Si no fuera por algunos banderilleros, no sé a quién iban a entregar su pasión los aficionados |
Que no nos falte la fiesta y la alegría, el holgar sin freno
y el buen vino que alegra almas, cuerpos y hasta plazas de toros. ¿El melocotón
en almíbar? ¿Que qué tiene que ver en todo esto? Pues quizá lo mismo que tiene
que ver el toreo con lo que a Perera se le ha premiado con una salida a cuestas
o lo mismo que tiene que ver una plaza de toros con rigor, con esto en lo que
han convertido el edificio que hay en el metro de Ventas, que está justo
enfrente de la boca del metro y que cada vez está más cerca de convertirse en
un edificio multiusos para todo, menos para dar toros. Ya me imagino los
luminosos de la puerta: Casas Productions presenta, el c… de la Bernarda. Y no
se crean, que es fácil que no cambie demasiado el patrón de los espectadores
que se deleitarían con este clásico, de los que ahora van a pasar una apacible
tarde a la feria de Otoño, por ejemplo, y que se siente molestos e importunados
por esos malajes que aún tienen la intención de ver una corrida de toros
lidiada por matadores de toros. Mi duda es si estos shows serán retransmitidos
en directo por televisión y si serán comentados por el poético Apaolaza o el
dicharachero Casas, loando el colorido de las plumas de colores, de la
dificultad para confeccionar los tocados de la vedettes o lo difícil que es
bajar esa larga escalinata al ritmo de “la pulga”. Y si el señor caballero
podrá aguantarse sus ímpetus o si se entregará a jalear las cachas de esas
alegres señoritas de pierna larga y ropa corta, que ya puestos, cuánto más
casposo, mejor, mucho mejor. Y no me perdería al señor Maxi contándonos la
genealogía de las coristas, el proceso de confección de las mallas, medias de
rejilla, zapatos de plataforma y las veces que al viejo verde de la tramoya le
han cruzado la cara por aprovechado. Y quizá este cuadro me resulte menos
penoso de lo que ha sido esta plaza, este público y esa presidencia que
ostentaba don Justo Polo, asesorado por Faustino Inchausti “Tinín” y don Manuel
Pizarro Díaz. Ya puestos, que se sepa quienes son cómplices necesarios en la
violación de la un día respetada Plaza de Madrid. Pero ahora el respeto debido
es para el que se viste de luces y a ritmo de trampas y amaneramientos se
ciscan en la historia y buen nombre del toreo.
Una corrida del Puerto de San Lorenzo, que en principio no
se sabía si seguiría la senda del toro para las figuras o si volvería a lo que
salió el año anterior en mayo y otoño. Pues al final se ha quedado entre dos
aguas, lo que no quiere decir que no se hubiera podido torear a gusto, en lugar
de enjaretarles una retahíla de trapazos mal trazados y aplicarles el
repertorio de la excelsa vulgaridad, de la que en esta tarde se han hecho
presentes tres de sus más aventajados apóstoles, Miguel Ángel Perera, Juan del
Álamo y López Simón. Le salió el primero al señor Perera, muy parado, frío como
un témpano. Suelto durante toda la lidia, sin que nadie se decidiera a hacerse
con él. Recibió un castigo más que justito, mientras echaba la cara arriba y
tiraba derrotes al peto sin descanso. No metían la cara, pero si se le ofrecía
el engaño con cierto cuidado y se le hacía seguirlo, hasta parecía obedecer;
con lo que algunos se impacientaron de salida, que si por ellos hubiera sido,
habrían pedido que se le echara para atrás… por manso. Como se lo digo. Javier
Ambel empezó a indicarle el camino y la forma de embestir y el del Puerto, pues
se quedó con la copla. Primeros muletazos por el derecho. El animal pedía
temple y Perera se lió a dar muletazos de todos los colores, sin abusar del
pico tanto como en otros días, pero echándoselo para afuera. La muleta se fue
torciendo poco a poco y más cuándo el matador empalmaba, que no ligaba, los
trapazos. Por el izquierdo ya demasiado fuera, tanto, que en condiciones
normales lo vería cualquier hijo de vecino, pero en la plaza lo que debía haber
eran transeúntes, no hijos de vecinos. Tanda recolocándose a cada pase, mejor
en la siguiente, toreando, en el mejor de los casos, al hilo, que podría ser
admisible si el trazo fuera hacia dentro y hacia atrás, no echándolo allá, para
la Guindalera, escondiendo cobardemente la pierna de salida. ¿Y el toro? Ni un
mal derrote soltaba. Circulares, invertidos y la muchachada enloquecida, que
