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Contaban los más viejos del lugar que un día vieron a un toro romaneando |
Si preguntamos cuánto debe pesar reglamentariamente un caballo de picar, la respuesta es sencilla, si no tiene la cifra en la cabeza, usted se va al reglamento y ahí lo tiene bien clarito. Pero si la pregunta es cuánto pesan los caballos que salen a la plaza, ahí la cosa cambia. Ahí lo más probable es que nadie se atreva a dar una cifra. Unos, porque ven que el peso sobrepasa el reglamentado y otros... otros que lo último que harían sería reconocer que el peso oficial y el real no coinciden. Que cuentan que se pesan todos los caballos al principio de temporada, si hablamos de Madrid, pero uno piensa en pesarse antes de las Navidades y después y quizá no necesite ni pesarme, me basta mirar el agujero del cinturón.
Pero el peso de los caballos no es solo lo que mide la báscula, hay otros elementos que influyen y no se pueden medir en kilos o arrobas. Factores que, además de los kilos, influyen y mucho en el primer tercio. Nos encontramos en primer lugar con el peto, que podrá ser ligero como una pluma, que no lo es, pero que es rígido y demasiado largo, lo que impide que el toro pueda meter la cabeza y hacer eso que tanto echa de menos el aficionado, romanear. Ahora es casi un imposible, el peto no cede, no es nada flexible, lo que lo convierte en un muro con el que los animales están claramente en inferioridad, aparte del aspecto psicológico, en el que no voy a entrar. Y el que llegue hasta casi la pezuña de los equinos, pues se convierte en un inconveniente más. Así como tampoco vamos a incluir el factor jinete, que esa es otra. Pero claro, dejando de lado esto y lo otro, quizá estamos obviando demasiadas cosas, que dirán, con razón, que no se pueden obviar tantas cosas. Pero también digo, ateniéndonos exclusivamente a estos estadios primarios, tal y como está esto, ya es un verdadero abuso en el que el toro sale perdiendo.
Pero sigamos avanzando aparte de pesos y medidas, nos topamos con la forma en que se realiza el primer tercio, un señor aupado en un acorazado, con todas las ventajas a su favor, para además interpretar la suerte como el cantante de ópera que suelta gallo tras gallo, hasta completar el corral. Puyazos traseros, cuchilladas en la paletillas, navajazos traicioneros haciendo ojales en la piel del toro y por si fuera poco, esa nefasta, y a veces tan aplaudida, costumbre de agarrar el palo con el pulgar hacia abajo y mover y mover como si fuera una tourmix, una trituradora que tritura al animal, que por otro lado, y volvemos al principio, lucha contra un muro infranqueable que no cede de ninguna de las maneras. Un círculo vicioso que empieza en el momento en que el picador no para al toro, lo deja estamparse contra el muro, con la seguridad en que este se ampara, porque si no fuera así, ¿ustedes creen que levantarían el palo con tanta ligereza, que marcarían levemente el puyazo? Que sí, que los que esto lo piden y lo aplauden, pero si nos empezamos a dejar llevar por lo que se pide y se aplaude, ustedes me contarán.
Y si seguimos con más factores añadidos que vician y corrompen el primer tercio, vayamos con lo de hacer la carioca o tapar la salida, con un toro que se encuentra por un lado las tablas y por otro, y vuelta a empezar, con el muro con kilos, rigidez, volumen y malas mañas del que pica. Que siempre volvemos al inicio, al peso de los caballos y podríamos seguir hasta el infinito, como sería la inhibición de los matadores en este primer tercio, en el que lo mejor que se les ocurre es ponerse allí casi en su casa levantando el brazo y con la horrorosa excusa del vale, vale. Que eso es algo que ya casi nadie se cree y que más bien creen que la indicación es dale, dale. Pero los taurinos no paran de idear y proponer reformas de la puya, reformas los trastos, hasta unos dicen que por qué no decide el matador si salen los caballos o no, pero todo a favor para tapar un toro cada vez más blando, menos encastado, menos toro. Pero, ¡oiga! Que de eso del peso, el peto telón de acero, las sanciones a los que no piquen bien, a los que no actúen como se debe en ese primer tercio, de eso, ni mu. Y quizá hasta les viene bien que nos enredemos en lo del peso del caballo. Pues démosles gusto y sigamos enredados en el peso de los caballos, que ya vemos que no es poco, pero también con el peto, los puyazos, la colocación y... son tantas cosas. Pero tantas cosas, que sumadas, al final nos dará con casi plena exactitud, lo que pesa un caballo de picar.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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