El toro que embiste busca, el que acude, igual encuentra... o no. |
Siempre ha habido patrones para identificar más o menos por
dónde transitaban las ganaderías; que si encastadas o no, que si duras o no,
que dulces o complicadas, que si blancas o negras… Luego llegó otra división
quizá más ofensivas para la fiesta desde el punto de vista del respeto a los
fundamentos de la fiesta, toristas y toreristas. Que hasta se ha llegado a
hablar de toros muy toreros. Y a un nivel inferior aunque ya centrándose más en
determinados toros, está eso de colaborador o no. Pero por encima de todo esto,
los taurinos encontraron una división que aparte ensalzar a los suyos, servía
para desplazar y arrinconar a los otros y es eso de las ganaderías que embisten
y las que no. ¡Qué cosas! Que quizá habría que definir eso de “embestir”.
Porque a mí personal entender, no es lo mismo embestir, que acudir. Y yo
encuentro la distinción en que los que embisten son los que se quieren comer lo
que se les pone delante, lo que obliga a sortear esas embestidas con saber,
poder y firmeza. Que luego puede haber toros que se aplomen más o menos, que
manseen más o menos, pero la cuestión es querer agarrar la presa y hacerla
jirones. Y después están, siempre según una personalísima opinión, los que
acuden a los engaños. Que sí que es verdad que lo hacen una y otra vez y que no
se cansan, oiga. Pero quizá aquí encontremos otra diferencia más. A los que de
verdad embisten hay que someterlos, porque si no, igual se nos suben a las
barbas y nos depilan de una pasada. A los otros, los que acuden, se le les dan
trapazos en línea; que me gustaría contar su comportamiento en el primer tercio
y la forma de acudir a los capotes, pero como habitualmente no se da el caso,
tampoco se puede ahondar en este aspecto. Que me gustaría a mí ver si los que
acuden seguirían acudiendo tras pasar por el caballo de verdad, no después de
una leve colleja, y si en el último tercio consentirían demasiado con muletazos
de arriba abajo y de fuera adentro, rematando los muletazos. Que igual al
segundo se nos despanzurraban y ni tan siquiera podrían acudir.
Pero una de las grandes diferencias entre los unos y los
otros radica en que unos no se dejan así como así y los otros se dejan así y
asao. Que con los primeros, posturas las menos, y con los segundos todas las
posturas son pocas. Que a los primeros si les recibes con chicuelinas igual los
tienes buscándote los tobillos todo el rato y los otros… los otros ya sabemos lo
juguetones que se quedan. Que con los primeros solo cabe el arte de verdad y
con los que acuden todo es arte. Que aquellos si no se les corre la mano hasta
el final te pueden levantar a medio trapazo y los otros tragan hasta un cuarto,
sin acusarlo lo más mínimo. Y a todo esto, el personal enloquece con estos
últimos y con los que embisten, a veces hasta caen en la infamia de decir que
esos animales son imposibles y que hay que mandarlos al matadero a todos,
incluidos sus criadores. Es que ahora el criar toros de lidia, toros con casta,
es un delito de lesa humanidad.
Iba a decir que adónde íbamos a ir a parar, pero está muy
claro, se ha tomado una dirección en línea recta y a toda velocidad hacia el
abismo y parece que los que transitan en esa nave lo jalean con entusiasmo. Que
ellos quieren al toro que acuda. Que si va al caballo, ya sea desde dónde sea,
cuándo sea y cómo sea, se le jalea y se celebra como al niño que ha sacado
sobresaliente en plástica y gimnasia, aunque suspenda lengua y matemáticas. Y
sigue en los tercios sucesivos acudiendo con esa alegría del que tampoco es que
se alegre mucho, porque le falta eso de embestir y se deleita y deleita con
acudir. Aunque no se crean, que cuando ven un toro embestir, tampoco le hacen
ascos, pero se conforman con los que… en fin. Si al menos luego no denigraran,
ni renegaran de los que embisten de verdad, pues algo se habría conseguido. Pero
claro, es que otra cosa, que eso habría que ver en otro momento, ahora los que
se dicen aficionados se ponen de parte del torero y no del toro. Que ahora todo
el mundo se pone de parte y comprensivo con el torero, el empresario, el
ganadero de los que acuden y hasta del que vende fantas durante la lidia del
toro, pero… ¿quién se pone de parte del que paga? ¿Quién se pone de parte del
aficionado que solo pide lo que siempre fue? Pues evidentemente, nadie o casi
nadie y encima pretenden tirarnos a la cara la falsa disyuntiva entre el toro
que embiste y el toro que acude.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
4 comentarios:
Los que buscamos lo auténtico estamos condenados a esperar,a veces merece la pena, cuando disfrutamos lo hacemos de forma distinta.
Y lo disfrutamos más que nadie.
Un saludo
Que difícil es que se crean que nos gusta el toreo de verdad con un toro que acojone por embestir de verdad. Si encima lo torean…y si además le toca a Curro…( u otros grandiisos)…
Si para esos de los que habla da lo mismo un toro que un animal parecido, pero sin su fiereza, entonces es imposible que nos entiendan.
Un saludo
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