Decían los antiguos que esos telonazos por alto, efectivos, pero que engañaban al público como a chinos. Pues yo, ni quito, ni pongo rey |
Al hablar de la plaza de Madrid y de las gentes que la
pueblan, algunos dicen verdaderas barbaridades, como si el granito de
Guadarrama ejerciera un poder maléfico sobre los espíritus de aquellos que con
cierta frecuencia asientan sus posaderas, vulgo culo, sobre él. Y a ver quién
se atreve a rebatir este argumento. Corren leyendas de que si un alma cándida
se ubica en ciertas localidades, aunque sean dulces infantes que no llegan a la
decena, sufren una metamorfosis tal, que les convierte en verdaderos bichos.
Bichos que desarrollan un sexto sentido para ver los toros más chicos que el
resto de la plaza, que adivinan el abuso del pico antes que sus compañeros de
localidad y hasta se dice que les brota una extraña alergia a orejas regaladas,
triunfalismo desmedidos o simplemente a lo de devorar pipas durante la corrida,
teniéndose que aguantar las ganas de soltarle un sopapo a esos que tejen esas
repelentes alfombras de cáscaras, pipa a pipa. Pero eso son leyendas, aunque
también puede ser que haya nombres que sirven de antídoto al purismo venteño
tan comentado allende las fronteras de Guadarrama. El Tajo, el Jarama o el
Alberche. Baste con que asome en el programa el nombre de tal o cuál
banderillero o picador, para que Madrid se deshaga en ovaciones; es lo que los
expertos han bautizado como el síndrome de la ovación por programa. Pero esto
también se extiende a los matadores, por supuesto. No verán a los guardianes de
la plaza entregados a nombres como Fandi, Juli, Padilla, Ponce o tantos otros.
Que estos también ponen de su `parte para que así sea y mucho, pero los hay que
con los mismos méritos ven a los más severos entregados. Y si no, parémonos a
reflexionar sobre nombres como el de paco Ureña. Será que estén deseosos de dar
palmas y a unos les da vergüenza el que se les vea entregados según con quién y
con otros no solo no les da ningún pudor, sino que además da puntos.
Bonita novillada adelantada la que mandó don Álvaro, el
manager general de la factoría de productos taurinos Núñez del Cuvillo. Que no
me gusta hablar de pesos, pero hombre, que uno de los productos de aspecto
juvenil, más próximo al utrero que al toro, se le viera con exceso de kilos
para su caja y que según la tablilla solo aupaba los 505, da una idea del trapío
de los seis jumentos que nos llegaron desde el Grullo. Luego capítulo aparte es
el juego que han dado. Habrá quién diga que el genio de algunos era casta, pero
si esto hubiera sido así, a la cuarta fechoría lidiadora igual habría
respondido de otra forma y no con esa tontuna de aguantar trapazos destrazados
en abundancia, ni ese dejarles a su aire durante toda la lidia, que luego, en
la muleta, jugarán con ilusión al yo te tiro la pelotita y tú me la devuelves.
Es verdad que han presentado más inconvenientes de los habituales, pero,
¡hombre! Tampoco les vamos a colgar el cartel de: “No pasar, alimañas sueltas”.
Eso sí, a los matadores, tan habituados a lo dulzón, igual les han parecido
fieras corruptas venidas del Averno.
Tengo que reconocerles cierto reparo al empezar a relatar la
actuación de Ms. Castelá. Quizá, por no faltarles al respeto y no cansarles,
debería citar sus actuaciones del último lustro y poner al pie (sic). Quizá lo
más novedoso era ese terno chicle Cheiw de fresa ácida y oro, pero poco más. A
su primero, el segundo de la tarde, anovilladito él, le recibió con unos
capotazos sosos y desangelados, para hacerse a un lado las dos veces que el
Cuvillo acudió suelto al caballo para apenas picarlo, hasta que se fue suelto
escapando del palo de ese señor de allí arriba. Faena iniciada con telonazos y
muletazos a una mano por ambos pitones. Muletazos sobre la derecha con el
piquito, enganchones y desde el andén uno, mientras el animalito transitaba por
la vía seis de la estación de Atocha. ¡Fuera apreturas! Trapazos cortando el
pase, para terminar metido entre los cuernos, pero esta vez faltó el sesudo
aplaudidor que se arranca en solitario a nada que le insinúan el arrimón. El
otro novillote adelantado que hizo cuarto respondió al recibo de capote revolviéndose
sobre el pitón derecho. Mil mantazos antes de acercarlo al caballo, dónde
tirando cornadas a la grupa del penco y coces a los que anduvieran por allí,
había un señor con un palo, que no atinaba y es que ya me dirán si es necesario
que sea tan largo; es más, ¿será necesario llevar estos toros al peto? Segundo
arañazo desde dentro del tercio. Estaba el animal corretón y ya en el último
tercio seguía las telas allá dónde Ms. Castelá se la ofrecía, lo que pasa es
que se la ofrecía con tan poco convencimiento. Le ahogaba la embestida, la
muleta muy atravesada y teniendo que recuperar el sitio constantemente. Parecía
que el novillito se hacía el amo, que cosas. Un intento de venirse arriba con
el repertorio de pases por detrás y latigazos por la cara, pero la cosa estaba
perdida. Y disculpen que al final les he contado lo mismo de siempre de Ms.
