Si Revisor levantara la cabeza, ¿qué diría de sus compañeros de cercado? |
El día de Cuadri en San Isidro está marcado a fuego en el
calendario de los aficionados y, por supuesto, en el de los ganaderos, ejemplo
de honradez, honestidad y afición. Todos esperamos esta corrida con la ilusión
de ver la casta, la bravura y la fiereza del toro de lidia, pero también sucede
que esta ilusión empieza a venirse abajo a medida que van saliendo los toros,
hasta que al doblar el último toro ya no hay forma de mantenerla a flote. No he
escuchado al ganadero hablar al ganadero, pero no me cabe duda de que no habrá
puesto ni un paño caliente a la decepción sufrida. Su extrema afición no se lo
permite y su honestidad con la Fiesta no se lo permitiría. Ni la aparición del
castaño que salió cuarto le valdrá de consuelo. Si acaso, le podrá servir de
ayuda para saber dónde ponerla mirada para que las cosas no vuelvan a salir del
modo en que han salido. Estaría bien que los matadores también hicieran examen
de conciencia y reflexionaran sobre lo que ellos han aportado al fiasco de la
corrida de Cuadri. Porque a ellos no se les puede responsabilizar de las
condiciones del ganado, pero sí de como conducen la lidia, o mejor dicho, de
cómo no la conducen. Pues en su debe está el no haber tenido recursos para
poder a la corrida. La conjunción planetaria toros toreros se puede resumir en:
“se juntó el hambre con las ganas de comer”.
No se puede decir que los de Cuadri hicieran cosas feas,
feas, pero tampoco las hicieron buenas. El primero ya salió escarbando y a
continuación se puso a sacar astillas del burladero, se desplazaba largo por
ambos pitones en las verónicas de Encabo, que hasta aguantó firme en alguna de
ellas. Se le picó trasero en la primera vara, sin castigo apenas, tapándole la
salida, mientras el toro simplemente se dejaba. Desde un poco más lejos en la
segunda, de nuevo puyazo trasero y en muy mal sitio, pues el animal sangraba
exageradamente. El matador puso banderillas, quizá con el único mérito de
parear por los dos lados y sin que tuvieran que estar colocándoselo
milimétricamente. La faena la inició por abajo, pero en el de pecho, con el
brazo muy estirado y echándoselo para afuera, ya dio una idea de lo que podía
venir después. Abusando del pico, tomó la muleta en la mano izquierda, hasta
que se le coló por el amplio hueco entre el bulto y el engaño; muchas dudas,
más pico y además dejando la muleta retrasada, para acabar atosigando al
animal. El cuarto un castaño de los que antes no se veían en esta casa,
embestía bien por los dos pitones. La primera vara fue un despropósito, sin que
el jinete encontrara toro con el palo, lanzando picotazos allá donde pillaba.
Mejor en el segundo puyazo, yendo el toro desde un poco más lejos, pero sin
exageraciones y sin poder afirmar que le pusieran de lejos. Pero el castaño no
se arrancaba; hay que agradecer a la cuadrilla y matadores que eligieran ese
momento para acondicionar sus capotes, muy cerquita del piquero. ¿No habrá
forma de que cuando el toro esté frente al caballo, ellos estén en los arrabales
de Pernambuco? ¿No hay forma de que se haga la suerte en condiciones? Al final
acabaron metiendo al toro entre las dos rayas, quizá para evitar que el golpe
fuera mayor, pero no se pudo evitar. El toro desmontó al jinete, que se llevó
un impresionante batacazo, quizá le tiraron el mismo toro y el pánico, como
comentaba un vecino de localidad. Pero ya se sabe, el miedo es libre... y a
veces, peligroso. Cambiaron el tercio sin que el toro estuviera picado y el
primero que lo sufrió fue Ángel Otero, que a pesar de todo, dio un ejemplo de
torería y si les digo que solo clavó un par y que en dos entradas dejó solo uno
y de mala forma, lo mismo creen que servidor ha perdido la chaveta
irremediablemente. Pero yo les cuento y ustedes juzgarán. En su primer par,
Otero clavó con dificultad y exponiendo, un buen par por el pitón derecho,
aguantando que el toro le echara la cara arriba. El tercero, su segundo, se
barruntaba que iba a ser de órdago. Y un órdago sí que echo. Citó dejándose
ver, con el toro muy fijo en él, se arrancó el toro, al que ya de por si era
jod... complicado ganarle la cara, llegaron al momento del embroque, el torero
