Era más que previsible que la despedida de El Juli iba a
estar muy bien preparada, con tanto mimo como a este mismo señor se le
preparaba el ganado al que se enfrentaba y los compañeros con quién actuaba.
Había que fabricar una apocalipsis julista; entusiasmo, triunfo, despojos y
salida triunfal a cuestas de los que con tanto ímpetu le jalearon y rindieron
loas desde el momento en que piso la arena de las Ventas. Quizá estos
apologetas de la vulgaridad dirían que el Juli desovó maestría desde que piso
el albero madrileño. Explícales luego que en Madrid no hay albero. Pero
menudencias aparte, la gloria tenía que salir despedida por todos los arcos de
la plaza de Madrid. ¡Qué gozo, Mari! Que fue ponerse los alguaciles frente a la
puerta de toriles y la ovación ya ponía los pelos de punta, que parecía que al
personal se le había ido la mano con la laca en todo el vello corporal de los
presentes y si se arañaba al vecino, todo era bienvenido en loor de Julián.
Pero al final, la apoteosis se quedó en triunfo más que cuestionado y
cuestionable del que se despedía, y por muchos años, de esta plaza que en un
cuarto de siglo nunca consiguió que fuera su plaza. Que me contarán de salidas
a cuestas, como la de hoy, pero claro, si quitamos a un presidente dadivoso, en
exceso dadivoso, un público, que no digo aficionados, más generoso que Papá Noel
en casa de un niño rico, y unos mulilleros a los que en tardes como esta
adelantan como relámpagos el pelotón del tour de la Guindalera de caracoles,
¿en que se queda todo esto? Pues igual en que la prensa oficial tiene motivos
para largar una última crónica para ver si a alguien se le ablanda la cartera y
en que Chema quede bien con su suegro después de invitarle a una entrada al sol
en semejante efeméride. Lo de la insolación no cuenta, que es que a todo hay
quien siempre le pone una pega.
Que habrá quién no encuentre motivos para ponerle ni una
pega al jolgorio venteño de esta tarde de adioses y que no vuelvas. Pero claro,
¿cómo pasamos lo del ganado? Que hay que tragar mucho, pero mucho, para admitir
como toros a los del Puerto de San Lorenzo y los dos de la Ventana. Que eran
para subirlos a un puerto, de montaña, y despeñarlos por una ventana. Y hecho
el chiste fácil, hablamos de una corrida fea, cinco bueyes y un jamelgo con
cuernos para cerrar la tarde. Mansos, pero mansos, que al cuarto de la tarde,
si le hubieran condenado a las viudas, igual nadie se habría extrañado. Y
flojos, perdón, inválidos; que juntamos su paso por el caballo y entre los seis
no se junta un puyazo. Que uno de ellos derribo, sí, pero igual también tenga
algo que ver esa ecologista costumbre de los picadores del momento de no picar,
si acaso apoyan el palo un momentito y corriendo lo quitan, por si alguien se
había pensado hacerse una alfombra con su pellejo. Que tampoco es que los
espadas hayan colaborado demasiado en lucirlos en el peto, que no había
lucimiento posibles con semejantes animalitos. Pero lo mismo te lo dejaban por
allí, que les dejaban dar vueltas y vueltas por el ruedo, que se pasearan
sueltos, a su aire, por este. Que estábamos a lo que estábamos, a llenar el
cesto de despojos y punto. Muleta, muleta y más muleta. Que el personal tampoco
se iba a quejar. Que hasta hubo un conato de protestar un manso. Que vieron con
buenos ojos el que Tomás Rufo se llevara el toro al picador que guardaba la
puerta mientras levantaban al de tanda, porque se ahorraba tiempo. Y si no se
aguantaban en pie, eso tampoco importaba demasiado, porque al fin y al cabo, ni
Uceda Leal, ni El Juli, ni Tomás Rufo les iban a instrumentar un lance o
muletazo que les exigiera mínimamente. Que el toreo no estaba invitado a esta tarde,
solo el pegapasismo vulgar y anodino, pero que al vociferante le servía para
sacar los moqueros al viento ¡Venga miasmas al viento! Y luego dicen que si hay
contagios. Contagios de vulgaridad es lo que más ha habido. Pero vulgaridad
acorde con la tarde, vulgaridad King Size, de la buena la mejor y de la mejor
la superior. Que no todos los días se despide de ti el rey de la chabacanería
taurina.