Castelá. Me dejé llevar.
Llegaba Paco Ureña, el torero del pueblo y de don Simón, a
su primera comparecencia en esta feria, en sustitución de Antonio Ferrera, el
deseado, convaleciente de un percance. Le tocó un novillo entrado en kilos, ese
de lo los 505, que no estaba muy dispuesto a tragar capotazos y menos los de
pitiminí con que le recibió Ureña. Queda por saber si se le llegó a picar o no
en las dos entradas, unos dicen que el palo le tocó el lomo y otros no se
atreven a jurarlo. Eso sí, el de don Álvaro hasta se echó una cabezadita en el
peto al segundo viaje. La faena la comenzó el murciano sobre la zocata, con
muletazos sin bajar la mano, cuidadosos, sin molestar al animal. Demasiado
pico, citando más allá del hilo del pitón, sin rematar los muletazos. Intentos
de uno en uno y demasiado perfilero, para terminar con ayudados por alto
efectivos en el ánimo del personal, echando al Cuvillo para afuera. Mucha
sosería, la que ponía el animal, que hasta puede que alguno confundió con el
temple que debería haber impuesto el matador, que cerró de soberbio bajonazo,
que no impidió que se le pidiera la oreja. Ya ven lo de la leyenda del rigor
que desprende la piedra venteña, se demuestra que no tiene ningún fundamento. A
su segundo, ya para empezar, lo abandonó en las inmediaciones del caballo. No
se le picó apenas, mientras echaba la cara arriba y no cesaba de tirar derrotes
a la guata. Comienzo con telonazos enganchados por alto, costándole acoplarse.
Quizá se empeñó demasiado el matador en torearle por alto, que era precisamente
por dónde el animal ofrecía más complicaciones. Embestidas violentas, arreón
tras arreón, cambio al pitón derecho y el novillote seguía igual de bronco,
tocándole demasiado la tela, pero en una tanda, sin exquisiteces, logró
engancharlo no sin mérito, para rematar por alto, lástima. Citando al hilo,
pero eso no desluce el mérito de haber sujetado a aquel malote de la camada.
Enganchones por el izquierdo y de repente un natural, muy despatarrado, tirando
y mandando, otro más, un tercero, haciéndose con el bicho y el de pecho
desairado. Una tanda más, esta más descompuesta que la anterior, cambio de
pitón y el recurso del arrimón, el parón y un revolcón innecesario, quizá el
afán de la segunda oreja y la salida a hombros, que puede que en esta ocasión
haya jugado en su contra, demasiadas prisas y un nuevo bajonazo, entrando a
topar con el testuz, saliendo trompicado. Lo que son las cosas, con su primero
los afines tiraron de pañuelo, pero en mi opinión, tuvo más mérito todo lo
hecho a este quinto, especialmente esos tres naturales, quizá por las
complicaciones que se encontró en un toro con aspecto demasiado anovillado.
Abría y cerraba plaza Luis David Adame, que confirmaba
doctorado en la plaza de Madrid. Ya de novillero despertó las ilusiones de
muchos, pero ahora había que mostrar los progresos realizados desde aquella
tarde. De primeras, en el recibo de capote ya se echó de manos aquella quietud
que sorprendió en su día. Ni la disposición para poner el toro en suerte, quién
recibió escaso castigo, ni el aguantar sin apartarse en un quite por
chicuelitas. ¡Ay! Este no es mi Juan, que me lo han cambiado. Parecía que Adame
II había aprendido demasiado y no precisamente a hacer toreo por derecho.