eso es lo que gusta, siguiendo con un intenso repertorio… de otras latitudes
taurinas. Entera caída y perpendicular, tras la cuál el doblón del Puerto
escapó a toriles, para allí entregarse a la eternidad. Sonó un aviso previo a
dos descabellos y saltó la primera oreja. ¡Qué bueno es Madrid! Perdón, que
quedamos en que no había hijos de vecinos, así que, que buenos son los transeúntes. Siguiendo las reglas del toreo moderno del
barón Pierre de Molestién y sus locos seguidores, al cuarto no le echaron
cuentas y le dejaron a su aire, sin que nadie le echara un capote al menos para
asentarlo un poquito. Ni en suerte le pusieron al caballo, aunque eso tampoco
es que sea demasiado importante, porque si al menos hubieran pensado en
picarlo, pues aún, pero para lo que le dieron, eso y nada es parejo. Inicio de
faena por delante y por detrás, tris, tras, ni toreas, ni torearás. Perera decidió
darle distancia al burel, lo que siempre es de agradecer, pero hombre, al
menos, no se cebe con el pico de la muleta, entre tanta engañifa, dé uno a
modo, aunque solo sea para callarnos la boca. Y entre vivas y más vivas, el
personal se iba soltando en su euforia y el beneficiado fue el que allí se
andaba, Perera, con una babosita que entraba todo con una boyantía de ponerle
una calle con bulevard, plátanos y bancos. Por el izquierdo más pico y largando
tela al final de cada muletazo, que lo de rematar atrás es cosa añeja y caduca.
El toro ya se quería ir; lo mismo no aguantaba tanta vulgaridad, ni él mismo.
Pinchazo caído y entera traserísima y desprendida, soltando el trapo a las
pezuñas. ¡Qué! ¿Es que pensaban a estas alturas un mínimo de vergüenza torera?
Pero miren que somos ilusos. Otro despojo y al menos le llevaban a la furgoneta
a cuestas hasta la calle de Alcalá. Que allá se lo llevarían, sin mirar atrás,
sin reparar en las ruinas de lo que queda de la Plaza de Madrid, esa que fue
bella, más que una vedette, con donaire, galana, mandona y que ahora por unas
monedas puede ser violentada por el primer zampachanclas que se contrate con el
señor Casas, don Simón, que valora su gestión no por sus logros, sino por los
despojos y Puertas Grandes de otros. Eso sí que es…
Pero los que han acudido a la plaza en esta tarde para el no
recuerdo, han vivido un hito histórico: Juan del Álamo no ha cortado una
orejita. ¿Es que ya no valen los autobuses? ¿Qué ha hecho este hombre para que
los que otrora le aclamaran, le hayan abandonado? O igual les ha despistado que
no lucía de blanco y plata. Vayan a saber. Lo que sí que es cierto es que este
Juan del Álamo, a pesar de sus maneras, en poco se parecía en disposición al de
otros momentos. Salió muy suelto su primero, que empezó tirando tornillazos en
las primeras embestidas. Mucho capotazo de recibo y pasito atrás. Poco cuidado
en dejar el toro al caballo, que más que ponerlo en suerte, parece que lo están
aparcando. Ya en el peto, ni el toro se empleó, ni el de arriba le pegó ni un
sello. Comienzo de faena con un trapaceo desparramado por abajo y dando la
sensación de que las dudas eran demasiadas en del Álamo, que si por aquí no,
por allí tampoco. Latigazos, enganchones y el del Puerto empezaba a hacerse el
amo, ¡qué cosas! El animalito se arrastraba desde el primer tercio y al final
es quién manda allí. Su segundo, un grandullón, se frenaba y al segundo
capotazo, media vuelta y para toriles. Peleó en el caballo por el pitón
izquierdo, aunque sin recibir apenas castigo. En el segundo encuentro desmontó
al pica y en el tercero, cuándo le quisieron pegar, sin pudor, se fue a escape
lejos de todo lo que oliera a peto y palo. Comenzó Juan del Álamo la faena
dando distancia al manote grandullón, pero a poco se vio que el toro se le
venía arriba y que el matador empezaba a tener dificultades. Se acopló cuánto
menos para poder aliviarse con el pico de la muleta y aunque el animal ya
acudía a todo lo que se le ofreciera, el espada solo llegaba a trapacear. Por
el izquierdo llegaron los enganchones y las carreritas, siempre jaleadas por el
efusivo y amable público. Un achuchón, que le avisaba de que a pesar de la
nobleza del toro, la cosa se podía poner fea, pero afortunadamente, la cosa no
fue a mayores. No hubo despojos, pero no hay que preocuparse, que tal y como va
esto, si antes no convierten esto en un club de variedades, habrá despojos para
todos.
