lunes, 1 de octubre de 2018

Es sacarnos de Domecq y…


Dos vuelapiés que taparon lo demás

Que daño está haciendo a esto el monoencaste, el monogusto, la monoopinión, el pensamiento único y el monóculo, que solo nos deja ver por un ojo. Nos afiliamos al carretón mecánico y luego nos cuesta movernos de ahí; a las conductas aprendidas y mil veces repetidas y si no seguimos el carril, nos perdemos perdidamente de la perdición. Con lo bien que nos iba con las corridas fofas que se arrastraban por el ruedo del Puerto de San Lorenzo. Ahí lo teníamos fácil, unos ponían posturas de impotencia ante un animalejo rebozado en arena y los otros mostraban su cabreo al ver cómo les tomaban el pelo. Pero en esto que echan una corrida con mucho que torear, con mucho para pensar los toreros y hasta los aficionados y que hasta el que parecía que no se iba a tener en pie, ese al que muchos tildaban de inválido, solo dobló una vez las manos en el tercio de muerte. Si es que esto no es serio. Lo del toro cambiante no se puede permitir. Si sale manso, manso para siempre, si inválido, inválido para toda la vida. Que aprendan de los borregos de la modernidad, salen todos fofos, pero luego es un gusto verlos ir y venir en la muleta y dejan que el andova de turno ponga más posturas que un julay en los billares.

Ya está dicho que era corrida del Puerto de San Lorenzo, para Emilio de Justo, Román y Ginés Marín, ahí es nada. Salió el primero, de la Ventana, con pocas ganas de capote, le costaba a contraquerencia, pero era ver los toriles al fondo y no dudaba un segundo. No acababa de salir y ya tiraba para toriles. Se defendía cuándo se le quería sacar de su comodidad, pero ya en la segunda vara se fue de lejos al caballo, eso sí, tirando derrotes, que esto tampoco es Lourdes. De justo se lo sacó con la muleta a una mano, lejos del abrigo de las tablas. Una primera tanda aguantando, con cierta brusquedad, bronco y una segunda tirando del animal, arrancándole embestidas que parecía que no iba a tener. Lástima que en estos comienzos no hubo asomo de temple. Cambió al pitón izquierdo y la cosa cambió a pico y muletazos pegando tirones, dejándose tocar la pañosa, lo que enseñaba al del Puerto a echar la cara arriba en cada muletazo. Faena con fases de cierto mérito, pero que habría quedado en nada, si no es por el estoconazo del madrileño, que le valió cortar una oreja que no creo que pudiera protestarse, se pidiera o no. Al cuarto le recibió el madrileño con capotazos desajustados. En el caballo mostró fijeza en el primer puyazo que resultó trasero. Mal el picador también en el segundo, que solo atinó a coger toro cuando este ya estaba debajo del peto. La faena de muleta la comenzó Emilio de Justo más dándole aire al toro, que toreando, abusando del pico y con algún que otro enganchón. Daba la sensación de que el de negro se podía empezar a hacer el amo, para lo que no se le ocurrió otra cosa que acortar las distancias en exceso, a ver si así el del Puerto se paraba y dejaba de agobiar de una vez. Cambio de mano y más pico, colada y también por ahí ganaba el toro. Vuelta al derecho, que por ahí funcionó lo de ahogar la embestida. Pero había que cortar la segunda oreja, así que no quedaba otra que tirar de vulgaridad, que eso siempre gusta al público y dicho y hecho, alcanzando el clímax orgasmático y orgiástico con las manoletinas, que nunca fallan. Ni asomo de toreo, pero la gente la estaba ganada, el toro no, pero la gente sí. Otro estoconazo y otra oreja. ¿Excesiva la Puerta Grande? Bastante, pero ya se sabe, una y una, candado abierto. Solo queda que alguien le diga al matador que sí, pero no. Y el respetable que vio un toro que no se movía, dónde había un toro que no se quería que se moviera, que vio peligro, pero no las consecuencias de la falta de mando, de toreo.

Por su parte, al bueno de Román no le quedaron ganas ni de sonreír, no hubo ánimo de mostrar su innata simpatía. Capotazos insulsos de recibo, el toro se puso andarín y acabó emplazándose próximo a toriles. Tanteo capotero propio de peón y cuándo el toro parecía que quedaba para darle tres verónicas el maestro, se lo llevaron al burladero de debajo del palco. En el caballo no hubo quien pusiera al toro en su sitio. Le pegaron y empujó, con más ánimo cuando era para afuera. A la segunda vara acudió como un rayo y hasta casi estuvo a punto derribar. Ya en el trasteo, Román exhibió una sosería y desgana infrecuente en él. Trapazos acortando el viaje y dejando el trapo para que el animal acabara tirando derrotes. Que esto con los del monoencaste y franquicias de nuevo cuño, no pasa. Trapazos y más trapazos, para continuar por el pitón izquierdo, la muleta atravesada y el toro que se va por el hueco entre el bulto y el engaño. Afortunadamente la cosa no fue a mayores. Caos en el ruedo, toreros a cuerpo limpio, a saber dónde tendrían su arma de defensa, el toro hace por la piña de toreros y más parecían mozos en la capea, que toreros. Que parece que eso de solo estoy dispuesto en mi toro y ahí se apañen, está ya demasiado instalado. No parecen querer enterarse de que su toro empieza con el primer tararí y se acaba con los cascabeles del último de la tarde. Prosiguió Román ya en toriles, vulgar, acelerado y las manoletinas, castigo divino, para cerrar con un sartenazo que hizo guardia dos cuartas. En el quinto, uno grandullón y gordinflón, protestado por inválido, que salió con claras muestras de renquear de las patas, las manos traseras para los fieles del Plus, pero que después no acuso tal defecto, ni aún a causa de los mantazos y recortes que le administraron sus lidiadores. Si bien es verdad que hasta empujó en el caballo, también hay que decir que se quedaba parado debajo del peto, sin ánimo de pelea. Quizá era el más marmolillo del encierro. Telonazos de inicio de faena de Román, para ya ensartar serie tras serie de trapazos. Soso el toro y soso el matador. Trallazos y latigazos por el derecho, muñecazos por el izquierdo, pero de toreo, nada de nada. Tras el primer pinchazo y uno más, el grandullón ya salió en busca de su querencia, quizá buscando la salida.