Inicios de faena por detrás y por delante, banderazos por ambos pitones, parta
proseguir con la derecha echándose el toro para afuera, a larga distancia,
desaprovechando la alegría del toro yendo y viniendo sin ofrecer exigencia
alguna. Mucho más pico por el izquierdo, sin abandonar esos tics modernistas y
a veces que recordaban demasiado a lo hecho la tarde anterior por el Adame
mayor. Muletazos empalmados, que no ligados, esto es, robando en cada uno el rematarlos.
En exceso encimista y repertorio de arrimón y trapazos por dónde le viniera
bien; y tal desbarajuste solo podía acabar con un infame bajonazo. Ya
transcurrida casi toda la corrida, volvió a aparecer para despachar al sexto.
Hasta daba la impresión en este caso, de manejar el capote. El de Cuvillo
acudía con cierta alegría al caballo, para no ser picado, incluso yendo desde
cierta distancia. Comenzó el trasto de rodillas, pero el toro, muy rebrincado,
le puso en problemas y le obligó a ponerse en pie. Tomó la muleta con la zurda,
abusando descaradísimamente del pico. Al derecho, citando desde muy fuera,
empalmando trapazos, muy vulgar y lo que es peor, que parecía convencido de
ello. Trapazos por delante y por detrás, arrimón, bernadinas sin gracia. Habrá
que esperar a otra ocasión más propicia.
A pesar de todo, no creo que nadie vaya ahora a poner un
pero a Madrid, que ha soportado de todo en una misma tarde, lo primero el que
les dieran novillos cuándo habían anunciado toros, la sosería con sorpresa de
Ms. Castelá y el que Paco Ureña se haya aprovechado de un animalejo sin fuerzas
al que toreo al ritmo en que este se arrastraba, queriendo dar el pego de que
aquello era temple. Luego lo mejor vino después, pero ya no pudo haber orejas.
Pero nadie podrá negar que a veces, Madrid se pone sensible.
2 comentarios:
Enrique, parece que vimos la misma corrida. A mí me aburrieron soberanamente de los cuvillos, excepto el segundo de Ureña. Después de haber disfrutado tanto de los desafíos ganaderos, esto me ha parecido una pantomima, una burla a la auténtica Fiesta de los Toros.
Ver a semovientes que embisten a paso de Semana Santa sin el más mínimo picante, hace que me replantee renovar el abono. Si esta va a ser la tónica general, desde luego que me retiro.
Alguien, tal vez su hermano, debería decir a Adame que no ha nacido para esto. El primero de la tarde fue una malva que llevaba un cortijo. Si no hizo nada con este corderito, ¿qué futuro cree que le espera?
Castella muy desangelado, a poco que no le sale el carretón se le ven las carencias. Los inicios y el resto de la faena la trae programada desde el hotel. Hubo algún intento de no esconder la pierna de salida pero en seguida se veía aperreado y tenía que volver a su estilo habitual. El temple no le acompañó durante la tarde.
La oreja de Ureña fue de risa, de acuerdo que templo bien y toreó con suavidad pero frente a animales de este tipo no se debería conceder premio alguno. Te juro que se me pasó por la cabeza saltar al ruedo y torear yo mismo (sé que no lo haría pero es que daba esa sensación). Como tú dices, más mérito en el quinto de la tarde pero, más que dominar, se puso al servicio de la temeridad. Tragó pero hubo mucho enganchón y mató mal. Le espero…
Destacar los pares de Miguel Martín al sexto y alabar la coherencia de Fernando Sánchez, que comprendió que no hizo méritos suficientes para acompañar a Miguel en la ovación del público. Bien es cierto que el toro no se lo puso nada fácil a Fernando y que Miguel acortó distancias en su último par para frenar la acometida del toro.
Un abrazo
J.Carlos
J. Carlos:
El Adame pequeño parece que ya ha aprendido y cuando aprenden, a tomar por saco la pandereta. Le recordaba de novillero y apuntaba algo, pero ahora... esperemos que fuera solo un mal día. Lo de Castella, pues ya digo, mis disculpas por decir lo de siempre, pero es lo que hay. Y Ureña, pues habrá que seguirle viendo. En el último sí que vi que se hiciera con el animal, pero, ¿no hay nadie que le diga que por alto nada? Eso no solo le deslució, sino que además hizo que el toro, perdón, el novillo, se encabritara más y más. En fin, ya veo, ya ves, que cumplimos nuestra palabra de no volver más... hasta el domingo siguiente. Como tú dejes el abono, lo tenemos que dejar todos.
Un abrazo
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