A veces las buenas acciones se ven más y enseñan mucho más aún, que la pancarta más grande del universo |
Los preparativos de la magna manifestación del 13 de marzo
ya deben estar a punto, los organizadores ya tienen que estar ultimando los
últimos detalles, flecos, cómo dicen ahora los más modernitos. Va a acudir
gente de todas partes, ¿por qué? Muy sencillo, porque son muchos los que
sienten esto como algo muy suyo, algo absolutamente imprescindible en sus vidas
y que quieren defender a toda costa, de la manera que sea. Otra cosa es que
otros cuantos piensen que las vías son las más adecuadas, pero ya saben, cada
uno tenemos nuestra opinión. Lo que me gustaría que me explicaran es como los
organizadores o los que la apoyan con tanto ímpetu en los medios de
comunicación, grabando vídeos o con twitts de esos enérgicos de “el 13 yo estaré
allí”, cómo serían capaces de defender todo esto ante alguien que les pone
delante unas imágenes bochornosas de los figurones delante de mojicones con los
pitones despitorrados. ¿Fue un accidente? Desde luego y muy desgraciado; y ya
demasiadas veces repetido. Tantas veces, que es lo habitual y lo que debería
ser norma se convierte en accidente.
Pero parece que los corazones están más dispuestos a que
cale en ellos el victimismo de los tramposos acosados, que la indignación
contra los negociantes tramposos que mercan con todo eso que escriben en las
pancartas, nuestra historia, nuestra tradición, lo nuestro, como si todo eso
les importara. Anda que dudan cuando se trata de echarnos el medio toro al
ruedo, ya sea desmochado, desfondado o desmoronado. Poco les importa que esa
danza nada tenga que ver con el toreo y sí con una coreografía ridícula y
mentirosa. Pero tranquilos, que siempre asomarán los buscadores de coartadas ad
hoc, los oficiales que luego se verán recompensados satisfactoriamente y los que
solo pueden aspirar a que la muchedumbre les admire por lo bien que repiten las
consignas oficiales de la tauromaquia 2.0. Esos que solo consideran torear al
pegar pases, a los que les molesta el caballo y hasta parece ofenderles la
suerte suprema, que de tal categoría la han degradado a trámite incómodo que
echa a perder los “merecidísimos” triunfos de las figuras; y no se les ocurre
otra cosa que intentar minimizar el momento de la estocada y si llega el caso,
hasta evitarlo, no vaya a ser que a los mediocres se les vea el cartón; cuánto
bochorno han evitado los indultos.
Todos a la manifestación, a dejar clara esa peligrosa
idolatría debida a la “unidad”, disfraz de la uniformidad, la que da autoridad
moral a convocantes y adheridos para expulsar de la Fiesta a los no asistentes
o no conformes con la asistencia. Autoridad de la que se invisten para dar el
carnet de aficionado, ¿qué digo? De buen aficionado, de aficionado de verdad.
Será el único gesto de buena voluntad a muchos que sienten que aman, que darían
todo por la Fiesta y que están dispuestos a dejar pasar lo que otros no son
capaces ni de intentar admitir. Unos verán que esa es la única forma de salvar
todo esto, unámonos a los taurinos y a ver si como ellos dicen, luego van
arreglando todos los desbarajustes que hacen que todo esto se tambalee. Pero,
¿cuánto tiempo llevan diciendo que van a ponerse manos a la obra para
solucionar los males de la Fiesta? Díganmelo ustedes. Pero no dan ni un paso,
ni tan siquiera hacen ademán de querer echar a andar. Eso sí, en sentido
contrario no dan puntada sin hilo. No hay esfuerzo en balde para defender el
negocio, no cejan en su afán de allanar el camino de la comodidad a esas élites
que todo lo manejan, ponen toda la carne en el asador cuando se trata de excluir,
arrinconar y hasta expulsar de la Fiesta a toda voz medianamente crítica.
Contemplan con satisfacción como la cabaña brava va uniformándose obedeciendo a
sus intereses y demandas abusivas. No les importa lo más mínimo acabar con el
prestigio que muchas plazas vienen cultivando desde hace siglos, entre ellas la
de Madrid. Arrasan contra la historia y contra los maestros de siempre,
simplemente para justificar su mediocridad, sus manejos y su absoluta ausencia
de afición. ¿Y quieren que nos pongamos a su lado, codo con codo, en la
manifestación de Valencia? ¡Hombre! Que si ellos no tienen dignidad, ni
vergüenza, ni amor a esto, hay gente que sí y que siente los Toros como algo
mucho más importante que un negocio, una diversión, un medio de vida o simplemente
un lugar donde encontrarse con los colegas para echar unas copas. Que seguro
que hay muchos que irán con la mejor de sus voluntades, claro que sí, pero no
nos pidan a los demás que tengamos las tragaderas tan a prueba de bombas. Y eso
sí, si asoman estos que en Castellón, por hablar de lo más reciente, son
cómplices del esperpento del toreo que se vio en el ruedo, no se extrañen de
que se quieran convertir en los máximos protagonistas y si quieren mantener esa
idolatrada, en exceso, unidad, dejen sitio en la pancarta.
Enlace del programa Tendido de Sol del 7 de marzo de 2016:
2 comentarios:
Lo visto en Castellón es una vergüenza, como sigan así se van a cargar la fiesta. Hay que luchar por volver a revivir la esencia del verdadero toreo y no permitir este toreo a cualquier precio.
Alberto:
Para ese objetivo, cuenta conmigo y seguro que con muchos aficionados que claman y añoran la verdad del toreo.
Un saludo
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