Que quizá a ustedes les gustaría que me explayara en lo
hecho por los espadas, pero… no me pidan eso. Que si quieren que hablemos de
toros, pues hablamos otro día, pero hacerlo en lo referente a semejante
esperpento. Que Uceda Leal, fiel abridor de cartel, porque no íbamos a poner al
Juli en semejante trance, con su primero trapazos donosos distantes y con el
pico y en su segundo, el pregonao, primero intentó torearle a contraquerencia,
para acabar teniendo que ceder e ir detrás de él a toriles y despenarle al
abrigo de las tablas. Julián López, El Juli, el del adiós, empezó su sintonía
de trallazos que ya jalearon sin medida, que se le derrumbaba, que seguía
trapaceando, acelerado y citando casi de espaldas, porque no se puede decir
culo. Julipié en mitad del lomo, petición y bronca al usía, al que unos
ingenuos aplaudimos por negar el despojo. Y como la gente es muy suya, ni pidió
la vuelta al ruedo del que decían que merecía un despojo. Pero con un paseo por
el ruedo no íbamos a ninguna parte. Lo que hacían falta eran despojos y más
despojos. Y el despojerío llegó. En su segundo inválido al que le pusieron el
palo cerca del pellejo dos veces, porque si les digo que le picaron, mentiría,
aunque no tanto como mintió el Juli en el trasteo de muleta. Primero metió el
pico, luego siguió con el pico, para continuar con más picos. Trapazos con la
zocata, vuelta al derecho con más pico, por supuesto, ahora al izquierdo, el
toro ya no podía, pero El Juli empezó a zascandilear entre los pitones y ya se
sabe, el personal ve a un señor entre los cuernos y pierde hasta la honra
enloquecido. Pero con esto ya nos apañábamos, ya podíamos pedir despojos, ya
teníamos la gloria fabricada, como el que fabrica una cómoda Glastborg del
Ikea, un pañuelo por aquí, cinco por allí, los mulilleros que no sabían dónde
era la recogida, quizá porque les habían puesto la dirección equivocada, un
presidente al que parecían manejar a distancia y dos despojos. Que triste
despedida. Que estará feliz de la vida don Julián, pero que te vayas mientras
te protestan los trofeos y que el personal sienta alivio porque al menos en un
tiempo no le van a tener que sufrir, ya es triste, ¿no creen’ Y Rufo, pues,
poco hay que decir de este hombre al que parece que quieren hacer figura del
toreo y no llega casi ni a ídolo de talanqueras. Vulgar, trapacero, cazando
trapazos y sin acercarse mínimamente a la idea de toreo, quizá porque no hay
toros. Que sí, que aprovechando la cuesta abajo le dieron otro nido de
chinches. Que en su pueblo esta noche habrá celebración grande, pero al final
no quedará otra cosa que alivio por el que se va, adiós, pero quedan…
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Enrique, te veo muy ofuscado por la salida a hombros del Belmonte del siglo XXI. Somos nosotros los que estamos equivocados, somos los amargados, los que no disfrutamos de los yintonics después de comer.
Con lo bonito que es ir a la plaza a disfrutar, a jalear los goles del maestro Juli y luego a festejar con unas buenas viandas el triunfo de la tauromaquia. Porque la tauromaquia moderna consiste en sacar a hombros al menos a uno de los actuantes y enrabietarse porque el pérfido presidente ha robado uno o dos apéndices al chaval joven que viene a Madrid a abrirse paso por esas plazas de Dios.
Un abrazo, J.Carlos
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