En lugar de acomodarse, mucho mejor enseñar al toro y acomodar su embestida. Pero eso ya quedó lejos, porque de aquello se ha pasado al colaborador para que el torero esté cómodo. |
Llevamos años, demasiados, que tenemos que soportar eso de
que el toreo evoluciona. Muy bien, bienvenida toda evolución, porque eso es
progresar, avanzar, pero lo que nos cuentan nada tiene que ver con ello, sino
con crear unas condiciones que permitan que todos los agentes de la fiesta, a
excepción del aficionado que paga, vivan más y más cómodos. Esa supuesta
evolución es alejar cualquier posible riesgo, tanto físico, algo inherente a
esta actividad, como económicos, y ahí viene eso de las fundas, por poner un
ejemplo. Que hay que felicitar a estos caballeros que han sabido encontrar el
término ideal: evolución. ¿Quién se negaría al progreso? ¿Quién se negaría a
que las cosas mejoren? Evidentemente, nadie, pero, ¿y si bajo eso de evolución
nos quieren colar el timo del tocomocho?
Aunque igual hay que admitir que esto realmente es una
evolución, porque han ido adaptando la fiesta a lo que a unos les va bien.
Evolución es desterrar la casta y sustituirla por nobleza y así pasa, que el
toro entonces tiene que tener embestidas formales y se convierte en un
colaborador, ni tan siquiera oponente. Y como tal colaborador, él tiene que
salir ya sabido, sabido de cómo tiene que ir a los engaños, de cómo colocar la
cabeza -que expresión tan horrorosa- , de cuándo ir y cuándo no; que el
siguiente paso va a ser que se toree solo. Se ha eliminado evolutivamente eso
de enseñar al toro a embestir, de conducir y mandar en las embestidas. Así, de
un plumazo han echado abajo el por qué de esto de los toros. Pero de la misma
forma que se ha “evolucionado en el comportamiento, se ha hecho en las hechuras
del animal. Ya podemos olvidarnos de esos toros imponentes con una arboladura
de impresión. Ahora toca el toro bonito y que, por supuesto, quepa en la
muleta. Eso sí, no nos faltará el que quiera confundir tamaño con trapío o
arrobas por seriedad.
Pero aquí evoluciona todo quisque. Evolucionan los
empresarios, confeccionando carteles, perdón, repitiendo carteles una y otra
vez hasta la saciedad, siempre con los mismos hierros y con los mismos
coletudos. Eso es evolucionar; curiosamente un inmovilismo insoportable,
tedioso y que entroniza hasta límites insospechados a la vulgaridad. Que el
aficionado pide que se contraten otras ganaderías y no las de siempre y te
salen con que esas que el aficionado quiere “no embisten”, lo que en otras
palabras quiere decir que no colaboran, que igual sacan una pizquita de casta y
el artista de turno se puede “expresar”. Pero las del sistemaya pueden estar rodando
por los suelos, que venden las camadas al completo, estén cómo estén. Todo para
que los de luces estén “cómodos”. Y en esos carteles cerrados a cal y canto
tampoco pueden entrar otros toreros y tener otra oportunidad porque… ¿qué más
da el por qué? No se les pone y ya está. Que los hay que a lo mejor no han
hecho demasiados méritos, pero claro, comparando, comparando, es que los
oficiales han hecho menos. Entonces, ¿cuál es el criterio de la evolución?
Pero claro, si en este escenario de extrema comodidad para
el que cría, que lo vende todo, todo y repite aquí y allá las veces que haga
falta, comodidad para el que contrata, porque entre lo que controla uno y el
colega de enfrente se montan mil ferias sin que nadie les ponga un pero, ya
sean los maestrantes, la Comunidad de Madrid o la Parroquia de San Telmo, y
además se ponen de perfil con la bajada de asistencia a las plazas, que luego
ya acomodarán la estadística para que parezca lo contrario. Eso sí, poco a poco
se van dando menos festejos, menos corridas de toros, las cuales, como ya se ha
apuntado, copan los de siempre. Y lo s más cómodos de todos, los de luces, que
además exigen esa comodidad y se escandalizan y apostatan del toro de verdad.
Ellos quieren al animal dócil, al colaborador, el que les permite ponerse
bonitos, expresarse y estar cómodos. Que si lo pensamos dos veces, sin
quererlo, ellos mismos están tirando abajo su prestigio como toreros. Porque
claro, si el torero está cómodo porque ya le viene todo dado, ¿qué sentido
tienen ellos, su profesión, el espectáculo y la madre que trajo a la comodidad
y la maldita evolución? Pero no se me agobien, que son masa los que están
encantados con esta evolución. Eso sí, se quejarán de que haya desaparecido el
toreo de capote, que la suerte de varas sea apenas un simulacro, pero no caerán
en la cuenta de que los toros sean una máquina de ida y vuelta, porque mientras
que en la muleta “se muevan” y permitan a los de luces “expresarse” y “estar
cómodos”, todo va bien. Y si se les rechista, igual empiezan con que cada uno
tiene su tauromaquia, con que es lo que hay y tenemos que acostumbrarnos y si
se les aprieta, hasta te soltarán eso de que esto ha evolucionado, pero, ¡ay,
amigo! Que no nos la den, porque acomodarse no es evolucionar.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
2 comentarios:
Tal cual, los aficionados por mayores que sean también evolucionan, solo hay que leer lo que otros dicen y pesar sí llevan razón,un saludo y a no estancarse.!!
Anónimo:
Está bien eso de no estancarse, pero si se va a cambiar algo, que sea a mejor y como dice, si escucháramos más a los aficionados más experimentados. Esto es como cuando se va a hacer un viaje, antes hay que tener muy claro con quién se va y luego el destino.
Un saludo
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