se cuadró y el toro lo desbarató todo echando la cara arriba defendiéndose. Los
palos volaron como palillos. El usía cambió el tercio, pero Ángel Otero, que
veía pisoteado su orgullo de torero, pidió permiso y de nuevo los palos y
volvió al toro. Dejándose ver todavía más, solos el toro y él y “naide pa’
estorbar”. Solo el matador bregando y poniéndoselo en suerte a su banderillero
¡Toro! Y el de Cuadri que se arranca, Otero en su busca, cuadra de nuevo,
permitiendo mucho al animal, pero otra vez los pitones a las nubes y de mala
manera solo dejó un palo. ¿Fracaso? No se puede fracaasar cuando se pone tanta
afición y tanto corazón. No salió la cosa, de acuerdo, pero no puede decirse
fracasado al torero que con torería quiere vencer un imposible. Si de primeras
vio su orgullo pisoteado, al final no tuvo que sentir otra cosa que el
agradecimiento y admiración del público. Ya llegarán otros toros en los que
seguir demostrando lo que es, un torero. Y es que no es lo mismo el que te
vengan con la trampa queriendo hacerte el tocomocho, a que se te presenten con
tanta verdad. El toro se había quedado muy complicado. Comenzó Encabo por abajo
e inmediatamente quiso empezar con la mano derecha. El toro se arrancaba pronto
y exigía que se la dejaran puesta, pero eso era fácil decirlo. No daba tiempo,
se volvía muy rápido, queriendo coger la tela. Muletazos regañados alargando
mucho el brazo. El toro no dejaba de tomar la muleta, pero dando mucha
sensación de incertidumbre, como si no acabara de entregarse del todo.
¿Emoción? ¡Taquicardias! Pero en cuanto veía el trapo rojo, allá que volvía, al
tiempo que se había echo ya casi con el mando de la situación, mientras Encabo
no podía ya mucho más. Cambio a la mano izquierda, pero por ahí el matador iba
peor, y ya con intenciones de ahogar aquel vendaval desde las cercanías. De
nuevo al derecho, pero ya nada hubo que hacer. El matador no estuvo a la altura,
eso está claro y creo que es evidente, pero yo tengo que reconocerle el que
anduviera por allí ante este castaño muy complicado y al que había mucho que
torear. ¡Lástima! No se le toreó.
Robleño volvía con los de la “h” tumbada, quizá ya habrá olvidado
a aquel Brigada. Su primero, el segundo de la tarde, salió frío, muy parado. En
el caballo se limitó a pelear sin entusiasmo, solo con el pitón izquierdo, le
hicieron la carioca y al final se durmió en el peto. Así, en el segundo puyazo
se dejó sin más, acudiendo al peto al paso, para recibir una vara muy trasera,
casi simplemente señalada. Sin meter la cara en banderillas, cortando una
barbaridad por ambos pitones. Muletazos por abajo, en los que Robleño
colaboraba para cortarle el viaje. Derechazos levantando de forma poco aconsejable
la mano. Si accidentalmente se la bajaba, el toro se entregaba más, pero la
tónica fue el banderazo continuo, para acabar acortando distancias y cambiando
de mano una y otra vez. Arrimón y trapazos ya con el toro demasiado cerrado en
tablas. El quinto, bien presentado, como todos, no parecía un Cuadri al uso. Se
quedaba más corto de salida; puyazo muy trasero, derribando al caballo y, ¿cómo
no? el audaz monosabio que sale a colear al toro. Es como un castigo, parece el
mozo osado del pueblo que sale en las capeas del día de la fiesta mayor a
exhibir su valor. Señor monosabio, quédese quietecito, que hay señores con
capote que están para citar al toro, para hacer los quites y sobre todo, para
que usted se esté quietecito. Que la muchachada le jalea, pues que le jalee,
pero quietecito. Si acaso en Brazarrobledo le ovacionen y le pongan una calle
por sus méritos, pero en esta plaza, al menos de momento, métase las manos en
los bolsillos y deje de colear a los toros de una... vez. Justito de castigo en
la segunda vara y al levantarle el palo, el toro se crecía en la pelea. Cortaba
por el pitón derecho y por izquierdo apretaba que era un gusto. Mano alta para
comenzar Robleño el trasteo, dando la sensación de estar a merced de lo que
quisiera el Cuadri. Muchas dudas, sin ver claro por donde meterle mano al
animal, muletazos de uno en uno, más para reponerse él del trance, que por que
el toro lo exigiera. Toro complicado, aunque tampoco merecía el bajonazo tan
infame con el que el matador se lo quitó de encima.
