martes, 23 de octubre de 2018

Anuncios de adioses y despedidas


Pocos son los elegidos que dejan un hueco con su marcha

Parece como si octubre tuviera el poder de iluminar las mentes y clarificar las ideas y como por arte de magia, a algunos se les aclara su futuro, así, de repente, como si fuera cosa del más allá. Padilla, al fin, ya se ha despedido de los ruedos; Talavante se ha sentido desplazado y se aparta por un tiempo no determinado; Alberto Aguilar se ha puesto a echar cuentas y las cuentas no le salen; y el Cid esperará una temporada más, quizá vislumbrando una gira triunfal de despedida por esos ruedos de Dios. Lo de Padilla ya se sabía y quizá ya estiró demasiado la goma y parece que ya se pasó el tiempo de pasear esas maneras tan personales que le han hecho triunfar sin dar un mal capotazo, ni un muletazo, ni tan siquiera poner un par de banderillas medio regular. Un torero vulgar donde los haya, al que la tragedia y la mala suerte un día se llevaron por delante, para convertirse en un ejemplo de ambición y pundonor para todos. Se merecía que la afición se volcara con él y así fue, pero no confundamos, que una cosa es esa lección de vida y otra el toreo. Un torero muy integrado en el sistema del taurinismo vigente, lo que quizá le permitió el continuar unos años más vistiéndose de luces.

El caso de Talavante de repente se ha convertido en lo opuesto a lo que es Padilla, un torero del taurinismo, un torero del que para algunos está permitido hablar bien, aunque a la larga sea uno más de los figuras al uso y de los que se sintió parte. No olvidemos sus jugueteos cuando aquello de los “Geses”, ¿recuerdan? Como se revolvían contra quien fuera para defender su bolsa, aunque decían que luchaban por la fiesta, ¿qué cosas? Que nos debían ver cara de ingenuos o de estúpidos. Alejandro Talavante, un torero que en sus inicios despertó las ilusiones de muchos, hasta se veía en él al sustituto natural de José Tomás, pero cosas de la vida, cambió de rumbo y se tiró por lo cómodo, por las formas del puro modernismo y ahí quizá lo perdimos para siempre, porque ni su izquierda volvió a ser su izquierda, ni Talavante volvió a ser Talavante. Intentó regresar al origen, pero la transformación era muy complicada. La polilla no puede volverse crisálida de nuevo y pretender ser una hermosa mariposa. Tras un período de intensa búsqueda, al final pareció encontrar un sitio en el que se sentía cómodo, pero no el sitio que se le reservó en sus comienzos. Así ha ido navegando más o menos, entre dos aguas, hasta que en esta temporada tuvo la ocurrencia de pedir una mejora al señor Matilla y al recibir el no por respuesta y cometer la osadía de enfrentarse al todo poderoso, tuvo que soportar el vengativo ostracismo al que fue condenado por ese magnate del toreo. No entro ni salgo en si esa mejora era merecida o no, ese es otro debate, pero lo que ha quedado muy claro es cómo está esto montado. O pasas por el aro o fuera, aquí sobras. ¿Delito? El no transigir, el no decir que sí, que bueno. Intentó responder en el ruedo con dos tardes en la feria de Otoño de Madrid, pero puede ser que Talavante no estuviera preparado para esa guerra. Y en parte por decisión propia, en parte empujado por las circunstancias, el caso es que Talavante se marcha.

Lo de Alberto Aguilar es algo que nada tiene que ver con los dos casos anteriores, nunca estuvo en una gran casa, por un tiempo tuvo que tragar con lo duro y medio se defendía, pero aguantó poco en este camino lleno de piedras y embarrado hasta las rodillas. Poco a poco ya ni se justificaba con las corridas en que le anunciaban y al final ha tenido que decir adiós, porque si no hay contratos, esto no hay cristiano que lo soporte y la realidad es esa, que no hay contratos. Se marcha con la misma honestidad, con la honradez que mantuvo vestido de luces, no aguantó el ritmo de carrera y nos dice adiós.

Lo del Cid quizá haya sido una sorpresa esperada, aunque lo que muchos se preguntan es que para qué esperar un año. Pero quizá el sevillano aún quiera arrastrase un año más por los ruedos, tal y como viene haciéndolo desde hace demasiadas temporadas. Da la sensación de querer borrar del todo cualquier buen recuerdo del torero que fue, aquel que encandiló a la afición, aquel al que se quería ver, aquel que nadie se quería perder, el mismo que tras bordar el toreo esparcía la frustración sobre los tendidos al pinchar en hueso. Cuantas salidas por aclamación se fueron al limbo por la espada, pero daba igual, lo hecho, hecho estaba. Eso que ahora quiere acabar de enterrar con una temporada más evidenciando que a este Cid, ni doña Ximena le ofrecerá ni un mínimo asomo de entrega.

Otoño de despedidas, octubre desplegando adioses, pero paradójicamente, cuando también muchos aficionados empezaban ya a entonar el “no vuelvo más, se acabó”, cuando empezaban a renunciar a renovar los abonos, cuando ya se despedían de sus compañeros de localidad de años, a punto de decir ese definitivo y doloroso adiós a su plaza, a su pasión, se les plantó delante un torero haciendo eso, el toreo, y encantados, absolutamente entregados, volvieron a beber la pócima mágica del toreo eterno, el de los naturales hondos, con mando, puros, infinitos y se cambiaron las cantinelas del nunca más, por las de por siempre jamás. No había acabado la penúltima del año y ya estaban pensando en si este tal Urdiales vendría en mayo una, dos, tres o las treinta y tantas del abono, incluidas las de rejones y novilladas. Que así es esto del toro, que cuando surge el imposible, esperamos que vuelva a ser posible. Y mientras unos deciden que se quedan un ratito más, se seguirán oyendo de fondo esos anuncios de adioses y despedidas.

Enlace programa Tendido de Sol del 14 de octubre de 2018:


Enlace programa Tendido de Sol del 21 de octubre de 2018:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nos queda la esperanza que,de cuando en vez el embrujo y el misterio del toreo eterno nos hace renovar la afición.De los que se van;cuando se llega en silencio hay que irse igual.Saludos.
G.B.