó sin más, acudiendo con muy poco entusiasmo. Al cuarto se le picó poco, reservón, derrotando al notar el palo, escarbando constantemente. El quinto, picado trasero, derrotando la guata. Y el sexto, después de que le cogieran bien, le taparon la salida y a continuación solo le propinaron un picotazo trasero.

Pedir a los diestros de esta tarde capacidad lidiadora quizá sea un excesivo ejercicio de optimismo. Desde el primer momento nadie hizo por fijar a los toros, dejándoles corretear demasiado por la arena. El Fandi desarrolló todo el repertorio propio de una plaza de carros, quites distantes, pares de banderillas más distantes aún y un toreo en la misma línea. Y eso que algunos casi dejan de lado lo de ligar y el cubata al ver a un señor iniciando el trasteo de rodillas, pero ese pegar pases con tirones, venga trapazos en línea, fuera y abusando del pico, enganchón tras enganchón, hacía que la chavalería se volviera a desconectar y siguiera en lo del “cómo te llamas” y el “¿tienes fuego?”. Que ni las largas de rodillas llamaba la atención de la chavalería, ni mucho menos el que el Fuente Ymbro fuera una y otra vez a las telas. En su segundo mucho mantazo con un toro aquerenciado en tablas, más tirones, desarme y cada vez más alborotado, alargando el trasteo sin ninguna necesidad. Y en el sexto, el que correspondía a Leo Valadez, pues más de lo mismo. Intentaba reconciliarse con la parroquia, pero a esas alturas los parroquianos ya solo pensaban en el after en las terrazas de la plaza, y total, era más de lo mismo, mucho trapazo, el espada a lo suyo, a seguir acumulando trallazos, dejándose ir otro animal de esos que quien ahora los de luces, los del callejón, los del tendido, de la tele, los que ven la tele, que siguen la muleta con una docilidad que a veces resulta hasta algo cansina. Que el granadino seguro que volverá el año próximo y los que sean, porque parece que siempre tiene que haber un festejo programado del arte de poner banderillas y trapacear a gran velocidad y en eso, no me lo negarán, El Fandi es un hacha.

Román, el segundo del cartel, al menos sabe aparentar y aunque haga lo que la mayoría, hace creer que allí está pasando algo. Se agradece eso de darle distancia a los toros y el pú8blico enseguida toma partido y se olvida de esos trallazos largando tela en línea recta, sin llevar jamás al toro. El toro va, él sacude la pañosa y cuela para muchos. Muy fuera, demasiado despegado, pero con ese ir y venir sin mando, llega a la gente y por un momento, solo por un momento, deja lo del “¿y tú cómo te llamas?”. El toro repetía y repetía y volvía a repetir, pero lo mismo por uno que por otro pitón, la receta era la misma, la consabida de la modernidad imperante. Y con una entera en buen sitio, pues no quedaba otra que dar el despojo. En su segundo, un toro que por la mala colocación de todo el mundo en banderillas cogió a uno de los que pareaban, un mansito que se dolió en banderillas y que en la muleta fue recibido con muletazos destemplados por abajo y al que se sacó al tercio para iniciar un trasteo que requería algo de mando, por lo que quizá Román anduvo demasiado a la deriva, que lo mismo se veía sorprendido por una arrancada, que se liaba pegar muletazos acelerados, muchos de uno en uno, más para aliviarse el propio matador, incapaz de imponer su dominio. Esta falta de todo provocó entre el público la sensación de que allí había un gladiador jugándose lo que no hay que jugarse innecesariamente. Arrancando un trapazo aquí, otro allá y los de los barreños frotándose los ojos, creyendo encontrarse con el general romano de la película esa de gladiadores. Una entera muy trasera y como en su primero, no queriendo coger el verduguillo y limitándose a hacer gestos astracanados de supuesta épica, que no eran otra cosa que la excusa para no jugársela con el descabello.

Leo Valadez no tardó en mostrar sus carencias, bastó con el recibo de capote, contando los lances por enganchones, que continuaron cuando tomó la muleta. Intentó cazar algo por el izquierdo, pero más de lo mismo, tirones, enganchones y llegó el revolcón, estando siempre a merced del oponente, a lo que este decida. Más desarmes y para culminar un bajonazo quedándose colgado del pitón, lo que hizo que tuviera que pasar a la enfermería. Que nadie, o muy pocos, se podrían haber pensado que allí hubiera algo más que un gran botellón, una tertulia eterna de lo que iba a molar el after, que si tienes fuego, que cómo te llamas, que si estudias ADE o International Relationships o que si tienes un hielo para mi barreño, pero si nos ponemos a echar cuentas, la verdad más verdadera, la realidad más real, es que para ligar y tomar copas… las Ventas.

 

Enlace al Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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