martes, 28 de mayo de 2013

Riegan sobre mojado

No sé que problema hay en torear en una playa con la marea baja, ¿no?


Vaya si cayó agua las horas previas a la última novillada de feria, pero eso no tiene importancia, especialmente si esto pasa en el mes de mayo. Ya pueden caer chuzos de punta, ya puede llegar el agua por la corva, que no pasa nada, en mayo no es necesario suspender. Eso sí, caen cuatro gotas en marzo o abril y no hay más remedio que no dar la corrida. Yo imagino que será porque ahora, ya bien entrados en la primavera, el agua es diferente, cala menos, o los charcos son otros, o incluso, como en la feria está vendido gran parte del aforo, igual es que con la respiración del público se seca el ruedo antes y fuera de feria no. Y que nadie lo dude. Al empezar la novillada el piso estaba como un chocolate, pero eso era en apariencia, la realidad era mucho mejor, donde va a parar, aunque los areneros hicieran gestos y comentarios entre ellos al comprobar in situ aquella franquicia del balneario de Archena que Taurodelta ha montado en el ruedo venteño. Los charcos eran alucinaciones de los derrotistas enemigos de la Fiesta. Si en el quinto novillo, hasta hubo que poner el sistema de riego en marcha y es que aquello se secaba a tal velocidad que no se pudo esperar más y empezó a funcionar durante el tercio de banderillas. Qué bonita estampa, el torero con los palos, los otros con sus capotes en la mano y el toro en el centro recibiendo el agua de la vida. Fue unos segundos, pero debía ser agua almacenada desde marzo o abril, porque desde entonces me pareció que había barro por toda la plaza.

Hay que tener mucho cuidado con donde se riega, no vaya a ser que se riegue sobre mojado; lo mismito que hicieron los novillos de Carmen Segovia, vinieron a regar de mansedumbre una plaza que empezó a empaparse el primer día de feria de este mal tan poco agradable, mansada tras mansada y otra más, pero mansedumbre de esa que empapa bien y que perdura en el tiempo, aunque sean mansos del mes de mayo. Los chavales Tomás Campos, Curro de la Casa y Sebastián Ritter acabaron mojados hasta las orejas, sin ser capaces de nada ante unos potrillos descastados y lo dicho, mansos cómo animales de compañía.

Tomás Campos se quiso estirar para saludar al primer novillo, uno de esos que no gustan a cierto maestro, vamos, que tenía más trapío que algunos que hemos visto en corridas de toros. Una verónica se pudo rescatar de todas las que quiso dar, luego el animal anduvo por el ruedo a su aire, picotazo en el dos, para ir después a recibirle primer puyazo en su sitio, trasero y tapándole la salida, sólo se dejó, marchándose suelto. Después un picotazo y a cambiar. Estaba un pelín complicado, pues por el pitón derecho ya había apretado a los banderilleros. Banderazos y ayudados con los pies clavados en la arena, pero ese pitón derecho casi se le lleva por delante. Después muchos enganchones, sólo se limitaba a acompañar la embestida y a mantenerse en pie en ese horroroso barrizal, sin mostrar nada más que su toreo moderno abusando del pico y los estiramientos más un arrimón para animar, pero no dijo nada de nada. Un bajonazo trasero soltando la muleta descaradamente y a por el siguiente. Este salió corretón y a los mantazos respondió llevándose por delante un capote. Dos puyazos traseros echando la cara arriba, aunque al segundo encuentro se arrancó como si quisiera ser bravo, pero nada más lejos de la realidad. Sólo había que esperar al último tercio, una perla, por el derecho se comía al chaval y por el izquierdo le tiraba los pitones al cielo. Se defendía mucho del tercio hacia adentro, esperando mucho y entrando rebrincado, cosa que el espada no intentó arreglar en ningún momento. Todo un despropósito, y allá, cerca del pase mil, tras un desarme, entró a matar con una entera traserísima.