Alberto Aguilar ha sido un matador que en su momento contaba
con cierto agrado del público, pero a cada oportunidad que le dan se ocupa de
hacer que esto se vuelva del revés. Ya de salida a su primero le recibió con
una sarta de capotazos sin parar quieto, bailando permanentemente. El animal de
momento seguía los engaños de buena manera. Primer puyazo muy cerca, pero
bueno, es el primero, marronazo en la paletilla. El toro cumple sin más,
empujando con fijeza. De nuevo muy cerca para la segunda vara, impidiendo que
se pudiera ver al Cuadri, que tardeó antes de ir al peto. Y esto lo puede
contar a la perfección Rafael González, que no se despegaba del caballo. Cuando
quizá todos hubiéramos agradecido que se fuera veinte metros pa’llá, justo en
las proximidades de Pernambuco. Ya con la muleta, Aguilar se lió a pegar
trapazos muy distantes, estirando el brazo hasta descoyuntarse. El toro se le
venía hacia el hueco entre él y el engaño, teniendo que salir de espantada del
compromiso. Mano alta, deambulando por el ruedo y no consiguiendo otra cosa que
desaprovechar lo que pudiera tener el toro, que no era mucho, pero con esta
forma tan demencial de lidiar, es muy difícil que un toro le responda. Naturales
metiéndose en las orejas antes de que el toro hubiera acabado de pasar. Ni para
perfilarse a matar se quedó quieto el madrileño en este toro. Su segundo, como
casi todos sus compañeros, salió siguiendo los vuelos del capote. En el caballo
fue con la cara alta, sin emplearse y cabeceando el peto cuando le tapaban la
salida. En la segunda vara el caballo fue al toro y no al revés, ya saben, que
arriman el piano a la silla y no la silla al piano, pero bueno. El toro cortaba
por el pitón derecho, mientras la lidia fue un auténtico calvario, haciéndole
las cosas muy mal. Vinieron muletazos levantando la mano, mucho trapazo y
demasiadas precauciones por parte del torero, que no estab muy por la labor de
aguantar al último Cuadri de la tarde, al que ni se el ocurrió que quizá
macheteándole por abajo le facilitaría eso de entrar a matar. ¿Buena corrida?
¿Encastada? ¿Brava? Pues no, ni mucho menos, pero si a esto unimos la poca
pericia por parte de los de luces y esas lidias tan poco afortunadas, por no
decir desastrosas, pues acabamos como acabamos, que no fue día ni para
emociones fuertes... ni paños calientes.
2 comentarios:
Enrique: El hambre y las ganas de comer. Y no nos hace falta a nadie soltar una parrafada diciendo más, porque sobraría.
Un abrazo.
Luis:
Ya los habrá que aprovechen la circunstancia para arrimar el ascua a su sardina, igual que otros verán la luz y se arrimarán aún más a lo de Domecq, aunque luego vociferen que no quieren nada de Juan Pedro, pero en el fondo es lo que buscan. Quizá serían felices viendo a un Cuadri o un Miura, entrando como borregos a los engaños. Así sus "encastes minoritaros" triunfarían y verían que en los carteles cambiarían Cuadris por Victorianos. Si ese día llega, no tendré ya motivos para seguir en esto. Que Dios nos guarde por mucho tiempo la variedad, lo no previsible de estos toros y el que no sean la tonta del bote que caza muletas como el que caza mariposas, despacito y con cuidado de no apretar.
Un abrazo.
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