La suerte de varas muchas veces vendría bien un poco de sentido común y ajustada a las necesidades de la lidia, más que a conceptos fijos que se aprenden como el rosario en latín. |
En los desafíos ganaderos se respira otro ambiente, son tardes diferentes, te pintan las rayas de siempre y tres más, para que el aficionado se entere de que el toro se pone más o menos lejos, que si no, igual no se enteraba. En los tendidos lo mismo te encuentras una familia vietnamita con el cabeza de familia dando su parecer sobre si el puyazo está más o menos caído, mientras una panda de franceses escuchan con tanta atención, que hasta parecían entender el vietnamita. Un grupo de noruegos que no entendían por qué un señor con un polo azul no les dejaba salir mientras los señores vestidos de colores andaban por allí con un bicho negro haciendo ejercicios gimnásticos. Otros pocos se limitaban a contemplar el espectáculo de los espectadores e intentaban entender el por qué de ese empeño de poner a un toro que ha cantado la gallina más allá de la última raya adicional. Que a esto le llaman cuidar la suerte de varas; bueno, cada uno es cada uno. Y por si esto fuera poco, va y se pone a diluviar y entonces la desbandada lo inunda todo, que unos quieren trepar a las gradas, que otros escapan por las bocanas y entonces deja de interesar todo, si hay toro, si se pica, si se banderillea o si se dan más o menos trapazos. Pero como somos muy cabezotas y no aprendemos, si para de caer agua, otra vez para abajo y si vuelve a llover… de locos. Que luego me vienen estos con que el respeto, con que si allí abajo hay un hombre que… Que al final el respeto no va más allá de no protestar los despojos al pariente, vecino, paisano y poco más.
Respeto que los señores de la ilustre empresa de Madrid,
Plaza 1, no se tienen ni a si mismos. Que la semanita ya venía movida con baile
de corrales, que si los Valdellán estaban rechazados en pleno, que si a ver
unos de Saltillo, que si sí, que si no y al final nos desayunamos con que han
pasado los tres del hierro que no parecía tener tres toros para Madrid. Luego
se ha visto que alguno tuvo que tragar para aprobar la corrida. Porque los de
Fraile no es que no tuvieran trapío, que sí, pero daba toda la pinta de que habían
ido al supermercado de los toros cuando solo le quedaban los restos que no
habían encajado en ningún sitio. Alguno hasta más parecía carne de calles que
de plaza de toros. El primero, de Valdellán, le correspondió a paco Ramos. El
animal era un novillo adelantado de Graciliano, pero ya está. Desafío ganadero,
rayas ad hoc y en el primer puyazo va el peón y lo mete debajo del peto, no
vaya a ser que luego se ilusione el personal y crea que va a ver otra cosa. El
animalito parecía hasta querer plantar pelea, pero las fuerzas no le daban para
casi nada. Se dolió bastante en banderillas y en el último tercio, paco Ramos
inició con un toreo, o cómo se diga, distante, con el pico de la muleta,
dejándosela enganchar, vulgar y a ver si el animal aguantaba en pie. Intentó
por el pitón izquierdo y le echaba la cara arriba de primeras, pero el
castellonense no perdía el ánimo, cambio de pitón de nuevo y la cosa aún peor.
Cerró con varios pinchazos y entre medias un bajonazo que sería el que al final
haría doblar al primero de la sesión. En el cuarto, el primero de Fraile salió
soso, sosísimo y mirando que se cocía por allí. No se entregaba en los engaños
y ya en el caballo fue de lejos, con alegría, en el primer encuentro cabeceó,
como decían los antiguos, como una devanadera, echando la cara arriba. Que no
le gustaba el palo en el lomo. En la siguiente entrada, escarbando mucho, en
cuanto vio que allí picaban, salió espantado. Mucho mantazo enganchado y Ramos
decidió ponerlo una tercera vez dándole distancia. A ver, que pocas cosas hay
mejores que el primer tercio, pero si se ve lo que se ve en las dos primeras
varas, no pretendamos ponernos a lucir al toro, que ya bastante ha dejado ver.
Que si le hace falta un tercer puyazo, adelante, que no seré yo el que critique
las tres varas, todo lo contrario, pero, ¡hombre! Qye ya había cantado la
gallina, el pavo, el ganso y todas las aves del paraíso. Prosiguió una lidia
desastrosa, para terminar en la puerta de toriles, que igual la familia
vietnamita no se lo esperaba, pero el resto, hasta los noruegos… bueno, estos
tampoco, pero el resto sí. El fraile se defendía y no había más que machetearlo
por abajo y a otra cosa, pero Ramos parecía haber elegido la otra cosa. Le
merodeaba, citaba con el pico, pero la cosa no pasaba de trapazos sin criterio.
Y a todo esto cayendo agua como si no hubiera un mañana, el toro en tablas y el
matador pinchando una y otra vez yéndose en demasía de la suerte.
Damián Castaño parece haber sido nombrado el último héroe de
la tauromaquia y muchos había dispuestos a defender ese título. El segundo
Valdellán, largo sin remate, se puso corretón y hay que reconocer al espada que
lo metiera bien en el capote y lo sujetara en medio del ruedo. Le pusieron de
lejos al caballo y fue, pero al paso, sin demasiado ímpetu, más bien ninguno.
