viernes, 6 de noviembre de 2020

Tras la reconstrucción vienen reformas integrales

 

Cuéntenme a mí de reconstrucciones

Que resulta que después de esta gira lúdico festiva que decían de la reconstrucción, viene lo de las reformas integrales. Primero los ingenieros, aparejadores y demás gente chupi, para que luego venga el ñapas de turno para que el agua caliente salga por dónde el agua caliente y la fría por dónde la fría, que las tuberías no hagan ruidos por haber cogido aire o que si encendemos la luz de la cocina no nos salte el automático de toda la casa. Eso sí, la reconstrucción les quedó de cine. De cine, de película de los hermanos Calatrava, que ni el guapo es tan guapo, ni el feo tan gracioso. Vamos, como en los toros, que ni el torero es tan torero, ni el toro tan fiero, ni tan guapo.

 Que ni habían acabado de reconstruir y ya estaban que si aquí había unas humedades, que si las baldosas se movían con las pisadas del viento, los crujidos del forjado, las puertas caídas y rechinando. Que buena ocasión se ha perdido para hacer las cosas bien y mostrar al mundo que esto de los toros es un palacio pleno de belleza, robusto, rebosando verdad por los cuatro costados y con afán de perdurar por los siglos de los siglos. Pero claro, que al final, lo barato sale caro, no, carísimo. Que por no echar mano de la mejor materia prima, sobre todo en un momento en que tanto toro se ha quedado en el campo, ¿es que no había dónde elegir? Igual es que tampoco se empeñaron mucho. Pero claro, si dejamos tal tarea a los que tenían que ponerse delante. La lógica humana dice que siempre se tira por lo más fácil, lo que cuesta menos esfuerzos, por escapar de riesgos que no llevan a otra cosa que o la ruina o la gloria. La lógica de los toreros dicta que siempre habrían optado por intentar alcanzar la gloria. Que es lo que tienen estos, que si hay que arriesgar, se arriesga, aunque solo sea para jugarse la vida. Pero claro, toreros, aunque se vistan de luces, no lo son todos. Vamos a lo cómodo, a lo de siempre, que ya si eso, lo de la gloria, se inventa, que para eso están los cuentacuentos del toreo, los de los micrófonos, y ellos harán épica, lírica y cantos de cisne a partir de la nada.

 Lo que les preocupaba a muchos que se quedaran tantos toros en el campo o que tuvieran que irse camino del matadero. Qué disgusto más grande, pero nada, a la primera que pueden y cuando todo estaba a su favor para quedar como marqueses, ¡hala! A quedar como la Chencha. Rácanos de valor y de dignidad torera, ausentes de afición y compromiso y despreciando todos esos valores que tanto cacarean y que afirman que les inculcaron desde chicos, pero ya se sabe, “lo que natura non dat, Salmantica non prestat”. Que igual los equivocados somos los que creemos que aún les queda un gramo de amor por esto de los toros. Que gran error el nuestro; les creímos dioses y no pasan de profesionales. Así está esto. Tanta parafernalia para que un canal saque un exiguo provecho, pero que pueda justificar su existencia y el cobrar la cuota a sus aficionados. Corridas de cuatro toros, que parece ser que el bolsillo o los ánimos no daban para más. Un espada que elige ganado y compañero, con la garantía de que ni los unos, ni el otro, les iban a apretar ni un poquito. ¿Es que no había nadie que pudiera levantar la voz e imponer un mínimo de sentido común taurino?

 Que gran oportunidad se nos ha ido. Que oportunidad tirada por el desagüe, que oportunidad desbaratada por ese sentido exclusivamente mercantilista que domina todo esto. Que igual esa oportunidad tampoco la supieron ver o no quisieron verla. Que ahora igual las cosas no son cómo eran antes y los conceptos se han invertido. Que ahora lo del taurinismo no es pedir que salga el toro, hacer que salga y plantarle cara con valor, inteligencia, conocimiento y torería. Ahora eso de ser taurino parece que se reduce a llevar una almohadilla color capote de brega, con asa, por supuesto y con un ribete rojo, amarillo y rojo, llenarse las muñecas de pulseras con nombres taurinos, ponerse una pegatina con el hierro de una ganadería de fama, vestir ropa con logotipos que son capotes, estoques, hierros o toros haciendo escorzos, pasarse antes después y durante por los bares de la plaza, poner los deditos como si formaran unos cuernos, llamar maestro hasta a las estatuas de la Plaza de Oriente, un ¡Osú! De cuando en cuando y pa’lante. Que oportunidad se nos ha ido de mostrar al mundo la grandeza de esto, la magnanimidad de los toros. Pero bueno, quizá es que algunos estamos un poco o un mucho despistados y no nos damos cuenta de lo que hay que tras la reconstrucción, vienen reformas integrales.

 Enlace programa Tendido de Sol del 1 de noviembre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-1-noviembre-de-audios-mp3_rf_59098255_1.html

2 comentarios:

franmmartin dijo...

¡¡¡¡.....OOOOOOOOOOLE !!!!!

Enrique Martín dijo...

Franmartin:
Ole por ti, que alegría verte por aquí. Una alegría muy grande.
Un abrazo fuerte