Quizá estaría bien que algunos, o todos, los matadores banderilleros tuvieran más curiosidad y en consecuencia asomarse al balcón con decisión y torería. |
¡Qué bien lo pasamos en las Ventas! Ni Tinder, ni una copa
en Chicote, las Ventas y si me apuran, ni Benidorm, porque al sol de los
madriles, por mucho menos dinero te pones de un bronceado zaíno que tira pa tras.
Bueno, ahora igual es más barato irse a Benidorm, que sacarse una entrada para
los toros en Madrid, pero da igual. Y después, varios ambientes de disco en las
terrazas de la plaza. Qué bonito es que vaya la juventud a la plaza, que no a
los toros; lo de ir a los toros es otra cosa. Aunque cuidado, que hay quién le
ha cogido gustillo a pedir orejas entre barreño y barreño, que eso siempre
alegra el ánimo y calienta los sentidos, todos los sentidos. Que entre que
pides fuego, ofreces unos hielos y el de dónde eres y cómo te llamas, acabas
sentado con la otra parte de la parte contraria ¿Y los toros? ¡Qué toros, ni
toros! O bueno sí, eso de los toros es lo que pasa allí en el fondo y que tapa
el barullo jaranero de esa gente que animan a que vaya a la plaza, esos
atraídos por las fotos de gente divertida sonriente y barreño en mano. Que de
verdad que cuesta centrarse en lo del ruedo, aunque siempre los hay que igual
se centran por de más y ven un corridón donde hay una corrida moderna. Buena,
un punto por encima de la modernidad, pero sin dejar de ser moderna. Eso sí, si
los de luces son también modernos, apaga y vámonos. Y así se juntó una de
Fuente Ymbro, la nonagésimo segunda en Madrid en los últimos tiempos, para El
Fandi, en su habitual aparición de feriantes que van de pueblo en pueblo;
Román, que es capaz con su pobre bagaje de conseguir que el personal se
emocione, precisamente por esa falta de todo; y Leo Valadez, que venía a
desplegar su colorido y alegre repertorio de allá la mar océano, pero que tuvo
la mala suerte de ser cogido en su primero.
Los de Fuente Ymbro en esta ocasión fueron de los de
presentación impecable, serios, sin fisuras y duros de patas y si alguno media
el suelo de morros, quizá se debiera más a los tirones de sus lidiadores que a
otras carencias físicas, pero es que a veces el mal uso de los engaños también
puede provocar caídas. En el caballo no destacaron especialmente, el primero,
como varios de sus hermanos le tomó gusto a lo de escarbar, cabeceó en el peto
y se fue suelto. Al segundo le picaron trasero, le hicieron la carioca, pero
tuvo brío para derribar al picador y después pelear solo con un pitón en el
siguiente encuentro. El tercero se dejó sin más, acudiendo con muy poco
entusiasmo. Al cuarto se le picó poco, reservón, derrotando al notar el palo,
escarbando constantemente. El quinto, picado trasero, derrotando la guata. Y el
sexto, después de que le cogieran bien, le taparon la salida y a continuación
solo le propinaron un picotazo trasero.
Pedir a los diestros de esta tarde capacidad lidiadora quizá
sea un excesivo ejercicio de optimismo. Desde el primer momento nadie hizo por
fijar a los toros, dejándoles corretear demasiado por la arena. El Fandi desarrolló
todo el repertorio propio de una plaza de carros, quites distantes, pares de
banderillas más distantes aún y un toreo en la misma línea. Y eso que algunos
casi dejan de lado lo de ligar y el cubata al ver a un señor iniciando el
trasteo de rodillas, pero ese pegar pases con tirones, venga trapazos en línea,
fuera y abusando del pico, enganchón tras enganchón, hacía que la chavalería se
volviera a desconectar y siguiera en lo del “cómo te llamas” y el “¿tienes fuego?”.
Que ni las largas de rodillas llamaba la atención de la chavalería, ni mucho
menos el que el Fuente Ymbro fuera una y otra vez a las telas. En su segundo
mucho mantazo con un toro aquerenciado en tablas, más tirones, desarme y cada
vez más alborotado, alargando el trasteo sin ninguna necesidad. Y en el sexto,
el que correspondía a Leo Valadez, pues más de lo mismo. Intentaba
reconciliarse con la parroquia, pero a esas alturas los parroquianos ya solo
pensaban en el after en las terrazas de la plaza, y total, era más de lo mismo,
mucho trapazo, el espada a lo suyo, a seguir acumulando trallazos, dejándose ir
otro animal de esos que quien ahora los de luces, los del callejón, los del
tendido, de la tele, los que ven la tele, que siguen la muleta con una
docilidad que a veces resulta hasta algo cansina. Que el granadino seguro que
volverá el año próximo y los que sean, porque parece que siempre tiene que
haber un festejo programado del arte de poner banderillas y trapacear a gran
velocidad y en eso, no me lo negarán, El Fandi es un hacha.
Román, el segundo del cartel, al menos sabe aparentar y
aunque haga lo que la mayoría, hace creer que allí está pasando algo. Se
agradece eso de darle distancia a los toros y el pú8blico enseguida toma
partido y se olvida de esos trallazos largando tela en línea recta, sin llevar
jamás al toro. El toro va, él sacude la pañosa y cuela para muchos. Muy fuera,
demasiado despegado, pero con ese ir y venir sin mando, llega a la gente y por
un momento, solo por un momento, deja lo del “¿y tú cómo te llamas?”. El toro
repetía y repetía y volvía a repetir, pero lo mismo por uno que por otro pitón,
la receta era la misma, la consabida de la modernidad imperante. Y con una
entera en buen sitio, pues no quedaba otra que dar el despojo. En su segundo,
un toro que por la mala colocación de todo el mundo en banderillas cogió a uno
de los que pareaban, un mansito que se dolió en banderillas y que en la muleta fue
recibido con muletazos destemplados por abajo y al que se sacó al tercio para
iniciar un trasteo que requería algo de mando, por lo que quizá Román anduvo
demasiado a la deriva, que lo mismo se veía sorprendido por una arrancada, que
se liaba pegar muletazos acelerados, muchos de uno en uno, más para aliviarse
el propio matador, incapaz de imponer su dominio. Esta falta de todo provocó
entre el público la sensación de que allí había un gladiador jugándose lo que
no hay que jugarse innecesariamente. Arrancando un trapazo aquí, otro allá y
los de los barreños frotándose los ojos, creyendo encontrarse con el general
romano de la película esa de gladiadores. Una entera muy trasera y como en su
primero, no queriendo coger el verduguillo y limitándose a hacer gestos
astracanados de supuesta épica, que no eran otra cosa que la excusa para no
jugársela con el descabello.
Leo Valadez no tardó en mostrar sus carencias, bastó con el
recibo de capote, contando los lances por enganchones, que continuaron cuando
tomó la muleta. Intentó cazar algo por el izquierdo, pero más de lo mismo,
tirones, enganchones y llegó el revolcón, estando siempre a merced del
oponente, a lo que este decida. Más desarmes y para culminar un bajonazo
quedándose colgado del pitón, lo que hizo que tuviera que pasar a la
enfermería. Que nadie, o muy pocos, se podrían haber pensado que allí hubiera
algo más que un gran botellón, una tertulia eterna de lo que iba a molar el
after, que si tienes fuego, que cómo te llamas, que si estudias ADE o
International Relationships o que si tienes un hielo para mi barreño, pero si
nos ponemos a echar cuentas, la verdad más verdadera, la realidad más real, es que
para ligar y tomar copas… las Ventas.
Enlace al Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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