domingo, 1 de octubre de 2023

Alivio por el que se va, adiós, pero quedan…

Aunque no se lo crean, parece que una de las tareas que más cuestan es la de enganchar un toro a las mulillas y por eso mulilleros y honderos se lo toman con tanta calma, al menos hasta que afloran los pañuelos en el palco.


Era más que previsible que la despedida de El Juli iba a estar muy bien preparada, con tanto mimo como a este mismo señor se le preparaba el ganado al que se enfrentaba y los compañeros con quién actuaba. Había que fabricar una apocalipsis julista; entusiasmo, triunfo, despojos y salida triunfal a cuestas de los que con tanto ímpetu le jalearon y rindieron loas desde el momento en que piso la arena de las Ventas. Quizá estos apologetas de la vulgaridad dirían que el Juli desovó maestría desde que piso el albero madrileño. Explícales luego que en Madrid no hay albero. Pero menudencias aparte, la gloria tenía que salir despedida por todos los arcos de la plaza de Madrid. ¡Qué gozo, Mari! Que fue ponerse los alguaciles frente a la puerta de toriles y la ovación ya ponía los pelos de punta, que parecía que al personal se le había ido la mano con la laca en todo el vello corporal de los presentes y si se arañaba al vecino, todo era bienvenido en loor de Julián. Pero al final, la apoteosis se quedó en triunfo más que cuestionado y cuestionable del que se despedía, y por muchos años, de esta plaza que en un cuarto de siglo nunca consiguió que fuera su plaza. Que me contarán de salidas a cuestas, como la de hoy, pero claro, si quitamos a un presidente dadivoso, en exceso dadivoso, un público, que no digo aficionados, más generoso que Papá Noel en casa de un niño rico, y unos mulilleros a los que en tardes como esta adelantan como relámpagos el pelotón del tour de la Guindalera de caracoles, ¿en que se queda todo esto? Pues igual en que la prensa oficial tiene motivos para largar una última crónica para ver si a alguien se le ablanda la cartera y en que Chema quede bien con su suegro después de invitarle a una entrada al sol en semejante efeméride. Lo de la insolación no cuenta, que es que a todo hay quien siempre le pone una pega.

Que habrá quién no encuentre motivos para ponerle ni una pega al jolgorio venteño de esta tarde de adioses y que no vuelvas. Pero claro, ¿cómo pasamos lo del ganado? Que hay que tragar mucho, pero mucho, para admitir como toros a los del Puerto de San Lorenzo y los dos de la Ventana. Que eran para subirlos a un puerto, de montaña, y despeñarlos por una ventana. Y hecho el chiste fácil, hablamos de una corrida fea, cinco bueyes y un jamelgo con cuernos para cerrar la tarde. Mansos, pero mansos, que al cuarto de la tarde, si le hubieran condenado a las viudas, igual nadie se habría extrañado. Y flojos, perdón, inválidos; que juntamos su paso por el caballo y entre los seis no se junta un puyazo. Que uno de ellos derribo, sí, pero igual también tenga algo que ver esa ecologista costumbre de los picadores del momento de no picar, si acaso apoyan el palo un momentito y corriendo lo quitan, por si alguien se había pensado hacerse una alfombra con su pellejo. Que tampoco es que los espadas hayan colaborado demasiado en lucirlos en el peto, que no había lucimiento posibles con semejantes animalitos. Pero lo mismo te lo dejaban por allí, que les dejaban dar vueltas y vueltas por el ruedo, que se pasearan sueltos, a su aire, por este. Que estábamos a lo que estábamos, a llenar el cesto de despojos y punto. Muleta, muleta y más muleta. Que el personal tampoco se iba a quejar. Que hasta hubo un conato de protestar un manso. Que vieron con buenos ojos el que Tomás Rufo se llevara el toro al picador que guardaba la puerta mientras levantaban al de tanda, porque se ahorraba tiempo. Y si no se aguantaban en pie, eso tampoco importaba demasiado, porque al fin y al cabo, ni Uceda Leal, ni El Juli, ni Tomás Rufo les iban a instrumentar un lance o muletazo que les exigiera mínimamente. Que el toreo no estaba invitado a esta tarde, solo el pegapasismo vulgar y anodino, pero que al vociferante le servía para sacar los moqueros al viento ¡Venga miasmas al viento! Y luego dicen que si hay contagios. Contagios de vulgaridad es lo que más ha habido. Pero vulgaridad acorde con la tarde, vulgaridad King Size, de la buena la mejor y de la mejor la superior. Que no todos los días se despide de ti el rey de la chabacanería taurina.

