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Que dicen que somos amigables y pacíficos. Pues que sigan diciéndolo y no se tapen, a ver si lo siguen diciendo
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Los toros, las corridas de toros, son el gran mal de nuestra
sociedad en estos días de paz, alegría y ausente de preocupaciones. Bueno,
dejando de lado la pandemia. Pero esta pasará y los toros seguirán ahí. Y para
estos no hay vacuna ni posible, ni viable. Que los infectados de taurofilia no
tienen remedio. Y lo que es peor, que a nada que se pongan a hablar de toros
con el primer fulano con que se crucen por la calle, lo mismo le contagian ese
entusiasmo y acaban los dos yéndose a los toros. Afortunadamente puede ser que
sea un día de figuras y de golpe se les rebaja ese entusiasmo en un abrir y
cerrar de ojos. Pero esto no quiere decir que los toros, las corridas de toros, no sigan siendo el gran mal de nuestros días. Y ahí nos encontramos con esa lucha
incesante de los antitaurinos, los animalistas, que recorren las calles en
multitudinarias hordas reivindicativas de quince o veinte personas. Que usted,
aficionado a los toros igual cree que son pocos y que no hay que tenerlos en
cuenta. No se equivoque, porque aparte de que griten mucho, tienen de su lado
el magnífico altavoz de los medios de comunicación, los cuales solo hablan de
los toros en dos casos. Si un toro parte en mil a un torero, lo cual debe
gustar a la audiencia, quizá pensando que esto haga cundir el desánimo en los
que están en querer ser toreros. Y el otro caso es cuando estas almas inocentes
y adalides de una utópica felicidad universal se lanzan a un ruedo y les tienen
que desalojar las fuerzas del orden o cuando se plantan a la puerta de una
plaza de toros a intentar “amablemente” evitar que los malajes sin entrañas
entremos a los toros.
Pero, ¿alguien ha escuchado, leído o adivinado cuáles son
los planes de esta gente para el día después de la supuesta prohibición de las
corridas de toros? Que uno ha escuchado algunas cosillas, pero sin responder a
planes meditados y suficientemente contrastados con especialistas. Que cuándo
haces esa pregunta, la de qué hacer con ese ganado y esos campos, te sueltan
con decisión: pues se dejan cómo están. ¡Ah! Buena respuesta. ¿Y quién cuida de
ese ganado y cuándo es preciso les echa de comer? Muy fácil, los mismos que lo
hacen ahora. Pero eso cuesta dinero. Pues que no los tengan. ¡Caramba! Ya vamos
clarificando las cosas. Basta con no tenerlo, se acabó el problema, se murió el
perro, se acabó la rabia. Que también digo yo una cosa, que sin toros en el
campo, será mucho más fácil enmoquetar las fincas, poner salas chilout, spas en
las charcas y chiringuitos veganos a la sombra de una encina. Que no sé yo si
es necesario que no haya toros cerca, porque lo mismo se podría dejarlos por
allí, a su libre albedrío, y que les dieran de comer los visitantes. Que el
toro se acercara a las mesas, que transitara entre ellas y que el personal les
diera cacahuetes, almendras y patatas fritas de la tapita que se van trajinando
para que la cervecita pase mejor. Que
solo le veo yo una pega a esto. Que estos animales, herbívoros, pacíficos,
tiernos, entrañables y amigables con las personas, hay veces que se les tuerce
el ánimos y en dos quítate pa’lla te desbarajustan el mobiliario de la
terracita y te ponen mesas y sillas a la encina por montera.
Bueno, parece que lo de dejarlo todo cómo está y no dar
corridas de toros, no es un buen plan. Pero, ¿cuál es un buen plan? ¿Hay plan?
¿Existe tal plan? Que igual los animalistas piensan que se pueden llevar un
toro al salón y sentarlo en el sofá, pero no iba a ser buena idea. Que igual
algún que otro partido pueda pensar que se prohíbe todo esto y todos tan
felices. Que el mundo no se iba a acabar, eso está claro, pero afectaría, vaya
si afectaría. Que pretender hacer como si no pasara nada es tan estúpido y
fuera de lugar como llegar a alguien que le han amputado una pierna y decirle
que tampoco es para tanto, que con las muletas que hay ahora de carbono
criogenizado y sofronizado se podrá dar unos paseos que pa’qué más. Que podía
haber sido peor. Claro, le podrían haber arrancado la sesera, como a ti, que
sin cerebro sigues siendo igual de imbécil que con él. Será la falta de
proteína animal, ¿no? ¿No pasaría nada si el 5% del territorio de España se
libera de la cría de ganado de lidia? Pues miren que lo dudo. Dudo mucho que
estas joyitas de la naturaleza no se convirtieran en cualquier otra cosa,
excepto en lo que son actualmente, en un tesoro al que hay que cuidar. Si ya es
extremadamente complicado eso de mantener ese frágil equilibrio para mantener
el medio, no quiero ni imaginar qué pasaría si el toro desapareciera. Aunque
visto lo visto, no soy el único que no quiere imaginar ese día después de la
prohibición. La diferencia es que yo ruego que todo siga igual y otros claman
por darle la vuelta a todo. Que el animalismo está muy bien, es una filosofía
de vida genial, aunque igual algunos no han caído en que choca frontalmente con
el ecologismo. Que igual ese animalismo, sin pretenderlo, por supuesto, lo que
está pidiendo a gritos es que se eliminen de un plumazo cientos de miles de
cabezas de ganado, que el medio ambiente se degrade precisamente por esa medida
y que esto provoque una ola que se lleve por delante flora y fauna casi
exclusiva de la Península Ibérica. Que yo entiendo que estaría muy bien que en
nuestros campos hubiera búfalos, el oso Yogui, el Correcaminos, Bugs Bunny o el
osito Misha, pero no es posible. Vivimos dónde vivimos y tenemos lo que
tenemos, lobos, cabras, cigüeñas, nutrias, encinas, matorral, lirones, buitres,
dehesa mediterránea y además, así, de regalo, toros, toros de lidia. Esos que
viven aquí desde mucho antes de que a nadie se le ocurriera comerse una
hamburguesa de tofu. Pero claro, mis dudas siguen ahí atornillándome la cabeza
y pensando en los que quieren acabar con los toros, en la prohibición y siempre
concluyo con el “y después… ¿qué?”.
Enlace programa Tendido de Sol del 15 de noviembre de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-15-noviembre-de-audios-mp3_rf_60421562_1.html
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