¿Recuerdan los antiguos Victorinos? Victorino hijo, tampoco, él se queda con cómo ser aprendiz de todo. |
Dicen que el que no arriesga no gana y… bueno, igual no es
esta la mejor forma de empezar para hablar de Victorino Martín, porque igual ni
ha arriesgado demasiado, ni sabemos si va a acabar ganando o no, eso el tiem0po
lo dirá. Que hay opiniones para todo, los habrá que se rindan a sus pies plenos
de convencimiento, pero también los hay que abominan de sus formas, sus fondos
y sus “conquistas”. Lo que nadie puede negar es su capacidad para hacer de todo
en esto de los toros. Que lo de ganadero parecía que era cumplir con un destino
marcado por la intensa y exitosa trayectoria de don Victorino Martín Andrés, su
padre. Pero a él esto se le quedaba chico, le sabía a poco y como un hombre
renacentista de la tauromaquia, él quería más. Probó vestido de luces, pero
tuvo que probar poco y sin mucho tardar, colgó el chispeante para no volver a
enfundárselo. Entonces se dedicó de lleno a su ganadería, lo que seguro que no
se le podía dar mal, primero con un maestro como el que tenía en casa y en
segundo lugar con los conocimientos que se adquieren cursando la carrera de
veterinaria.
Este espíritu inquieto del toreo, no conforme con mantener
la A coronada, inició el camino de la búsqueda de un nuevo tipo de toro con los
cruces que dieron lugar a lo de Monteviejo, incorporando también la sangre
Urcola. Pero… pero qué difícil es esto, ¿verdad? Como novillero ya hemos
apuntado que… pero como ganadero, esa búsqueda de un nuevo toro con lo de
Monteviejo de momento no está dando los frutos deseados, aunque si he de ser
sincero y justo, no creo que esto se pueda considerar un descalabro, pues esa
búsqueda ya es un éxito digno de alabanza y para el que se requieren altas
dosis de paciencia, lo mismo para los criadores, como para los aficionados. Y
el que tenga prisa, que se vaya a la fórmula 1, que ahí todo va mucho más
rápido. Pero en lo de ser ganadero, quizá el mayor mérito de Victorino Martín
García sea el haber conseguido vaciar de todo lo que valoraba el aficionado a
un hierro legendario, como es el que creó su padre partiendo de lo de
Albaserrada, cinco minutos antes de que se perdiera en el matadero. Se aquello,
el hijo los ha conducido a un toro que si no es por la capa, por el
comportamiento podría confundirse fácilmente con el toro actual, el que nos ha
traído esta asfixiante modernidad, dócil, bobón, que a nada rueda por la arena
y que se erige en supremo colaborador del caballero que el destino ha puesto
allí para crear “arte”. De ser un hiero del que huían las figuras, a ser uno de
los preferidos de estas, pues con el nombre ya pueden decir que han matado una
corrida torista. ¡Qué cosas! Como si estos se la fueran a pedir si fuera
realmente torista, como ellos dicen. Eso sí, el negocio le debe ir viento en
popa, porque de cuatro o cinco corridas al año que lidiaba su padre, él ha
pasado a… yo qué sé, porque hay victorinos hasta en las capeas de las
comuniones en mayo. O igual tampoco gana tanto provecho económico, ¿no? Bueno,
él sabrá, eso son cosas suyas que tampoco creo que nos deban importar.
Pero este hombre del renacimiento taurino no podía quedarse
quieto, eso va en contra de su naturaleza, si juzgamos por esa frenética
actividad que le adorna en su día a día. Primero la Fundación del Toro de
Lidia, que nos decían que era para defender la tauromaquia. Para defender a los
profesionales, porque si nos atenemos a lo hecho, en poco o en nada han
defendido a los aficionados, entre otras cosas, porque a estos igual había que
defenderlos precisamente de gran parte de los profesionales y más concretamente
de los que se pusieron a la cabeza de dicha fundación. No tardó don Victorino
en tomar un papel estelar y se dedicó a escribir cartas y más cartas a todo
quisque, con bonitas palabras, buenos propósitos, pero alejados de sus actos.
Que ya lo decía el otro: por sus actos les conoceréis. Y vaya si les vamos
conociendo. Pero no conforme con lo de ser un adalid del género epistolar, don
Victorino se enfrascó en convertirse en empresario. Primero, por aquello de la
pandemia, cuando se hablaba de mil y una maneras de mantener esto vivo, se
inventó lo de la “Reconstrucción”. ¡Qué cosas! Victorino y reconstrucción
juntos en una misma frase. Que igual el nombre lo cogieron a voleo, porque si
se lo hubieran pensado un poquito, por aquello de la coherencia, encajaría
mejor lo de demolición. Un matador que eligiera compañía y cuatro toros. Con un
planteamiento absolutamente contrario al espíritu del toreo, para acortar el
aburrimiento y que los festejos no se alargaran tanto. ¿Cabe mayor melonada?
Que ya le estás diciendo al personal que lo que vendes es un tostón y que por
eso lo acortar. Esto tampoco lo debieron pensar demasiado. Pero esto del
empresariado parece que le está gustando al
exnovillero/ganadero/epistolario/empresario a ratos libres y ha decidido
dedicarle gran parte de sus energías y ahí lo tienen, que si copas, que si…
vaya usted a saber; que igual ahora con este embrollo de la adjudicación de las
Ventas, quién nos dice que no se vaya a presentar. Que si no es como empresario
titular, igual entre él y su amigo del alma el señor Abellán, lo mismo van y se
inventan una nueva figura para que subcontrate los festejos veraniegos, lo que
por otra parte no sería nuevo, que ya se puesto en práctica en otros lares. Y
si todo esto no le pita a don Victorino Martín, siempre tiene la salida de
hacerse promotor turístico, que te organiza una visita aquí o allá, con
alojamiento, comida y desayuno en un pispas. Que ya lo veo, el nuevo gigante
turístico de nuestro país será “Victorinalia, viaje por una pasta y le daremos
un apañado vino español”. Un vino español para el desayuno, comida, merienda,
cena, en las playas de Cancún. Si está todo pensado. Que a lo mejor tendríamos
que pensar un nuevo título, porque se nos queda pequeño eso de Victorino
Martín, el Leonardo da Vinci de la tauromaquia.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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