Poca sorpresa, como no sea que los toros echen a volar. |
Si a un aficionado a los toros ahora mismo le hablan de
fiesta sorpresa o la sorpresa en la fiesta, es fácil que piense en una tarta
gigante con un alguien dentro saliendo de ella, una montonada de globos cayendo
del cielo o en caso de los más jóvenes, el que aparezcan los padres antes de
tiempo y den la luz sin avisar; eso sí que era una sorpresa, un sorpresón. Porque
en esto de los toros o “tauromaquia”, como gusta decir a los modernos, pocas
cosas hay que no puedan ser previsibles, todo está encauzado para que nada
quede fuera de control. Si acaso, saber si el maestro de turno cortará dos o
dos mil despojos, todo dependiendo si el animalejo se aguanta en pie y le da
por bailar la danza del pasimisí, pasimisá taurino.
Empezando por la confección de los carteles, que se repiten
y se repiten y se repiten y se… hasta la saciedad, temporada tras temporada y
tarde tras tarde. Los figuritas siempre alternando entre ellos con las borricas
de siempre, que es con lo que se atreven a salir a poner posturas de
“jartista”. Luego está el grupo de los que parece que echan para arriba, la
mayoría queriendo acomodarse en el grupo anterior, pero que a la mínima que
peguen un tropiezo les mandan al rincón de pensar. Estos con toros que lo mismo
pueden complicarte la existencia, que ponerte el cortijo delante casi llave en
mano, amueblado y todo. Y luego están los que tragan con lo que les pongan, que
bastante tienen con poder tragar, aunque sea con fieras corruptas de las que el
salir andando ya es un triunfo de categoría. Así, año tras año y que nadie se
atreva a enmendar el guión, que a la próxima ya no sale en la foto.
Que los hay que esperan sorprenderse ya llegados a la plaza,
pues que se sienten y esperen, que igual les sale la barba que no tienen y
hasta tienen que hacerse tirabuzones para no pisársela. Que parece cosa de
brujas, de los duendes del toreo, el que un aficionado acierte sistemáticamente
el que tal ganadería va a dar que hablar en los corrales la mañana de corrida,
que los pupilos de tal o cual hierro no se van a sujetar en pie y que con
suerte, con mucha suerte, lo mismo entre los seis de la corrida se reparten medio
puyazo y no sin esfuerzo. De la misma forma que son capaces de adivinar que
fulanito o menganito no va a ser capaz de llevar medianamente la lidia. Que dos
mantazos de salida y a esperar la hora de la pañosa. Y cuidado, que si no
empieza la faena del primero con banderazos por delante y por detrás, lo hará
en el segundo. ¡Vaya sorpresa!
Esto del toreo, en la actualidad, en la inmensa mayoría de
los casos todo se reduce a que un señor llegue y suelte su repertorio sin el
menos miramiento, sin tener en cuenta la salud de los espectadores. Que siempre
se había dicho que cada toro tenía su lidia y así fuera el toro, así obraba su
matador, pero eso ya es historia. Que sería mucha sorpresa que saliera un toro
que no se ajustara a eso de ir y venir, ir y venir y acabar de nuevo yendo y
viniendo. El panorama ideal para que los de luces suelten su número gimnástico,
su ballet o cómo lo quieran llamar, ensayado una y mil tardes, una y otra vez.
¿Sorpresa? Pues si acaso, que el de luces se ponga a bailar el Moonwalker; a
partir de ahí, no esperen mucho más. Y así, año tras año, sin esperar que nada
cambie, lo cual sería una grandísima sorpresa. Que no esperen que el relevo que
viene por detrás haga otra cosa, porque ellos se entregan sin reservas a
emular a estos modelos, prototipos de la
monotonía y del aburrimiento. Eso sí, si a continuación les dicen que eso es
arte, no se escandalicen, ni tan siquiera se sorprendan, porque hasta esto
entra dentro de lo que muchos llaman hoy “tauromaquia”. Querrán ustedes saber
como acabar con este tedio que parece no tener fin y que tampoco tiene remedio.
Pues es posible que la solución la tengamos ante nuestras narices, aunque
creamos que es un imposible. Simplemente, pongamos al toro en el ruedo, al toro
de verdad, no al borrego descastado, al medio toro, al toro mutilado en su
integridad, sencillamente el toro, encastado, bravo o manso. Entonces será cuándo pensarán en otras cosas cuándo,
hablando de las corridas de toros, les hablen de una fiesta sorpresa.
Enlace programa Tendido de Sol del 20 de enero de 2019:
1 comentario:
La prensa aliada al taurineo exalta la algarabía que produce a los espectadores de aluvión el toreo ventajista,monótono y que tiene como fundamento el que el toro se muestre dócil,obediente,colaborador e inofensivo.Por eso los de hoy no engrandecen la fiesta.
D.C.
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