Que quizá a ustedes les gustaría que me explayara en lo hecho por los espadas, pero… no me pidan eso. Que si quieren que hablemos de toros, pues hablamos otro día, pero hacerlo en lo referente a semejante esperpento. Que Uceda Leal, fiel abridor de cartel, porque no íbamos a poner al Juli en semejante trance, con su primero trapazos donosos distantes y con el pico y en su segundo, el pregonao, primero intentó torearle a contraquerencia, para acabar teniendo que ceder e ir detrás de él a toriles y despenarle al abrigo de las tablas. Julián López, El Juli, el del adiós, empezó su sintonía de trallazos que ya jalearon sin medida, que se le derrumbaba, que seguía trapaceando, acelerado y citando casi de espaldas, porque no se puede decir culo. Julipié en mitad del lomo, petición y bronca al usía, al que unos ingenuos aplaudimos por negar el despojo. Y como la gente es muy suya, ni pidió la vuelta al ruedo del que decían que merecía un despojo. Pero con un paseo por el ruedo no íbamos a ninguna parte. Lo que hacían falta eran despojos y más despojos. Y el despojerío llegó. En su segundo inválido al que le pusieron el palo cerca del pellejo dos veces, porque si les digo que le picaron, mentiría, aunque no tanto como mintió el Juli en el trasteo de muleta. Primero metió el pico, luego siguió con el pico, para continuar con más picos. Trapazos con la zocata, vuelta al derecho con más pico, por supuesto, ahora al izquierdo, el toro ya no podía, pero El Juli empezó a zascandilear entre los pitones y ya se sabe, el personal ve a un señor entre los cuernos y pierde hasta la honra enloquecido. Pero con esto ya nos apañábamos, ya podíamos pedir despojos, ya teníamos la gloria fabricada, como el que fabrica una cómoda Glastborg del Ikea, un pañuelo por aquí, cinco por allí, los mulilleros que no sabían dónde era la recogida, quizá porque les habían puesto la dirección equivocada, un presidente al que parecían manejar a distancia y dos despojos. Que triste despedida. Que estará feliz de la vida don Julián, pero que te vayas mientras te protestan los trofeos y que el personal sienta alivio porque al menos en un tiempo no le van a tener que sufrir, ya es triste, ¿no creen’ Y Rufo, pues, poco hay que decir de este hombre al que parece que quieren hacer figura del toreo y no llega casi ni a ídolo de talanqueras. Vulgar, trapacero, cazando trapazos y sin acercarse mínimamente a la idea de toreo, quizá porque no hay toros. Que sí, que aprovechando la cuesta abajo le dieron otro nido de chinches. Que en su pueblo esta noche habrá celebración grande, pero al final no quedará otra cosa que alivio por el que se va, adiós, pero quedan…

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enrique, te veo muy ofuscado por la salida a hombros del Belmonte del siglo XXI. Somos nosotros los que estamos equivocados, somos los amargados, los que no disfrutamos de los yintonics después de comer.

Con lo bonito que es ir a la plaza a disfrutar, a jalear los goles del maestro Juli y luego a festejar con unas buenas viandas el triunfo de la tauromaquia. Porque la tauromaquia moderna consiste en sacar a hombros al menos a uno de los actuantes y enrabietarse porque el pérfido presidente ha robado uno o dos apéndices al chaval joven que viene a Madrid a abrirse paso por esas plazas de Dios.

Un abrazo, J.Carlos