lunes, 28 de marzo de 2022

El okupa del palco twitteando vergüenzas

Si la novillería viene así, se la trata así y se la exige nada, tal que así, luego no nos quejemos




Que orgullosos están los taurinos cuando uno de los suyos está al día, maneja las redes sociales, la tecnología y se desenvuelve como pez en el agua entre los modernos y la modernidad. Que está muy bien, pero … Pues eso, el pero es que esto está muy bien, pero para sentarse en un palco de una plaza de toros y más si es el de la Plaza de Madrid, hace falta mucho más que ser un moderno, que lucir pulseras de colores o ser un twittero que cruza mensajes con todo quisque. Para ser presidente en una plaza de toros y más en la Plaza de Madrid, es imprescindible afición, mucha afición, saber, pues de sus decisiones depende el buen discurrir de una tarde de toros en la que el público ha pagado su entrada y adquiere el derecho a ser defendido por la autoridad. Que lo de ser defendido no quiere decir que el que visita el palco atienda los caprichos de la gente, por muy mayoría que sea. Y aquí entra eso del saber, conocer el reglamente en profundidad para saberlo interpretar en cuestión de segundos, con absoluta observancia de los preceptos y fundamentos que rigen la tauromaquia. Y en tercer lugar, quién se siente en ese palco a la izquierda del Palco Real, tiene que ser un absoluto conocedor de lo que es esta plaza, de lo que es Madrid, sus gustos, sus manías, su historia, sus tradiciones y ser honesto, extremadamente honesto con esta afición que aunque fuera de las últimas en ser declarada de primera, ostenta el rango de primera plaza, por categoría, exigencia y conocimientos del toro y la lidia, desde antes que don Paco el de los toros esbozara su tauromaquia desde los palcos o tendidos del coso de la Puerta de Alcalá. Y dirán ustedes que cuantas letras para empezar a contar lo que ha sucedido en la primera de la temporada venteña, pero es que aunque los transeúntes, ya sean de los tendidos, gradas y andanadas o del mismísimo palco, no lo sepan o no se quieran enterar, en cada tarde de toros en Madrid hay todo eso y más detrás. Y no se puede permitir que a costa de todo esto llegue un señor a engordar su currículum de barbaridades y necedades taurinas. Que el caballero ya apuntaba maneras aquel nefasto día en que devolvió un toro por manso. Él, muy yuppi, emborronó miserablemente la historia de esta plaza. Estuvo apartado por un tiempo, sería para ver si se nos había olvidado aquel ataque a la dignidad de esta plaza; que podríamos haberlo hecho, pero es que su ineptitud se empeña en recordarnos las fechorías de este personaje. Que unos antitaurinos podrían violentar las Ventas tirando botes de pintura contra la fachada y dedicar pintadas insultantes contra el noble arte del toreo, pero desde los taurinos puede haber ofensas peores, como atentar contra la seriedad de esta plaza, poniéndole en bandeja los argumentos ofensivos para la fiesta a los antis, que ya ni botes de pintura, ni sprays necesitan para sonrojarnos. Basta con que utilicen los argumentos que estos sujetos les sirven en bandeja de plata. Que uno no sabe si todo este atropello obedece a consignas triunfalistas, lo que estaría mal, porque se supone que esta supuesta autoridad está para defender la fiesta y al que paga, con independencia de cualquier otro poder taurino. O quizá es algo más simple, sencillamente que es un inepto que “okupa” el palco sin que vengan ni los de Securitas Direct, ni la policía a desalojarle. Vaya con el señor comisario.

Y a todo esto, primera novillada de los Chospes. Bien presentada, sin demasiado dentro, pero suficiente para que algún torerillo con alma pudiera mostrar unas mínimas intenciones de ser torero y no conformarse con algo tan vacío e insustancial como ser figura y acumular despojos y salidas a cuestas de las plazas en mitad de un delirio verbenero y triunfalista. Malos tiempos para la fiesta. Malos tiempos para eso que se dio en llamar la suerte de varas. Puñaladas en mitad del lomo, en la paletilla o supuestos puyazos señalados como el que propino Israel de Pedro al quinto, después de que este le mandara al suelo. Malos tiempos para el segundo tercio, en que los hubo que hicieron saludar a un banderillero por tirar los palos y por verse apurado en el segundo encuentro, aunque no cuadrara en la cara del toro, pero eso ya es lo de menos, que la cosa dicen que va de emocionarse. Pues emociónense, no se corten. Malos tiempos  para la lidia, aunque un señor de luces parezca que se sube a una moto y echa a correr a toda mecha, pero como lleva el capote a una mano, eso hay que aplaudirlo, que también emociona. Malos tiempos para el temple. Toda una tarde en la que no se puso un toro de buena forma al caballo, que no es lo mismo ni dejarlo allí dónde caiga, ni dejarlo suelto por el ruedo, ni mandarlo contra el peto al relance y que lo que nos preocupe sea si el caballo se pone frente a la puerta de Madrid o un palmo más a su izquierda, como si aquí ya no estuviera a contraquerencia.

