Si alguien no ha escuchado alguna vez eso de la variedad de
encastes, lo bueno, lo deseable, que nos quita el sentido, que se tire al
Manzanares, porque eso es que no está vivo, que hace tiempo que abandono el
mundo de los vivos. Lo que no acabo de entender es el motivo de esta demanda,
pues por un lado oigo una cosa y por otro veo otra distinta, muy del gusto
Domecq, eso de que tanto abominan. Que no digo yo que la cuestión vaya por la
bella lámina que presenta el toro cárdeno, el berrendo o el ensabanado, que ya
en si mismo es una estampa para enmarcar, pero no creo que la cosa vaya por
ahí.
Pero realmente, ¿para qué piden toros de otros encastes a lo
de domecq o núñez, si a la postre lo que quieren ver y lo que valoran es esto?
¿Para qué quieren otras cosas si el patrón que aplican es este? Que vemos salir
un bobalicón de Santa Coloma, Albaserrada, Veragua o Pablo Romero que sigue la
muleta como un perrillo y hasta le echamos valor y afirmamos que salimos
contentos y satisfechos de la plaza. ¿Qué espectáculo es el que queremos? ¿El
de la variedad que siempre fue seña de la Fiesta de los Toros o el del
monotercio del pase, pase y pase? Resulta gratificante ver a un toro arrastrar
el hocico por el suelo, pero que sea queriendo coger la tela y no siguiendo la
zanahoria. ¿Se puede salir contento cuándo con este tipo de toro nos roban el
primer tercio o simplemente el animal no cumple de la forma que se espera que
lo hagan los que lucen un hierro de esos tan mal llamados encastes
minoritarios? Allá cada uno, pero es cómo entrar a una peli de Kurosawa y que
te suelten una de Almodóvar, ¿no? O entrar a “El Imperio de los sentidos” y que
te zasquen con “La canción de Bernadette”. Que películas son, no digo yo que
no, pero no es lo que esperábamos, ¿verdad?
Cuántas veces hemos salido de la plaza de ver una corrida de
esos hierros que todos tenemos en la cabeza y no podemos con la decepción de,
después de haber visto cómo se masacraba al toro en tres largos y mal aplicados
puyazos, te sale el espabilao domecqticado y cómo no ha aguantado nada más que
treinta muletazos, te suelta que no ha tenido fondo en la muleta. Con un par.
Pero, ¿hemos venido a setas o hemos venido a Rolex? Que no digo yo que no tenga
que ser esto así, que seguro que sí, pero permítanme que me asombre. Y si ya
entramos en cuestiones de presencia y trapío, ahí ya nos podemos volver
tarumbas. Que a mí me gusta el toro grande, que imponga, pero hombre, con
lógica y eso sí, sin que tampoco me quieran engañar, algo muy habitual si
hablamos de algunas ganaderías, especialmente la de origen buendía, en que a
veces, solo a veces, me quieren hacer pasar el gato por toro. Tampoco es eso.
De la misma manera que me quieren hacer por toro de lidia, toro de Madrid, por
ejemplo, el animalote con tres metros entre pitón y pitón. Que un día, cómo
extrañeza, está bien, es curioso y hasta atractivo para ver cómo se desenvuelve
el torero, pero que esta excesiva arboladura no sea el velo que esconde al
novillo.
Es complicado todo esto, muy complicado y los mismos
matices, finos matices, que rodean esto del toro, pueden hacer que lo blanco no
siempre sea blanco, ni el negro, negro, pero lo que no es admisible es que
queramos que el verde sea negro, que el amarillo sea negro, que el rojo sea
negro y así todos los colores que se nos vengan a la cabeza, porque el negro
combina muy bien. Porque, ¿no será que usted solo quiere ver el negro? Que el
verde puede conjuntarse muy bien con un tercio de varas con tres puyazos y
cumpliendo en el caballo, con arrancadas alegres de desde lejos, otras el malva
exige que se le haga todo por abajo desde el primer capotazo, el rojo te pide
que todo se le haga muy bien para que lo que podía valer no llegue a
convertirse en imposible, el azul igual te pide que estés muy atento y que poco
a poco le vayas metiendo en los engaños... Anda que no hay colores, más que en
una caja de Alpino de veinticuatro. Y perdonen los lectores de otras latitudes,
los Alpino eran las pinturas que los niños españoles nos encontrábamos la
mañana de Reyes junto al resto de los regalos. Qué empeño en que pintáramos.
Pero vamos, que si me dicen que el único color posible es el negro, pues
adelante, uno tragará y tendrá que intentar hacerse a la idea de que en esto de
los toros se acabó la variedad y que no hay opción a otros matices, todo negro,
negro y negro, nada de verdes, azules o amarillos, pero por favor, luego no me
digan que lo que quieren es la variedad cromática del espectro de colores,
porque a mí me da que lo que realmente pasa es que ustedes no quieren variedad
de encastes.
2 comentarios:
Qué tal Enrique! Siento no pasar más por tu casa pero es que cada vez estoy menos interesado por la tauromaquia. "Esta Fiesta" no me gusta, salvo honrosas excepciones. Sólo una puntualización a tu entrada, a mí lo que me gusta no es la variedad de encastes, sino la variedad de comportamientos. Me da igual que me lo proporcione una ganadería como la de Juan Pedro en el San Isidro de 2015, la de Baltasar Ibán o, por supuesto, la de Saltillo. Lo que no puede ser es ir a la plaza a perder el tiempo como nos pasó (que te vi en tu atalaya) el Domingo pasado con los moruchos de San Martín.
Al tiempo oímos que esto se acaba, que los del pacma están cada vez más puñeteros, etc. Señores taurinos, si quieren que esto no se acabe pongan emoción al asunto y verán como ese quinto de plaza que se ha convertido en tónica habitual pasa a ser un cuarto o un tercio. Esa es la manera de defender la tauromaquia.
Espero que te diviertas este Domingo, si vas... Lo de Lagunajanda no es lo mío y ya me niego a financiar este tipo de festejos. Espero que sea más interesante lo del Conde de la Maza.
Un abrazo
J.Carlos
J. Carlos:
Completamente de acuerdo contigo. Ahora está esta fiebre de encastes, tragan lo de llamarles encastes minoritarios, parece como si la mano del criador no importara y cuándo salen, les pasan a todos por el tamiz de la modernidad. ¿Entonces? Para ese camino no necesitamos alforjas.
El domingo volveré y así hasta no sé cuándo, esperando ya no sé qué. Mira que han salido toros y novillos este verano para torear a gusto, pero nada, no salimos del pase, pase, pase y las orejas autobuseras y con eso ya nos conformamos.
Ya sabes que el día que vayas, a no ser que pase algo gordo, allí me encontrarás contemplando los últimos días de Pompeya.
Un abrazo
Publicar un comentario