Ginés Marín recogió a su primero a pies juntos, sin sacar los brazos, sin enseñarle al toro a irse lejos. Poco hábil con el capote, no acertaba a poner el toro al caballo y al final, pues desde dentro de las rayas. Al animal se le pegó y él cumplió sin más, acabando peleando solo con el pitón izquierdo. A tirones, con la diestra, se lo sacó más allá del tercio, para continuar citando desde los medios, dándole distancia en esta y en las series sucesivas. Siempre metiendo el pico y manteniéndose a una distancia considerable en cada muletazo y citando siempre desde muy fuera, alargando el brazo. Intento de toreo de frente y el poco mando le obligaba a tener que correr más de la cuenta y de lo permisible cuando se torea de frente. Cambios de mano, muletazos por ambos pitones y enganchones y más enganchones. En su segundo puso en práctica lo de todos, el quererlo parar, tener que instrumentar capotazos de tanteo y cuando el toro ya parece más aplomado, en lugar de salir el maestro, es este el que se lo deja a los peones para que se lo lleven al burladero. Empujó con fijeza, con la cara a media altura, muy mal picado. En banderillas se hizo saludar al Fini y a Manuel Izquierdo. Comenzó el trasteo Marín dando distancia, con la zurda, dejándose enganchar la tela y fue echársela a la diestra, presentándola atravesada, cuándo en una colada el toro se le llevó por delante, pegándole una cornada en la cara. Tuvo que pasar a la enfermería y Emilio de Justo se limitó a trastear con pases de aliño y a matar al toro, que es lo que siempre se ha hecho, sin intentar lucimiento alguno en el toro del compañero herido. Una tarde interesante, con el toro presente, con alternativas de todo tipo, con comportamientos cambiantes de los toros y exigiendo toreros que bregara, les pudieran y les mandaran. Quizá algunos, incluidos los espectadores, esperaban toros dóciles, que salieran picados, lidiados y enseñados a ir y venir alrededor de los de luces, mientras estos ponían poses, como pasa casi todas las tardes, sin entender que el toro de lidia puede presentar mil caras durante su lidia. Pero ya saben, es sacarnos de Domecq y…

Enlace programa Tendido de Sol del 30 de Septiembre de 2018:

3 comentarios:

Miguel dijo...

Sólo un apunte, don Enrique, Emilio de Justo nació en Cáceres, se crió en Torrejoncillo (Cáceres) y reside en Cáceres, que haya abierto la puerta grande de Las Ventas no lo convierte en madrileño ¿o sí? no se...

Enrique Martín dijo...

Miguel:
Toda la razón del mundo. Y no, no le convierte en madrileño y si es por su toreo, muchísimo menos. Quizá se me pasara esa idea por la cantidad de veces que hemos tenido que verle una y otra vez, aunque algunos estén encantados.

Un saludo

Anónimo dijo...

Enrique, coincido con tu análisis del ganado, poco que añadir. Román no tuvo su tarde, tienes razón al decir que le faltaba esa chispa que le caracteriza, aunque es un matador de los más honrados del escalafón. Espero que su toreo no decaiga. Ginés Martín se ve que está muy “suelto” ya que torea mucho y eso da experiencia y frescura delante del toro. Sin duda, tiene un gran toreo de salón y concede grandes distancias a la embestida del toro, para deleite del espectador. Sin embargo, como bien dices, esos lances fueron muy despegados. Faltó compromiso con el toreo del bueno. Después pasa, como casi siempre, 5 ó 6 series muleteriles que no dicen nada para finalmente acortar distancias y dejar un par de series limpias, estocada entera sin importar la ejecución y oreja del paisanaje. De no ser por la espada, ésta hubiera sido una de ellas. Espero una pronta recuperación para Marín.

Emilio de Justo creo que no toreó, con mayúsculas, se limitó a recetar unos muletazos limpios por el derecho y bajó enormemente por el pitón izquierdo, siendo podido por ambos toros. El estoconazo al primero, inapelable. Yo diría que oreja pero toro por encima del torero. En el sexto más de lo mismo, no era tan brusco como el primero pero le superó por el pitón izquierdo.

Un abrazo y hasta el Viernes,
J.Carlos