Los novilleros, pues si se trataba de emocionar, igual si estaba por allí su tía abuela o Cándida la del segundo, igual sí que se emocionaron, lo que parece indicar que emoción y parentesco o vecindad son dos conceptos estrechamente unidos. Carlos Aranda reñido con el capote, que no pasa de utilizarlo como un mal menor para pasar un trámite. Con la pañosa, pues algo parecido, aunque parece que le dedica más esmero. Muletazos desde fuera, para afuera, siempre echándose al novillo lejos, sin la menor intención de rematar un único muletazo. Pico de la muleta, desde la pala del pitón y sin ningún criterio más que el de acumular trapazos, lo mismo con la diestra que con la zocata, para culminar sus dos trasteos con excelsos bajonazos mientras se salía descaradamente de la suerte. Que llevo todo el tiempo dándole vueltas y pensando que tan magistral forma de ejecutar la suerte suprema me recuerda a alguien; pero alguien muy afamado, alguien de los puestos de arriba. Bueno, ya me acordaré.

Víctor Hernández, que igual un día hasta llega a figura, intentó entrar en quites y mostrar variedad con el capote, lo cual está más que bien, pero para la próxima vez, a ver si además de variedad nos regala algo de calidad y no simplemente formar remolinos con tanto mantazo al aire de Madrid. Con la muleta, pues si les cuento lo de su primer novillo y lo del segundo, igual no encuentran las siete diferencias como en los pasatiempos. Quizá la mayor diferencia, que no es poca, es que con el segundo de la tarde no podía y el quinto se dejaba y se dejaba, se toreaba solo, metía el hocico que era un gusto. Gusta del toreo a distancia en el cite y luego a la hora de pasárselos, siempre distancia. Medio o cuartos de muletazo, sin rematar jamás, si acaso delante de la cadera pega un muñecazo y hasta da la ilusión de rematar, pero no, solo es eso, una ilusión. Brazo estirado a veces en exceso, mucho pico, despegado, a veces hasta apelotonado, como en su segundo, al que recibió en los medios por delante, por detrás, por arriba, por abajo y como si fuera un mago de los que no hacen magia, con el “ahora te crees que lo ves, ahora no lo ves” y eso, que lo del torear, no lo ves. Ni lo ves, ni lo verás. El quinto entraba a todo lo que le pusieran delante sin hacer ni un extraño. Mantazos por abajo para cerrar la faena, pero sin torear jamás. Culminó con una entera tendidilla, rinconera, soltando el trapo y echando a correr a cuerpo limpio, porque ya saben, lo rojo lo había tirado, igual que si al final de tocar a Vivaldi un violinista tira el instrumento y se lo estampa en la jeta del caballero del bigote de la tercera fila. Pero oiga, que esto parece que emocionó y el más emocionado debió ser el señor presidente. Le llegarían unos cuantos twitts y no se pudo resistir. Que no le ha dado tiempo ni a remolonear a los mulilleros. Primero un pañuelo y luego el otro y porque igual ya no le quedaban más, que si no allí lo tenemos venga a sacar pañuelos. Y se consumó la bronca, bronca con el regalo del segundo despojo, bronca cuando el matador lo recogió, bronca cuando lo mostró, bronca cuando lo paseó, bronca cuando lo volvió a mostrar, bronca cuando se tapó, bronca cuando iban a pasear al espada a hombros, bronca cuando abrieron la puerta de Madrid y bronca hasta cuando estábamos subiendo al metro camino de casa. Pocas tardes de triunfalismo recordaba con tanta bronca. Pero oiga, si el personal se emocionó. Que ya les digo yo que si el chaval en lugar de aprovechar el tirón declina esa salida a cuestas, dice que se va por el patio de caballos, igual hasta un servidor se habría emocionado y pensado que este quiere ser torero. Cerraba la terna Uceda Vargas, anodino, que a las mismas cualidades de sus compañeros ha de sumar la de los enganchones, el no dar ni un lance, ni un muletazo limpio. Vulgar como sus compañeros, además se encontró con el que más tenía que torear, pero al que no entendió ni de lejos, limitándose a dejar se cerrara en tablas y a atosigarle ahogándole la embestida. Que no debía haber nadie que le dijera lo contrario, pero no quiero que sufran ustedes, se lo aclaro desde ya, que hubo más emocionados que hasta pidieron un despojo para el sevillano, pero el señor del palco debió pensar que solo le faltaba liar otra parecida a la de hacía veinte minutos. Que de esta no le echaban del palco, no del cuerpo superior, de esta le mandaban a presidir a la Monumental de Saigón, que igual ellos sí que tendrán una temporada completa garantizada, no como nosotros en Madrid. Pero no, de momento solo estará como el okupa del palco twitteando vergüenzas.

 

Dedicado a mi amigo Rafa Díaz, que estando bien, mal o peor, él siempre querría poder estar en su tendido.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo del que podían tomar nota y cumplir, todos los que se asoman a un palco presidencial de una corrida de toros. Saber y juzgar correctamente las actuaciones de los protagonistas. Un saludo. Rigores.

Anónimo dijo...

Una ofensa grande a Madrid la incapacidad del juez.Los bajonazos (a la fiesta) vienen ahora del palco.
Docurdo.