Al final, siempre es el toro el que tiene que poner orden y si este no aparece...
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Malos tiempos para el toreo, malos tiempos para declararse
aficionado a los toros. Vivimos momentos en los que hay que estar dispuestos a
apretar los dientes y quizá de manera especial, son los propios taurinos los
que podrían dar un paso adelante para que los demás nos pongamos a su lado
buscando el bien de la fiesta de los toros. Los ataques vienen de todas partes,
unos de forma activa por parte de aquellos dispuestos a poner en práctica
cualquier medida, con el único fin de acabar con este rito: los toros. Otros se
limitan a navegar entre dos aguas, ni dicen que sí, ni dicen que no, pero,
¡ojo! No se confíen, que tienen tanto peligro o más que los otros, precisamente
por eso, porque parecen almas cándidas, inofensivas, incapaces de nada, pero no
los perdamos de vista. Que igual que dejan hacer para no crearse enemigos,
pueden pasar a la acción creyendo que así ganan amigos.
Es el momento de que se imponga la unidad, pero no se
confundan, no hablo de que un señor o varios decidan por los demás, enarbolen
la bandera del taurinismo y todos detrás como perfectos papanatas. No, hombre
no. Que eso del mesías salvador que se erige en líder supremo y que luego veja
la fiesta de los toros en cuanto se pone el chispeante, eso ya no cuela. Que ya
saben, una cosa es predicar y otra dar trigo. La unidad debe llegar por otras
vías. Quizá el primer paso y el más importante de todos sea la que el
aficionado lleva esperando desde hace tiempo, el que dejen de existir dos
fiestas diferentes, la de las figuras con el medio o cuarto de toro y la de los
gladiadores que se enfrentan a lo que los anteriores no quieren ni en pintura.
Dos mundos generalmente admitidos por todo el mundo, porque, ¿cómo exigir a los
que dicen artistas, ponerse con el toro? Y por otro lado, ¿cómo permitir que
los que simplemente tragan con lo duro desperdicien al medio o cuarto de toro
creado para expresar el arte sublime del trapazo vacío, superficial y tramposo,
pero jaleado con entusiasmo?
Pero aunque parezca mentira, aunque ustedes no lo crean,
para los suyos, para los de su mundo, según en el que cada aficionado se sienta
más cómodo, apenas se percibe el más mínimo asomo de sentido crítico. En el
mundo de la comercialización extrema todo vale, el maestro es omnipotente y
hasta omnipresente, ya puede subirse a hacer cabriolas sobre el animalito, que
se aplaude y si alguien protesta, te salen con lo de la tauromaquia de cada uno
es cómo es. Se permiten los pimientos morrones como pitones, el destoreo como
arte sublime, excelso y origen de éxtasis colectivos. Porque ya saben, al arte
no se le pueden poner limitaciones. Pero, ¿es que esa cosa tiene algo de arte?
Pues si tiene usted bemoles, vaya y se lo dice a la cara, que del susto igual a
la dama o caballero en cuestión se le vuelca el paquetón de pipas o se les
derrama el yintonis.
Y si nos vamos a la otra cara de la moneda, al otro mundo
que compone esta fiesta actual, la crítica suele brillar por su ausencia. A un
encierro nefasto, manso y complicado al exceso se le erige un monolito en dos
minutos, porque como ellos dicen, no se han aburrido. Que yo no digo que no,
pero lo malo es malo y lo bueno, en cuanto al toro, es trapío, casta y bravura
y no hay que hacer concesiones, si lo que pretendemos es el bien de la fiesta de
los toros. Que ya les digo, que no me falten estas corridas, pero para todos
los días y como utopía, uno prefiere otras cosas. Pero no acaba aquí la cosa,
ahora viene lo de los de luces; esos
matadores que se la juegan como jabatos delante del toro de verdad, claro que
sí, pero a los que no debe dejar de exigírseles, faltaría más. ¿Y cuál es esa
exigencia? Pues muy fácil, que pongan en práctica saber y recursos taurinos
para poder a ese tipo de toro y si luego asoma el arte, miel sobre hojuelas, el
nirvana, el balhala, la gloria bendita. Pero por estar a merced de un animal,
por limitarse a sortear los empellones sin tan siquiera oponer un mínimo de
torería, por eso no podemos subir a nadie a los altares. Que es de mérito el
estar ahí, por supuesto, pero el toreo es mucho más, muchísimo más, por eso
esto es tan complicado.
Pero esta condescendencia con los propios se traduce en
desprecio por los del bando contrario. Y aquí es dónde creo que debería
instaurarse esa unidad. Que esto no es nuevo, que es tan sencillo como que
todos alternen con todos, que todos se anuncien con todos los hierros y que la
ganadería y torero que no aguanten el tirón, a su casa. Así de fácil y quizá
así de poco probable, tal y como están las cosas en la actualidad. Que no les
da la gana, pero si esto volviera a unos cauces más sensatos, igual volvía el
interés, la emoción y el toreo a las plazas y hasta podría ser que los que
ahora atacan con tanta saña y facilidad a la fiesta de los toros o los que se
mantienen en esa postura del ni blanco, ni negro, empezaran a ver los toros de
otra manera y, ¿quién sabe? Hasta harían cola para sacarse un abono. Pues si
así fueran las cosas, creo que muchos seríamos los que abogaríamos
decididamente por la unidad, sin complejos.
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