Ese caminito del centro del ruedo al peto enciende el entusiasmo de cualquiera y sin excepción. |
Después de tanta histeria popular, tanto desvarío del
personal y tanto elemento perturbador de lo que es una corrida de toros, con
tanto aderezo propagandístico y dirigido a favorecer unos intereses que nada
tiene que ver ni remotamente con lo que es la fiesta, se agradece un festejo
que al menos responde algo más a la lógica que se debe suponer y esperar al
acudir a una plaza de toros. Sin pancartas con exabruptos impropios de estos
lugares y que se pretenden atribuir a los que se consideran los malos de
siempre, pero que podrán verlos como malos, pero al menos con más estilo que
eso de los huevos y demás. Sin gritos coreados no escuchados antes al menos en
la plaza de Madrid, ni tan siquiera en otros tiempos, cuando no se podía
levantar la voz. Ni tampoco ese botellón gigante y alentado desde las altas
esferas de las Ventas, lo que no quiere decir que alguien se montara allí su
juerga, pero al menos no se notó tanto. Probablemente los autores de todos
estos desvaríos serían los que dejaron ver tantos huecos de la piedra venteña.
Que el cartel no era gran cosa, no era cartel de figuras de pitiminí, pero si
se anunciaba un hierro que el aficionado quería ver, uno de los pocos que apetecían
desde un principio, pero que por lo visto no interesa ni a los transeúntes, ni
a la propia empresa, que para nada lo publicitó. Con lo bien que suena Baltasar
Ibán a los oídos del aficionado, ¿verdad?
Sí señor, toros de Baltasar Ibán para Calita, el que en otras
fechas se pegó sus vueltas al ruedo por su cuenta, quizá para eso estirar las
piernas. Francisco de Manuel, al que algunos quieren subir a los altares del
figureo, pero que él se empeña una y otra vez en desdecir a sus generosos
partidarios. Y Álvaro Alarcón, que se encontró que la realidad de Madrid es más
que una orejita, unas palmas o un público generoso. El ganado en varios
momentos fue protestado de salida, quizá porque algunos esperaban otra cosa,
pero es que esto suele salir así, que no digo que podrían estar mejor
rematados, desde luego. De cabezas mejor que bien armadas, pero con esas
culatas, y lo que no son culatas, quizá necesitadas de un poco más de pienso.
El primero ya se defendía de salida, encontrándose con el capote nada eficaz de
Calita. Fue suelto al caballo, para que le picaran trasero, le taparan la
salida o le volvieran a picar mal, camino de la paletilla. Se limitó a dejarse
debajo del peto. Calita empezó a dar signos de notable impericia, mantazos por
abajo sin pararse para continuar con un espléndido destoreo de lejanías, con el
pico, enganchones y siempre fuera de sitio, quizá para no acortar esas mismas
lejanías. A su segundo le dejó corretear a su aire, ya parará. Le pusieron
dándole distancia en el caballo, para que el Ibán solo se empleara con un
pitón, mientras solo se dejaba y acababa yéndose solo del peto. Esperaba un
mundo a los banderilleros, mirando a ver lo que pasaba a su alrededor. Y volvió
Calita con demasiadas precauciones, pegando latigazos destemplados e intentar
ponerse a eso de los derechazos y… lo de siempre. El toro si se arrancaba era
defendiéndose, sin entregarse nunca, aunque el espada insistía en hablar de su
libro, pero no, nanay. Acortando las distancias y las arrancadas eran simples
arreones, llegando entonces el arrimón sin sentido, si es que alguna vez lo
tiene. Otro bajonazo imperial tirando el trapo y hasta aquí llegó su presencia
en esta feria, sin que crea que nadie lo vaya a reclamar para el futuro, aunque
si es barato y lo quiere imponer el accionariado azteca de la empresa, entonces…
Francisco de Manuel es un torero al que algunos consideran,
no me pregunten por qué. Y si se lo preguntamos a ellos, pues tirarán de estadísticas,
ya saben, del cuánto, pero no del cómo, que es importante, quizá lo más
importante. Su primero tiraba un poquito a cabra, pero ya de salida no se hizo
con él el matador. Mucho capotazo, costándole hasta ponerlo al caballo. Muy mal
picado, siempre trasero, peleaba solo con un pitón, ahora uno y después el
