sábado, 11 de mayo de 2024

Si creen que siempre hay algo bueno… búsquenlo

La torería hoy en día parece ceñirse únicamente al amaneramiento alejado de la cara del toro y a manifestaciones excéntricas aparentando una genialidad tan falsa, como esa amanerada torería.


En esto de los toros los tópicos abundan por docenas, que el toro de cinco y el torero de…, que no hay quinto malo, que si al que no hace la cruz el demonio se lo lleva y uno que rebosa optimismo como si no hubiera un mañana, eso de que todas las tardes se ve algo bueno, que el aficionado siempre encuentra aunque solo sea una cucharadita de esencia torera para alimentar su espíritu de aficionado. Todo está muy bien, superior, pero oiga, que va uno con toda su buena voluntad y una carga extra de optimismo a la primera de feria y en la primera esquina te espera un malaje con un ramón de olivo empapado en agua y te suelta un soplamocos que te deja temblando el naso un mes; y el otro mes, pues a recuperarse del susto. Que vaya manera de empezar esta feria de San Isidro. Que íbamos hechos un brazo de mar a los toros, porque así lo han recomendado los que mandan en la plaza, que a los toros no se puede ir de cualquier manera, hay que ir hecho un pincel; de lo de las cabezas parece que no han dicho nada, si acaso eso ya más adelante. La cosa es quedar reguapo en las fotos oficiales de la empresa ¡Qué gusto! Cuanta gente joven, todo sonrisas, todo camaradería, quizá más que por pensar en el festejo, porque ya se están imaginando el monumental botellón que les espera y la culminación en el after después del sexto de la tarde. Que ya se sabe, el futuro está asegurado, pero no el de los toros, no, el de las destilerías de Beefeater, Johnny Walker o de los que producen el garrafón del güeno, ese que te cauteriza el alma ¿El festejo? El festejo, bien gracias. De verdad, ¿esta es la juventud que queremos en los toros? Esos que se pasan la tarde de aquí para allí, que si les dicen que no pueden salir ponen cara de lechuga al pil pil; esos que al acabar se ponen a tirar almohadillas sin pensar en que pueden partirle la cerviz a una buena gente que pasaba por allí. Eso sí, todos reguapos, que lo dice la empresa y con el entusiasmo que provoca el decir vivas a lo que sea o empezar a mentarle la madre a no sé quién, porque ellos son muy de defender la “tauromaquia” ¡Pa habernos matao”. Lo que no sé si alguien les habrá dicho a estas criaturitas que en esto siempre se ve algo bueno. Casi mejor que no, porque lo mismo se sienten defraudados, por lo que sea, y se pillan un berrinche, que a ver luego cómo se les calma. Que si alguno piensa que lo bueno, esa esencia de perfume caro iba a venir de lo los señores Lozano… ¡Blancazo! Que vaya encierro que han echado estos oligarcas de la fiesta. De presencia, pues vale, pero sin locuras, aquí no podía estar eso bueno que siempre aparece. Mansos como peluches, que notaban el palo de picar y salían llamando a su mamá camino de toriles. Que era notar el aliento del palo y ¡fiuuuuu! ¡Ahí te quedas con tu castoreño! Que tampoco es que los de luces hayan puesto demasiado de su parte por intentar sujetarles un poquito, porque los mantazos ni fijan, ni sujetan, ni dan esplendor. Que la cosa era que los alcurrucenes salieran ya sabidos, como todos, pero no. Que sí, que luego los ha habido que medio iban de acá para allá en el último tercio, pero siempre y cuando nadie osara intentar someterlos ni un poquito, muy poquito. Que sí, que los ha habido que esperaban en banderillas, pero, ¿con tan poquito nos venimos abajo con los palos? ¡Hombre! Que así no hay quién encuentre nada bueno, por poquito que sea. Que lo más emocionante ha sido un burro con cuernos tirando coces al caballo al tiempo que escapaba de allí como el rayo. Que si los petos no fueran de guata, de tanto derrote los habrían dejado que ni para que los zurzan las abuelitas de todos los presente allí presentes. Desastre ganadero. Busquemos lo bueno por otro lado.