Pero, ¡oiga! Que se puso a empujar con fijeza, con los dos pitones y en seguida
se oyó esa voz caritativa de “levanta el palo”. Como si el palo se pudiera o se
debiera levantar. Que quizá ese grito podría cambiarse por otro más de
aficionado, como “sácalo”, por lo de sacar al toro del peto, claro ¿no? Que por
si fuera poco, encima el animal, con el palo al viento y todo, se enceló en la
guata y no se quería ir. Le pusieron una segunda vez, de lejos, cuando se puso
a escarbar, muestra de bravura para los americanos en las películas, pero que… Se
fue alegre a por el jaco y… ¡ay! Ya solo peleaba con el izquierdo y sin
humillar, el toro mentiroso nos quiso hacer creer que era bravo, pero igual la
cosa no pasaba de bravucón. Le pusieron una vez más, desde más cerca, venga a
escarbar, tardeando demasiado y al topar con el peto se nos viene abajo. Notó las
banderillas, él que parecía tan flamenco. Con la muleta, Damián castaño empezó
dándole distancia, enganchándole demasiado la tela. Siempre con el pico de la
muleta, despegado, pero como se ponía erguidito, pues el entusiasmo se hizo
presente. Muletazos más dando aire que
toreando, pero efectistas, aunque sin conducir jamás la embestida, lo que se
hacía más patente al final del muletazo, cuando el toro iba por aquí y el
engaño flameaba al viento por allí, además de tener que recuperar el sitio para
el siguiente. Pero ya se sabe, ahora, después del imperio de la alcayata, viene
el poder de la impostada naturalidad y perdemos el caletre. Tuvo la mala suerte
de no matar y quizá por ello se enfriaron los ánimos. El quinto, de Juan Luis
fraile, de salida se pegó un buen trompazo, lo que pareció acusar a partir de
ese momento. Braceaba como si estuviera dolorido y le costaba hasta mantenerse
en pie. En el caballo le recibieron con un marronazo, después fue alegre en el
siguiente encuentro, pero solo se dejaba. Se dolió en banderillas, cada vez con
mayor evidencia. En la muleta no iba de ninguna manera, tiraba el derrote y
poco más, mientras Castaño probó de nuevo eso de ponerse tieso, pero un desarme
echó a perder las buenas intenciones. Sin poder con el inválido, se empeñaba en
eso de ponerse muy derecho, sin torear. El Fraile se le quedaba, cabeceaba y
todo hacía creer que allí ya no había nada más, de lo que se percató el padre
vietnamita, los noruegos y hasta unos de la Melonera que se pasaron por allí.
Más de media quedándose en el pitón, sin pasar, pero ni con revolcón incluido
logró despojos el salmantino. Pero me juego las tierras, las del tiesto de mi ventana,
que los avispados señores de Plaza 1 nos lo vuelven a poner en próximas
ocasiones.
El tercero era Luis Gerpe, al que le tocó el mejor
presentado de Valdellán, al que recibió con mucho manteo, pero sin acabar de
someterlo. Lo metieron debajo del caballo y peleó con más desesperación que
ganas de salir vencedor. No paraba de escarbar y cuando en los siguientes
encuentros veía el caballo, disimuladamente se iba escapando, aunque no tan
descaradamente como cuando de nuevo sintió el palo en el pellejo. Pero cosas de
la vida, van y lo ponen una tercera vez y de lejos, con el caballo en el 6, más
a favor de querencia, a lo que el Valdellán reaccionó yéndose en busca del que
guardaba la puerta. Echó la cara arriba en banderillas, doliéndose como se
esperaba, visto lo visto. Tomó la muleta Gerpe, con trapazos desajustados por
abajo, para continuar con la diestra intentando eso de ponerse derecho, pero
cualquier intento lo afeaba el abuso del pico, el estar demasiado separado y
acabar con muletazos de uno en uno y como queriéndose descarar, como si eso ya
fuera el epílogo de una gran faena. Y desafortunadamente, en un intento de
manoletinas se vio por los aires. Ahí sí que el manso buscaba la presa. Más de
media tirando el trapo por los aires, que luego se demostró que no era un
accidente, sino una práctica habitual. El sexto, entre si jarrea o se calma,
fue recibido con mantazos varios. Muy mal picado, en la paletilla, en mitad del
lomo, sin ponerlo en suerte, mientras el animal se limitaba a estar allí.
Empezó el trasteo trapaceándole por abajo, con el peligro de no saber por dónde
meterle mano. Enganchones, banderazos al viento, llegando hasta a estar
aperreado, pegando tirones y dejando que pasara el tiempo. Y para rematar, de
nuevo el trapo al viento al entrar a matar. Serán las nuevas formas. Y mientras
pasaba todo esto, unos venga a subirse a las gradas, unos queriendo hacer
alpinismo, otros por las escaleras y cuando parecía que ya no caía, vuelta para
abajo y luego otra vez para arriba. Qué cansado esto de ir a los toros, oiga. Y
al final la cosa quedó en que fue todo más desafío de la lluvia que ganadero.
Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Yo no lo hubiese explicado mejor, solo que nos queda un poso de impotencia a los que nos gustan los toros de verdad.un abrazo.
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