El rito conlleva muchas cosas que los patanes no entienden, ni quieren hacerlo; sus mayores aspiraciones, el arte más sublime, no pasa de llenar la panza |
Si hay algo que en lo que el señor Casas, don Simón, ha
alcanzado un éxito sin discusión posible, es en lo de desmantelar, minar y demoler la plaza de Madrid, las Ventas del
Espíritu Santo. Da pena visitar el coso de la calle de Alcalá, la zozobra se
apodera de los aficionados que aún mantienen la costumbre de acercarse casi
todas las semanas a ver toros, lo mismo mojigangas de figurines incapaces, que
novilladas con aspirantes a figurines incapaces, que shows nocturnos con
chavales y no tan chavales, que deambulan por ese camino de la incapacidad,
aunque los parientes y paisanos intenten disfrazárselo de gesta o de injusticia
presidencial, que incapaces siguen siéndolo. Lo del ganado ya empieza a importar
más bien poquito, que ya pueden ser chivas, marmolillos, inválidos, torazos,
torazos o torreznos, pasaran ante la pasividad del respetable y la aquiescencia
de la autoridad y salgan buenos, malos o de juanpedro, los de luces exhibirán
su incapacidad y no sabrán qué hacer con ellos.
Pero el hablar ahora de toros en la plaza de Madrid empieza
a ser un sinsentido o quizá una utopía; porque a este señor, al que la
Comunidad de Madrid concedió la explotación de la plaza, le ocupa su tiempo
todo, menos la organización de festejos taurinos. Que nos lo viste de arte, de
producciones artísticas, pero la evidencia es que esto es una cadena de
producción, tal y como él mismo declaró a sus esbirros de la televisión. Ahora
nos sale con eso de “cenarse las Ventas”. Ningún titular podría describir con
tanta fidelidad lo que son esas nocturnas de los viernes. Te anuncian la
primera novillada con un plano con los chiringuitos playeros y su especialidad,
sin hacer demasiado caso ni a novillos, ni a novilleros, que eso es algo
suplementario. De repente los amplios pasillos venteños se convirtieron en un
laberinto, una gymkhana del mal gusto, de la chabacanería en la que había que
ir sorteando mesas, sillas, carpas repartiendo queso, chuletas, vino, cerveza
rubia, tostada y hasta la misma plaza, vuelta y vuelta. Lo importante era esto,
¡qué divertido! Porque eso es lo que era, divertido. Que al final se acabará
yendo a la plaza a divertirse, no le demos más vueltas. Tanto es así, que en
esa primera horterada pseudotaurina los hubo que prefirieron quedarse de
animada charleta al calor de las planchas y tablas de quesos, que pasar al
tendido a ver que daba de si la de Guadajira, mientras otros entraban y salían
a discreción, estuviera o no el toro en la plaza.
Pero no se echen las manos a la cabeza, no, esperen un
poquito, no se escandalicen tan pronto, porque lo de este individuo que un día
aspiró a ser torero, ya no creo que sorprenda a nadie. Él se hizo con la plaza
jugándosela a los Choperitas y ahora nos la está jugando a todos. El
regenerador de la fiesta, el revolucionario, no ha hecho otra cosa que
profundizar en la miseria que actualmente carcome la fiesta y aprovechando la
circunstancia, intentar sacar cuatro ochavos de la manera que sea, sin
importarle si es en la plaza de Madrid o en la de Trotaventanas del Puerto.
Pero, ¿dónde está la Comunidad de Madrid? ¿Dónde están los propietarios de la
plaza de las Ventas que tanto se ufanan de apoyar al toreo? Si tuvieran un poco
de dignidad, igual estarían avergonzados, debajo de la cama y no queriendo
salir hasta que se vaya este señor. Que es posible que no hayan caído en la
cuenta de que ellos son los últimos responsables de permitir semejantes
desvaríos. Pero no, no piensen que en este caso el partido amigo de la fiesta va
a intentar mover una ceja por los toros, ni de broma. Ellos se limitan a poner
la mano, cobran lo suyo y a otra cosa y si para ello tienen que ir firmando
todo lo que se le ocurre a este señor, pues lo firman; que si achicar el ruedo,
que si admitir una feria inadmisible, que si llenar el recinto de tabernas con
apariencia chic, que si se llevan por delante las demandas de los aficionados,
da igual, la Comunidad lo consiente todo, todo y todo. Dios nos libre de
defensores y amigos de la fiesta, que de los enemigos ya me libro yo. Pero el
problema, el peligro, son los políticos y los antis. Que ya dicho de paso, bien
podría la oposición levantar la voz y pedir explicaciones sobre las condiciones
de explotación de una propiedad pública y de si se respetan las condiciones que
garanticen el futuro, el buen futuro, de un hecho cultural de profundo arraigo
en Madrid. Pero no, lo importante es lo importante y además va primero,
empecemos por llenar panzas y mojar los gaznates, con la colaboración de una
masa dispuesta y entregada a cenarse las Ventas devorando su prestigio, su
tradición.
1 comentario:
Falta la rueda de chicago,el tragasables,los pulsarios,total como es un circo.A todos sus esbirros de la tv y prensa adulona los tiene bajo la tolva,comiendo poco pero seguido.?
T.B.
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