otro, pero nunca de frente y humillando, para luego querer tirar camino de
toriles. Se inició el trasteo por abajo demasiado apresurado, para irse
serenando en los muletazos del final del recibo. Prosiguió sin olvidarse de
meter el pico ni en un muletazo, pegando el muñecazo al final del pase, pero
sin rematar. Distante, siempre fuera, pero muy fuera, enganchones incluidos,
acabando entre los cuernos y con un bajonazo sin disimulo. Y salió el quinto, con
el que ya no pudo de salida, dándose la vuelta y cediendo terreno. Le costó
hasta ponerlo frente al peto, dándole distancia, escarbando y hasta olisqueando,
pero la alegría de la arrancada hizo que muchos se frotaran los ojos. Un puyazo
trasero y tapándole la salida, mientras el Ibán mostraba fijeza, aunque sin
meter abajo la cara y acabando corneando el peto. De nuevo dándole distancia y
otra arrancada codiciosa, para recibir solo un picotazo ¿Una tercera vara? Puede que sí y... La verdad es que fue
un primer tercio espectacular, como el resto de la lidia, pero también hay que
señalar que no paró de hacer cosas feas, esperaba en banderillas, se dolió de
los palos, pero allá que se fue a por la tela que de Manuel le ofrecía de
rodillas en los medios, aunque mejor de pie, que de hinojos, siendo el
resultado el mismo, pico, trapazos destemplados, fuera de cacho, distante,
escupiéndolo de la suerte y dando evidentes muestras de no poder con ese toro,
ni de saber lo que tenía que hacer. El animal que exigía toreo, que cualquier
cosa bien hecha habría tenido mérito, pero que tuvo la mala suerte de no
encontrarse con un torero capaz. Acudía como un tren, descomponía a su
lidiador, que se acabó embarullando, vulgar y con demasiados enganchones. Casi
entera bajera y un golpe de verduguillo, oyéndose dos avisos. Hubo quién pidió
la vuelta al ruedo del de Baltasar Ibán, a mi juicio excesiva, pero se pidió.
Álvaro Alarcón no parece haber asimilado lo que es anunciarse
en Madrid y en San Isidro, dando la sensación, como tantos, de ir a soltar su
repertorio y punto. Malas lidias, dejando corretear a su primero sin hacer
amago de sujetarle, se le fue a toriles sin que nadie le sujetara en los
capotes. Excesivos mantazos para llevarlo al peto, donde se arrancó de lejos,
para que Peña lo cogiera en buen sitio, igual que en la segunda vara, a la que
el toro se fue acercando primero, tardeando y amagando con irse, quizá más
pendiente de los capotes, arrancándose y mostrando fijeza. Bravucón, que
plantaba cara, pero que siempre quería irse a tablas. Que todo esto podrá
parecer bueno, malo o regular, pero que mantiene la atención del aficionado. La
faena de muleta fue un camino constante para demostrar que se estaba dejando ir
el toro, simplemente por querer hacer lo de siempre, el toreo ventajista, con
demasiadas precauciones, pico, fuera… lo de siempre. Teniendo que recolocarse
constantemente, hasta que definitivamente el toro acabó marchándose a tablas.
Que es ahora muy habitual el aplaudir a los que buscan el refugio de las tablas,
allá los gustos. El sexto simplemente se dejó en el peto, mientras le hacían la
carioca, peleando con más ganas cuando ya no sentía el palo. Ya saben esos de “levanta
el palo”, en lugar del “sácalo”. A buenas horas un pica de los de antes iba a
levantar el palo, pero son otros tiempos, otro toro, otros toreros, otros
públicos… Se fue a esperar a los rehileteros a toriles, de donde lo sacó con
acierto Candelas. Una faena descompuesta, sin sustancia, trapacera, largando
tela y demorándose en exceso, como si cobraran por horas y no por toreo, y digo
toreo, no por cantidad de pases. Pero al final el personal hablaba de toros, de
ese al que se pidió la vuelta al ruedo, del otro que… y de que los toreros se
habían dejado de ir un encierro con el que podían haber espabilado a más de uno.
Ni botellones, en exceso, ni pancartas soeces, ni gritos propios de otros
lugares, lo que nos permitió saborear esas benditas gotitas de normalidad.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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