Si la novillería viene así, se la trata así y se la exige nada, tal que así, luego no nos quejemos |
Y a todo esto, primera novillada de los Chospes. Bien
presentada, sin demasiado dentro, pero suficiente para que algún torerillo con
alma pudiera mostrar unas mínimas intenciones de ser torero y no conformarse
con algo tan vacío e insustancial como ser figura y acumular despojos y salidas
a cuestas de las plazas en mitad de un delirio verbenero y triunfalista. Malos
tiempos para la fiesta. Malos tiempos para eso que se dio en llamar la suerte
de varas. Puñaladas en mitad del lomo, en la paletilla o supuestos puyazos
señalados como el que propino Israel de Pedro al quinto, después de que este le
mandara al suelo. Malos tiempos para el segundo tercio, en que los hubo que
hicieron saludar a un banderillero por tirar los palos y por verse apurado en
el segundo encuentro, aunque no cuadrara en la cara del toro, pero eso ya es lo
de menos, que la cosa dicen que va de emocionarse. Pues emociónense, no se
corten. Malos tiempos para la lidia,
aunque un señor de luces parezca que se sube a una moto y echa a correr a toda
mecha, pero como lleva el capote a una mano, eso hay que aplaudirlo, que
también emociona. Malos tiempos para el temple. Toda una tarde en la que no se
puso un toro de buena forma al caballo, que no es lo mismo ni dejarlo allí
dónde caiga, ni dejarlo suelto por el ruedo, ni mandarlo contra el peto al
relance y que lo que nos preocupe sea si el caballo se pone frente a la puerta
de Madrid o un palmo más a su izquierda, como si aquí ya no estuviera a
contraquerencia.
Los novilleros, pues si se trataba de emocionar, igual si
estaba por allí su tía abuela o Cándida la del segundo, igual sí que se
emocionaron, lo que parece indicar que emoción y parentesco o vecindad son dos
conceptos estrechamente unidos. Carlos Aranda reñido con el capote, que no pasa
de utilizarlo como un mal menor para pasar un trámite. Con la pañosa, pues algo
parecido, aunque parece que le dedica más esmero. Muletazos desde fuera, para
afuera, siempre echándose al novillo lejos, sin la menor intención de rematar
un único muletazo. Pico de la muleta, desde la pala del pitón y sin ningún criterio
más que el de acumular trapazos, lo mismo con la diestra que con la zocata,
para culminar sus dos trasteos con excelsos bajonazos mientras se salía
descaradamente de la suerte. Que llevo todo el tiempo dándole vueltas y pensando
que tan magistral forma de ejecutar la suerte suprema me recuerda a alguien;
pero alguien muy afamado, alguien de los puestos de arriba. Bueno, ya me
acordaré.
Víctor Hernández, que igual un día hasta llega a figura,
intentó entrar en quites y mostrar variedad con el capote, lo cual está más que
bien, pero para la próxima vez, a ver si además de variedad nos regala algo de
calidad y no simplemente formar remolinos con tanto mantazo al aire de Madrid.
Con la muleta, pues si les cuento lo de su primer novillo y lo del segundo,
igual no encuentran las siete diferencias como en los pasatiempos. Quizá la
mayor diferencia, que no es poca, es que con el segundo de la tarde no podía y
el quinto se dejaba y se dejaba, se toreaba solo, metía el hocico que era un
gusto. Gusta del toreo a distancia en el cite y luego a la hora de pasárselos,
siempre distancia. Medio o cuartos de muletazo, sin rematar jamás, si acaso
delante de la cadera pega un muñecazo y hasta da la ilusión de rematar, pero
no, solo es eso, una ilusión. Brazo estirado a veces en exceso, mucho pico,
despegado, a veces hasta apelotonado, como en su segundo, al que recibió en los
medios por delante, por detrás, por arriba, por abajo y como si fuera un mago
de los que no hacen magia, con el “ahora te crees que lo ves, ahora no lo ves”
y eso, que lo del torear, no lo ves. Ni lo ves, ni lo verás. El quinto entraba
a todo lo que le pusieran delante sin hacer ni un extraño. Mantazos por abajo
para cerrar la faena, pero sin torear jamás. Culminó con una entera tendidilla,
rinconera, soltando el trapo y echando a correr a cuerpo limpio, porque ya
saben, lo rojo lo había tirado, igual que si al final de tocar a Vivaldi un
violinista tira el instrumento y se lo estampa en la jeta del caballero del
bigote de la tercera fila. Pero oiga, que esto parece que emocionó y el más
emocionado debió ser el señor presidente. Le llegarían unos cuantos twitts y no
se pudo resistir. Que no le ha dado tiempo ni a remolonear a los mulilleros.
Primero un pañuelo y luego el otro y porque igual ya no le quedaban más, que si
no allí lo tenemos venga a sacar pañuelos. Y se consumó la bronca, bronca con el
regalo del segundo despojo, bronca cuando el matador lo recogió, bronca cuando
lo mostró, bronca cuando lo paseó, bronca cuando lo volvió a mostrar, bronca
cuando se tapó, bronca cuando iban a pasear al espada a hombros, bronca cuando
abrieron la puerta de Madrid y bronca hasta cuando estábamos subiendo al metro
camino de casa. Pocas tardes de triunfalismo recordaba con tanta bronca. Pero
oiga, si el personal se emocionó. Que ya les digo yo que si el chaval en lugar
de aprovechar el tirón declina esa salida a cuestas, dice que se va por el
patio de caballos, igual hasta un servidor se habría emocionado y pensado que
este quiere ser torero. Cerraba la terna Uceda Vargas, anodino, que a las mismas
cualidades de sus compañeros ha de sumar la de los enganchones, el no dar ni un
lance, ni un muletazo limpio. Vulgar como sus compañeros, además se encontró
con el que más tenía que torear, pero al que no entendió ni de lejos, limitándose
a dejar se cerrara en tablas y a atosigarle ahogándole la embestida. Que no
debía haber nadie que le dijera lo contrario, pero no quiero que sufran
ustedes, se lo aclaro desde ya, que hubo más emocionados que hasta pidieron un
despojo para el sevillano, pero el señor del palco debió pensar que solo le
faltaba liar otra parecida a la de hacía veinte minutos. Que de esta no le
echaban del palco, no del cuerpo superior, de esta le mandaban a presidir a la
Monumental de Saigón, que igual ellos sí que tendrán una temporada completa
garantizada, no como nosotros en Madrid. Pero no, de momento solo estará como el
okupa del palco twitteando vergüenzas.
Dedicado a mi amigo Rafa Díaz, que estando bien, mal o peor,
él siempre querría poder estar en su tendido.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
2 comentarios:
Excelente artículo del que podían tomar nota y cumplir, todos los que se asoman a un palco presidencial de una corrida de toros. Saber y juzgar correctamente las actuaciones de los protagonistas. Un saludo. Rigores.
Una ofensa grande a Madrid la incapacidad del juez.Los bajonazos (a la fiesta) vienen ahora del palco.
Docurdo.
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