Es posible que los novilleros aspirantes a matadores de toros hayan errado al elegir el lugar de aprendizaje y... Y así nos va |
Cuando se va a una novillada, lo mínimo que el aficionado
espera es que los actuantes den muestras de querer ser en esto del toro, de
tener una afición a prueba de barrabases, de querer ser la reencarnación de
Joselito o Belmonte, de que les salga el toro soñado y soñar el toreo, de pasar
lo que haya que pasar para cumplir esa ilusión, ser matador de toros y por
supuesto, de hacerse ricos. Pero las cosas han cambiado mucho, ahora estamos,
desde tiempo, en una esfera que dista mucho de lo que siempre fue. Ahora los novilleros
son el cliente y aplican a rajatabla eso de que el cliente siempre tiene razón.
Ello, o los papás, ponen la pasta, pues ellos exigen y además se creen con
derecho a exigir a todo el mundo, empezando por el que paga por ir a una plaza.
Estos tienen la obligación de aguantarles sus perras, sus caprichos de niñato
consentido y cuidadito con no entrar por ese aro. Si ya hasta se permiten
elegir ganaderías como si llevaran veinte años de alternativa y hubiesen
rendido mil plazas a sus pies, la fiesta entera entregada a su ser. Que de
acuerdo que están empezando, que hay que tener paciencia con ellos, faltaría
más; pero si son ellos mismos los que se niegan a si mismos su condición de
noveles y transitan como figurones, pues tratémoslos como desean, aunque igual
tampoco les viene bien.
Novillada de Montealto bien presentada en líneas generales
pero que ha dejado bastante que desear, también gracias a la inexistencia de
ningún sentido de la lidia por parte de la terna que se presentaba en Madrid,
que se limitaba a dar manazos de recibo o hacer quites sin contar con las
condiciones de los novillos, que no eran capaces ni de sujetar a los animales
de salida. Que insisto en que están empezando en esto, pero no estamos hablando
de un encierro complicado, estamos hablando de aplicar unos fundamentos básicos
para poder vestirse de luces y además llegar a un San Isidro. Mal la novillada
en el caballo, donde se les ha picado poco y mal, en mitad del lomo y más allá,
puyazos traseros, cuando no casi en la paletilla, tapándoles la salida. Los de
Montealto echando la cara arriba y peleando cuando buscaban la salida o cuando
n notaban el palo. Y llegamos al último tercio, donde iban y venían y algunos
ofreciendo los trofeos en bandeja, pero… Ahí está el pero, los peros que
vestían de luces.
Diego Bastos mostró toda la tarde un largo repertorio de
toreo soso, aburrido y desganado. Con el capote inoperante y con la muleta algo
parecido. Lo de todos, pico, lejanías, enganchones y en ocasiones dando el pase
al aire, el trapo por aquí y el toro por dónde quisiera, que tampoco parecía será
lago que le incomodara al diestro. Desarmes, dejándosela tocar, pero sin
desistir ni por un momento de agotar el bono muletazos que pareció haber comprado
en la puerta de la plaza. ¿me da un bono de 200 trapazos? Pero había oferta y
si se llevaba 300, le regalaban un tutorial para tirar la montera y que esta
siempre cayera boca abajo.
Nek Romero, del que se dice que está a las puertas de la
alternativa, aunque no lo parecía, comenzó queriendo demostrar su valor y
dominio de las telas con un recibo a la verónica por abajo, pero si ahí
empezamos echando la pierna atrás, la estética se nos desmorona. El primero un
toro que anunciaba fiasco en los dos primeros tercios, fue ver la muleta y
venga a embestir, especialmente por el pitón derecho, a lo que el espada
respondía con unos muletazos fríos, muy mecánico, uno, dos, tres, los que
fueran, solo dándose vueltas y más vueltas, para acabar embarullándose. De
nuevo quiso lucirse en el recibo de capote, esta vez de rodillas, pero tuvo que
desistir de inmediato. Un novillo que en banderillas, con los toriles al fondo
iba como un tren, pero que al revés… Quiso calentar al personal en el inicio
del trasteo con eso que tanto gusta al público y que el aficionado no entiende
la necesidad, las culerinas, banderazos, para proseguir con ese dar pases como
un robot, que por otra parte eran enganchones con demasiada frecuencia.
Naturales largando tela sin más, prosiguiendo con esos automatismos tan fríos
como aburridos. Que Romero quería levantar los ánimos y recurrió a recursos que
igual en otras plazas que ha frecuentado surten su efecto, pero esta tarde en
estos lares, pues no.
Cerraba el cartel Samuel Navalón, que encandiló a los más
afines con verónicas echando la pierna atrás siempre. Inicio de la faena de
muleta de rodillas, desacompasado y vulgar, teniendo que renunciar a tal
empresa tras el segundo trapazo, para proseguir dándolos ya de pie. Pico,
enganchones sin reposo, precipitado, apelotonando pases, retrasando la pierna
de salida, muy fuera, muy vulgar, demasiado ventajista y unas bernadinas de
aquella manera, sin ser bernadinas, que ya se sabe que eso a muchos les llega
al corazón. Y tal compendio de incapacidad y trampas solo podía culminar de un
solemne bajonazo. Los partidarios pidieron la oreja y a los que ni les iba, ni
les venía y solo quería ver toreo, pues protestaron, pitaron, palmas de tango,
que se intensificaron cuando el caballero decidió darse una vuelta al ruedo por
su cara bonita. Buena manera de querer conquistar la plaza de Madrid. Pero ese “malogrado”
triunfo quedó en nada en el sexto, al que recibió a portagayola, sin saber
después tener la picardía de salirse de aquellos terrenos, quedándose allí como
un pasmarote soltando mantazo tras mantazo. Después del caos en banderillas allí
que se fue con la pañosa para instrumentar unos banderazos de inicio, que
serían la envidia de cualquier guardiamarina mandando señales a Elcano. La faena
transcurrió en un continuo abuso del pico, carreras, trapazos, para acabar
metido entre los cuernos del Montealto. Eso sí, cuando un torero se pega estos
arrimones pueblerinos, siempre se escuchan las palmas que rompen el silencio
por parte de un afisionao, afisionao, que sabe lo que es eso del arrimón
torero. Manoletinas sin el palo, que tiró lejos de sí al suelo, quizá porque se
preguntaba que para qué quería él espadas ni espados. Un pinchazo, otro, otro…
y una entera traserísima. No quería descabellar y luego se vio por qué, porque
lo del verduguillo no lo debía haber practicado suficiente, lo que es muy
lógico, ese día de clase se fue a aprender a darse vueltas al ruedo en mitad de
las protestas del que paga. ¡Ah, no! Que los que pagan son ellos y eso les da
derecho a exigir que se les idolatre allá donde vayan. Dos avisos y a punto de
caer el tercero quizá le bajaron un poco la soberbia a un joven que debería
preocuparse de muchas otras cosas antes que de alimentar la soberbia, la falta
de afición y la falta de recursos y capacidades para presentarse en Madrid en la
feria de su santo patrón. Y la duda que se me plantea es si estos que aún son
novilleros, si de verdad, ¿quieren ser toreros o solo figuritas?
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Excelente crónica
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