Curro de la Casa, que nos hizo recordar por unos momentos a aquel mito con los palos, Morenito de Talavera, y a su hijo, Gabriel de la Casa, que tantas veces pisó lo que en la novillada era una playa. Pero este chico nada tiene que ver con aquello y mucho menos su forma de torear. Al que tenía apariencia de chivito se lo tuvo que quitar de encima como pudo, pegajosito y con ganas de pasearse, cabeceando mucho en el peto, recibiendo dos picotazos, dejándose sin más en el segundo de ellos. Se acostaba por el pitón derecho y por el izquierdo tiraba todas las cornadas que pretendía que fueran ciertamente a un objeto determinado. Luego en la muleta dejó claro que había que torearle con distancia, pues él solito se declaró, arrancándose hasta con alegría a la muleta de Curro de la Casa, para que este sacara su alma de pegapases y trapazos. Ante esa incomodidad optó por ahogarle la embestida, tirar de repertorio efectista y acabar con una entera traserísima y un bajonazo de impresión. En el quinto, todo un toro, continuó en su empeño de secar el ruedo, dando unas verónicas que le hacían parecer más una veleta en día de Levante. Por el izquierdo se le empieza a quedar muy cortito, no quiere nada con los capotes, solo busca los toriles. En el caballo, la primera vez cabeceó casi histéricamente y en la segunda buscaba el otro lado de la montura. Sólo se le pudo picar una tercera vez, cuando se le tapó la salida. Se dolió en banderillas, recortaba que era un primor y ni el riego le calmó. Buscaba y buscaba y aunque el matador le recogió bien por abajo en los medios, la cosa no se adivinaba con un futuro prometedor. Voluntad para aguantar los parones y para retenerlo sin que se fuera al refugio de las tablas, pero no había manera. Al final se marchó allí irremisiblemente. Entera muy, muy trasera y caída perdiendo la muleta,  entera también caída y bajonazo del que tardó en caer, pues ya casi nos veíamos viendo salir a los cabestros.


Sebastián Ritter, colombiano con apellido de ciclista de otras épocas, no conseguía sujetar a su primero, con aspecto de cabritilla retozante, pero pegajosita y empeñada en organizar una fiesta campera en el ruedo, capotazo aquí, allí, en La Coruña, Cádiz o Badajoz. Fue a por el caballo cuando deambulaba por la puerta de toriles, notó el hierro y del salto casi se sienta con los de la banda de música. Ya en su sitio, medio empujaba de lado, queriendo darse la vuelta, se iba, volvía, vamos, todo un derroche de casta y bravura, pero como todos, esto no era novedad. Quite de Ritter a la verónica dándole la salida al novillo antes de tiempo. No tuvo nada que ver con el que hizo por gaoneras en el toro anterior, quedándose muy quieto y aguantando el ver como le pasaba el de Carmen Segovia muy pegadito a la taleguilla. Se dolió mucho de los palos y echaba la cara arriba. Pero esto no parecía tener importancia para el novillero, que se puso a dar trapazos a media altura, sin correr la mano, lo que trajo como consecuencia un desarme. Naturales enganchados, muy aburrido y apático, las manoletinas que no falten y una estocada casi entera, trasera y atravesada. El sexto, un novillo cortito, que se fue a esperar al personal a la puerta de chiqueros, se frenaba antes de tomar los engaños y se cruzaba de forma escandalosa y peligrosísima por el pitón derecho. Iba al bulto directamente, porque lo que pudo parecer una circunstancia excepcional fue la norma durante toda la lidia. Corneaba el peto sin rubor y de lado teniendo que taparle la salida para poderle picar. Muy aquerenciado en tablas, no había quien le sacara de allí. Con la muleta el Sebastián Ritter optó por meterse entre los pitones, intentando sacar muletazos sueltos. A parte de la parroquia les entusiasmo, algo que no se puede decir de otros muchos, que no veían sentido a aquello. Alarde más efectista que eficaz, pero que no parece que tenga que ver demasiado con torear y poder esa dificultad que le planteaba el novillo. La duda que me queda es sui la empresa mandaría volver a regar de nuevo aquel barrizal casi impracticable y que seguro que influyó en el transcurso de la lidia, especialmente en la confianza de los toreros, a los que cada zapatilla les debía pesar un quintal, pero mientras que no se permita torear con aletas, es lo que toca.

2 comentarios:

MARIN dijo...

Si es que en Madrid sois unos cracks. Cuando no os gusta como anda la cosa... a imitar al mismísimo sentimiento culé de poner los arpresores ya hala!, convertimos las Ventas en la viva imagen del Camp Nou. Cuanto daño ha hecho Mourinho en Madrid... Ostias! no sería eso ¿no? y el portugués estaba rondando por allí. Que malos que sois.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Que no hombre, que no, no seas mal pensado. Es que aunque cayó agua para llenar el mar, la arena de Las Ventas en mayo se seca muy rápido. Que ya sé que no lo parece, pero es puro espejismo, los charcos no existían, era la sensación de la vista, porque estaba seco, seco, seco. ¿Tú crees que se nos va a escapar ese detalle? Mira si se fijan en los detalles, que ayer decían que la de Jandilla estaba toda para atrás y hoy salvan 4, con lo que no se pueden devolver las entradas. Mira que piensas unas cosas, jejejeje.

Un abrazo