Lo del primer tercio es una de esas cosas que ya cuesta entender. |
El tiempo pasa, vaya si pasa y a qué velocidad. Que cuando uno se quiere dar cuenta, ha perdido el tren y está solo como un pasmarote plantado en el andén, despidiendo a una máquina que se va y se va y se va y… Y eso le ha pasado a servidor con esto de los toros. Si habrán cambiado las cosas, que hasta el nombre me han cambiado. Ahora el que no habla de tauromaquia es un indocumentado en lides táuricas o un desfasado. Que uno no es que sea un portento de sabiduría de ningún tipo, pero casi prefiero quedarme en lo de desfasado. Que si lo seré, que aquello de la “Tauromaquia 2.0” me parece que también me ha sobrepasado. Uno que empezaba a pillarle el tranquillo y ya van por la “Tauromaquia 5G”. Que te pones a escuchar al personal, a la prensa, aficionados, profesionales, empresarios y aún prestando mucha atención a sus palabras, si les dedicas dos minutos y miras sus actos… Ahí es para volverse tarumba de la azotea.
Ahora resulta que el ir a los toros, o la tauromaquia, según
quién hable, no es para ver las evoluciones de unos animales, cada uno con el
comportamiento propio de su sangre, y la respuesta que unos señores vestidos de
luces son capaces de dar. Se pide seriedad, rigor y resulta que lo importante
es irse de merendola a la plaza. Que no es que te lleves el bocata y en el
tercer toro, o cuando apriete el hambre, te lo enfundes sin ofrecer al vecino;
si acaso el “¿gusta?” de cortesía y punto. Pero ahora es que hay plazas muy
serias y soberanas, en las que dicen que así, de plano, que te las cenes y ya
de paso, si acaso, te soltarán unos novillos que serán atendidos y cuidados por
tres novilleros. Que esa es otra, con estos hay que tener un cuidado especial, porque
llevan pocos o ningún festejo a sus espaldas. O sea, para que yo me entere, que
hay que procurar que no les pase nada, pero de primeras ya les embarcas en semejante
trance. Luego, que hay que tratarles con mimo, con cariño, por aquello de no
quitarles la ilusión. O sea, que lo que fue plaza de toros un día, con esta “Tauromaquia
5G” se convierte en un tascuzo con olor a fritanga y además en un jardín de
infancia, en el que al final a los niños se les da un caramelito, perdón, un despojo,
que pasean todo contentos ante la dulce mirada de la abuela, el abuelo, la
mamá, el papá, los hermanitos, primos, primas, vecinos, vecinas de esas que le
vieron nacer, paisanos, gentes del barrio, primos de los paisanos amigos de los
primos… Nunca se conoció un jardín de infancia con tanta concurrencia, ni creo
que tan a favor de la criatura.
Pero claro, uno también escucha en los exigentes eso de la
variedad de encastes, eso de los hierros que no lidian y cuando le ponen una de
esas, pues aún esperan que actúen igual que las otras, las mayoritarias, las
monoencastadas, las que ni en pintura, pero eso sí, de colores diferentes al
negro. Y ojo, que luego esto tiene múltiples variantes, si el ganadero, los toreros
o quién sea, son amigos o enemigos, si son simpáticos, buena gente, si se dejan
saludar por la calle y pasar la mano por el hombro para una foto, si en
Tarazona de los Pinos echó un toro o novillo que para qué, porque estos
exigentes no se pierden una ni en Tarazona de los Pinos, ni en Cantarcillo del
Valle, incluso despreciando lo que den en su plaza, de la que no se cansan de
decir que es la primera plaza del mundo. ¡Qué cosas! Que estos son los mismos
que te dicen cosas como: “hay que respetar la suerte de varas” o que “la suerte
de varas es fundamental”. Que eso es así, a ver quién no está de acuerdo con
tales sentencias… Bueno, la verdad es que hay ganaderos que dicen lo contrario,
pero bueno. Pues eso, que mucha suerte de varas y resulta que todo lo ciñen a
que el toro vaya al caballo, ya tarde un minuto, dos, seis, tres meses, si va
al penco, ¡olé la fiesta! Que a ver quién es el valiente con conocimientos y
verborrea capaz de decirles que es cómo, dónde, desde dónde vaya, cómo, de qué
manera, con qué ganas y para dónde y desde dónde empuje, aparte de cómo se va
de allí, para dónde tira, en fin. Que yo no seré el que se meta en tales
explicaciones, porque me faltan conocimientos y verborrea, y a estas alturas, a
mi edad, pues… Que tanta suerte de varas por aquí, tanto “hay que picar” por
allí y resulta que en lo que centran toda su afición es en la muleta, que ya pueden
haber arañado levemente los morrillos de loas toros, que ya pueden estos haber
tirado derrotes o ni eso, que si luego van al trapo, estamos ante el corridón
del siglo. Y no les digas que no, que igual se te ponen a darte explicaciones y
es peor el golpe que el coscorrón. Y algo parecido sucede con los de luces, que
tanto que hay que cuidar la lidia, pero si el fulano en cuestión ha pegado una
tanda y media de cuartos de muletazo con pose flamenca, ya tenemos nuevo ídolo;
y nos es que nos hagamos partidarios de ese torero para los restos, es que nos
convertimos en hooligans que han perdido el sentido. Ferias enteras se podrían montar
con los de dos cuartos de muletazos y medio y hierros que van y viene sin que
sus viajes digan nada. Pero que el mal seguro que no está en ellos, el mal está
en un servidor, que no ha sabido adaptarse a los tiempos, que no ha sido capaz
de hacer caso a esa frase de “esto es lo que hay y hay que acostumbrarse! Que
será por esto, por lo de la edad, que uno no ha sido, no es, ni será lo
suficientemente espabilado para poder desentrañar os misterios de la “Tauromaquia
5G”.
3 comentarios:
Opino lo mismo que José María Arribas y tengo el mismo sentimiento, incluído el de los comentaristas (el del toro que cabe en la muleta y el del "claro que sí"). Lo peor de cualquier espectáculo, no olvidemos que los toros es también, además de arte y cultura, un espectáculo, es ser aburrido.
Saludos.
Yo también ando perdido por tanta tauromaquia moderna post moderna, tanta blandura y condescendencia. Quiero que vuelva la Fiesta de verdad, con claros y oscuros, sus miedos, y su crudezas. La auténtica, la de siempre.
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