López Simón completaba el cartel del arte por el arte. Tuvo
que despachar un sobrero de Santiago Domecq, por invalidez manifiesta del
titular. Capotazos sin sentido, antes de que acudiera al caballo para no
picarle, que el animal tampoco quería jaleos, se apoyó en el peto y a esperar.
Bien Jesús Arruga con los palos. En los comienzos del trasteo, López Simón
quiso iniciar por abajo, pero inmediatamente se entregó al vulgar y soso
trapaceo. Colada por el derecho, le quitaba la tela de golpe en cada muletazo.
La faena discurrió en un ir y venir de un mulo mientras un señor muy monótono
sacudía una tela. El sexto salió corretón, dándose vuelta tras vuelta al ruedo
venteño, sin que nadie probara a
evitarlo, Suelto al picador que salía a hacer la puerta, picotazo y
adelante con el tour. Picotacito escaso ya en el de tanda y en un nada y menos
se montaron la capea, con el toro a su aire, alegre y corretón. Ahora en
toriles, ahora me voy, aquí dónde los matadores, hasta que López Simón se
entregó al muleteo de pico y pierna atrasada; le dio distancia y más pico y
enganchones, aperreado por el pitón izquierdo, tirones, desajuste y de nuevo a
la diestra, excesivamente fuera, empalmando pases apelotonados, muy vulgar y
aburriendo hasta al aire. Espadazo trasero haciendo guardia, pinchazo y entera
traserísima, un defecto que ahora se está generalizando demasiado, quizá por
aquello de que hasta el rabo… Pero en este ambiente de euforia y enaltecimiento
del mundo, cabía todo, vivas hasta al pueblo de Barajas, tuviera esto que ver
con el toreo o con la industria conservera de la huerta, así que no creo que
desentone si a mi me sale de ahí el gritar desde mis adentro más hondos ¡Viva
el vino y el melocotón en almíbar!
2 comentarios:
Enrique, otro peñazo de tarde. Los del Puerto me aburrieron soberanamente, incapaces de poner la más mínima emoción por su embestida bobalicona y lenta.
Del Álamo, como bien dices, totalmente desdibujado. No es que me gusten sus formas ajulianadas, que nunca me gustaron, sino que en esta ocasión estuvo apático y sin saber por dónde meter mano al segundo de la tarde.
López Simón también desdibujado en su primero pero se vino arriba en su segundo. Si no hubiera sido por el mal uso de los aceros, hubiera cortado la oreja al sexto. No es que yo la hubiese pedido pero, a tenor del nivel que puso la plaza al conceder la primera oreja a Perera, López Simón toreó mejor, menos despegado y teniendo el mérito de meter en la muleta al abanto sexto de la tarde. Alargó en exceso la faena y eso dificultó la suerte suprema, el toro pidió la muerte al menos veinte muletazos antes.
Lo de la plaza al conceder oreja en el primero de la tarde es de traca, pero es el nivel de exigencia que ha puesto la plaza ya desde hace tiempo. En mi opinión no debe haber petición de oreja cuando enfrente tienes a un cordero que va y viene a paso lento sin hacer un mal gesto. Si además unimos que Perera toreó despegado y escondiendo las femorales, el premio me parece del todo exagerado. Tampoco creo que mereciera premio en el quinto pero, ya que esto de la tauromaquia es una especie de “puesta en escena” ante el público, al menos tuvo la “vista” de poner al toro de largo y sacó del toro lo que no llevaba dentro. Por decirlo así, digamos que él hizo al toro. Ese toro toreado en las cercanías que estamos hartos de ver por el 90 o 95% del escalafón hubiera parecido una mona pero Perera le citó de muy largo y la inercia de la primera embestida le bastó para completar la serie completa de muletazos. Claramente se veía que al toro le costaba embestir a partir del segundo muletazo, con las distancias ya muy acortadas.
Y eso me recuerda lo del triunfador del serial de desafíos ganaderos, Javier Cortés, un matador inoperante que basa su estilo en el arrimón a base de tapar al toro, acortando la distancia que sus toros tenían y que demostraron incluso en el caballo. Y es que el mejor arma para un mal torero es el toreo de cercanías. En fin…
Destacar la gran brega de Javier Ambel en el primero de la tarde y los pares de Curro Javier. Sin duda, gran cuadrilla la de Perera. Y otra cosa, para aquellos que critican al toro grande de Madrid, ayer el más flojito era el de 493 kilos, el que fue devuelto y los que dieron buen juego fueron los dos más pesados. Ayer recordaba un gran toro del Puerto de San Lorenzo con 690 kilos, al que cortó una oreja a ley Miguel Abellán, que embestía como un tren. Claro está que Abellán, como ayer Perera, le citaba desde 10 o 15 metros.
Un abrazo Enrique
J.Carlos
Totalmente de acuerdo
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