¿Quién no recuerda aquello de “busque, compare y si
encuentra algo mejor, cómprelo? Un titular potente y que transmitía una
confianza absoluta en el producto propio, aquel detergente. Era una forma
categórica de manifestar el convencimiento de la calidad de este, pudiendo
enfrentarse con todo tipo de manchas. La fuerza de la comunicación recaía
precisamente sobre el producto, no sobre los canales de difusión de este
mensaje, ni sobre el atrezzo que hacía más agradable la visión del anuncio; y
por supuesto que no se censuraba el que el consumidor eligiera a la
competencia, es más, se le empujaba a ello en caso de no ver cumplidas sus
expectativas, no se tildaba al posible cliente ni de desleal, ni de poco
limpio, ni nada parecido, se le retaba a que comprobara por si mismo cuál era
el mejor detergente para su ropa. ¿Se imaginan esto en el mundo del toro? Pues
ahora mismo esto es algo impensable, es más, resulta poco recomendable.
Paradógicamente, si el toreo respondiera a los presupuestos clásicos, esto del
busque y compare le vendría como anillo al dedo, pero claro, cuando el producto
mantuviera eses atractivos que nunca debió perder. Le decimos a la gente que en
la Fiesta hay emoción, que el toro impresiona por su poder y que mientras él
está en el ruedo la incertidumbre siempre está presente. Y con el añadido de un
señor que vestido de luces se planta con gallardía, con respeto y hasta con
humildad, dispuesto a vencer al toro, incluso desplegando arte, desgranando belleza,
armonía, suavidad, naturalidad y el dominio enérgico sobre una fiera.
El taurinismo clama medidas para conseguir que la Fiesta de
los toros entre en un renacimiento, en una época de florecimiento del toreo y
que abandone este “pasajero” momento de penitencia y abandono al que la
empujaron fuerzas ajenas y marcadamente hostiles a los toros. Que si buscar
mayor presencia en la tele, en la radio y en los papeles, que si acercar la
Fiesta a los jóvenes, el turismo taurino visitando ganaderías, reparto de
pañuelos a la entrada de las plazas, dar amplia difusión a los triunfos de los
maestros, a los indultos, a las gestas, a las fiestas de presentación de
temporada, cursos intensivos para aficionados prácticos, a tantas y tantas
cosas que se suponen que son la encarnación de la modernidad y que en
consecuencia harán que los toros interesen al personal. Pero no hay quien se
atreve a eso del “Busque y compare”, no vaya a ser que el cliente haga caso y
se aficione a otras cosas como el punto de cruz, la cocina pakistaní o el bingo
en la hora de la merienda del hogar del pensionista.
Hay un precepto inamovible en el mundo de la comunicación,
especialmente en lo que a la publicidad se refiere y es que los mensajes no van
encaminados a que el cliente potencial compre el producto o contrate el
servicio que se publicite una vez, la cuestión es lograr la repetición y para
ello resulta imprescindible que lo ofertado atraiga el interés sobre él, que
responda a las expectativas iniciales, que satisfaga la necesidad que desea
cubrir el comprador, consiguiendo a partir de ese momento formar parte de su ámbito
como consumidor. Los taurinos ven con malos ojos las críticas, no admitiendo
ninguna opinión que no les sea absolutamente favorable, como si esto fuera la
causa de que su “producto” no sea admitido; el personal no vuelve a una plaza
de toros porque unos señores escriben “barbaridades” en los blogs. ¿Se puede
ser más simplista? La cuestión es muy simple, el neófito acude a un festejo y
si lo que ve le aburre sobre manera, en el mejor de los casos puede que repita
una vez más, pero si el panorama no cambia, es probable que no vuelva más a una
plaza, a no ser que actúen Sabina o Shaquira. Y lo que es peor, si además
escucha que eso que le ha aburrido es lo más grande, lo mejor de lo mejor, la
quinta esencia del arte, lo único que se logrará es que se reafirme en una
idea: no le gustan, ni le gustarán jamás los toros. Como ocurre con la
publicidad y los productos que se anuncian, no hay nada peor que patinar la
primera vez. Será más fácil conseguir cien nuevos adeptos a la causa, que
recuperar uno que se ha visto defraudado en su primera experiencia taurina. Puede
que en algún caso se vea arrastrado por una tarde de merienda en compañía de
los colegas, pero igual prefiere tomar el aperitivo a tener que tragarse una
tarde de sopor.
Así que quizá lo mejor sería que los señores taurinos se
pensaran en mejorar el producto, quizá volviendo a la esencia, a los orígenes
para empezar a construir de nuevo, pero ya sobre una base sólida y firme, que
no es otra que el toro. Todo esto no quiere decir que para atraer al público
sea necesario alcanzar el éxtasis todos los días, no nos equivoquemos. Con el
toro y la emoción que este genera se conseguirá crear un interés e incluso yo
diría que hasta eliminar poco a poco cualquier posible rechazo a los toros; y
el día en que el neófito consiga ser testigo de algo grande, cuando consiga
alcanzar el éxtasis, entonces ya no es que se interesará por la Fiesta, a
partir de entonces será un cofrade entregado de esto que un día fue grande y
que no necesita demasiado para cautivar, casi es suficiente que el espectador
saboree las sensaciones que únicamente se dan cuando hay un toro en la plaza. Cuidemos
el producto y entonces podremos decir sin miedo eso de “Busque, compare y si
encuentra algo mejor... avíseme”. Eso querrá decir que ha vuelto José Tomás.
4 comentarios:
Que razón llevas Enrique, con eso de ponernos en la piel de la persona que va por primera vez a los toros. Es de vital importancia. Fijate con lo Morantista que soy, que lo vengo viendo desde que estaba sin caballos, incluso he compartido tentaderos con el, y que con la popularidad que arrastra una persona pruebe a ir a verlo la primera vez que va a los toros. Si tiene una de esas tardes arrebatadoras del de la Puebla del Rio, hemos ganado un aficionado. ¿A la tauromaquia o a Morante?...ahí lo dejo. Pero si por el contrario se topa con una de las muchas tardes de apatía de Morante, de esas en las que no aparecen las musas...a este no lo volvemos a ver por una plaza aunque canten Sabina o Shakira.
Pero te voy a poner un ejemplo basado en una historia real (como en las pelis). El año pasado vi la concurso de Zaragoza por la tele con un chaval que nunca había visto un festejo al completo. Había visto revistas y reportajes de tendido cero, pero nunca un festejo. Catorce años tiene la criatura, y se quedó maravillado con los seis toros que salieron al ruedo, de encastes diferentes, cada uno con sus virtudes, con la suerte de varas...con la lidia.
En fin, que yo me quedo con Sabina, que a mi la Shakira, entre que no la entiendo y que es del Barça...
Un abrazo.
Los taurinos creen que lo hacen está muy bien hecho, y que es culpa del chá,chá,chá que cada vez vaya menos gente a los toros, por tanto, no estan dispuestos a cambiar lo que creen estar haciendo bien, pese a la tozuda realidad.
Marín:
Tal y como tú dices, basta con ver esto tal cual es y ya se percibe algo, hay cosas que te atraen, que te enganchan y no sabes por qué. Luego ya sabrás explicarlo, pero de momento ya te tiene en sus redes.
Un abrazo
Costillares:
Me recuerdo esto a lo que también se dice en márquetin, primero hay que localizar el problema, luego sus causas y una vez estudiada la cuestión, se aplican soluciones. Estos ni han empezado con el primer paso; están en la prehistoria, en lo "La culpa es del otro".
Un saludo
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