La terna actuante, compuesta por Morante de la Puebla, máxima expresión del jarte jartoso, el pitiminí con alamares; Diego Urdiales, el que hubo tardes que nos puso delante lo que era el verdadero toreo; y García Pulido, que cuenta con un paisanaje de lo más fiel, pero que igual no contaban que una cosa son las novilladas rebosantes de corazones tan cándidos como benévolos y otra abrir la feria ya con el toro. Morante, del que se esperaba que desparramara jarte como si una DANA inundara la M30, pero… Que se nos puso tímido y la cosa fue que no. Dejó a sus toros corretear, ¡alegría! En sus dos toros dejó que el caos se adueñara del ruedo, sin tan siquiera intentar fijar, sujetar a aquellos mansos a las telas. En su primero probó y probó y volvió a probar con la pañosa, a veces hasta creando en algunos la ilusión de que aquello era lo bueno que se iban a llevar a casa, pero no, siempre muy fuera, abusando del pico y cuando el Alcurrucén ya se acomodó al paso de procesión, ahí hizo creer que había toreo, cuando solo había acompañamiento y sin alardes. Concluyó con un recital de pinchazos de todos los colores, tirando puñaladas alevosas sobre el toro. Con su segundo no estaba para dejar nada bueno y al cuarto trapazo ya montó la espada y a otra cosa. Hubo muletazos por bajo de cierta vistosidad, que no dejaron de ser trallazos galanos, pero trallazos, y dicen que un trincherazo. Y el personal, que no vio el jarte por ninguna parte, se enfurruñó y le pitó como no se pita a las divinidades. Lo que pasa es que lo mismo Morante no es una divinidad.

Diego Urdiales es un torero que siempre ha despertado expectación, aunque luego la galbana le inunde de arriba abajo, pero ahora, con perspectiva, casi uno prefiere la galbana a la socorrida vulgaridad para pasar el trámite. Mal en la lidia, sin cuidar los detalles, como hacer circular el caballo en el sentido de las agujas del reloj y no al contrario, como indica el reglamento, para picar al quinto yendo a favor de la querencia de manso. Hubo un aparente destello con un quite por verónicas, siempre con el pasito atrás. En cuanto al toreo de muleta, pues no parecía ni de lejos el Urdiales que un día vimos y que todavía algunos esperaban. Poco decidido, siempre fuera y tirando de pico sin rubor, sin rematar en ningún caso y dejando pasar el tiempo tanteando y tanteando, no se sabe a qué.

García Pulido, toricantano, pues venía a mostrar el toreo moderno de siempre, el del pase, pase y más pase. Incapaz con el capote, incapaz de llevar la lidia, incapaz de sujetar a ninguno de sus oponentes, incapaz de darle sentido y criterio a todo lo que hacía. Su primero se toreó solo, iba y venía el manso, pero él solo estaba para soltar su repertorio, que ya le podía tocar la Revolución francesa, la Guerra de los Cien Años, que él iba a los reyes godos y de ahí no le sacabas. Que lejos aquellos triunfos autobuseros prefabricados por el paisanaje. Que no llegaba ni tan siquiera a saber que en Madrid para pedir el cambio no hay que airear las guedejas, se le pide al alguacil y este ya sabrá lo que tiene que hacer. Contaba como puyazo el que el toro pasara cerca del peto y que el palo le pegara apenas un raspalijón, pero no, caballero, aquí, de momento, las cosas funcionan de otra forma. Pero él iba a lo suyo, a lo de todos, pases y más pases, siempre muy fuera, con el pico, sin mando, teniendo que recuperar el sitio y desesperando al personal que no aguantaba ya ni un trapazo más. Al final hasta hubo almohadillas en el ruedo, aunque tal y cómo estaba el personal, uno no acaba de saber si eran muestras de desagrado o la creencia de que después de los toros y antes del after, lo que tocaba era ejercicio de lanzamiento de cojines y si se tenía buena o mala puntería, desnucar al primero que pillara desprevenido en el tendido por semejante majadera barbaridad que a una panda de bárbaros majaderos les parecía divertido. Eso sí, si ustedes, gentes benévolas y llenas de optimismo, si creen que siempre hay algo bueno… búsquenlo.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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