Vuelven los sesudos taurinos con eso de regular el indulto,
no se sabe si para convencer a los que estos indultos no nos convencen, si para
que el show sea más show o vaya usted a saber para qué. Que ahora dicen en
Castilla y León que quieren incluir en el reglamento el que para devolver un
toro al campo haya que hacer que el toro vaya de nuevo al caballo, pero no
durante la lidia ordenada según la lógica del conocimiento de siglos, no; la
cosa es que después de los tres tercios se decida que salga de nuevo el
picador, por si a alguno aún le quedaban dudas. Ustedes me perdonen, pero si
hay dudas, ¿cómo puede haber indulto? El indulto, a mi entender, es un
sobresaliente cum laude, no es mirar si se aprueba al mozalbete que saca un
4,80 en un examen. Aunque claro, si el gran objetivo es aprobar al muchacho,
cualquier razonamiento es bueno. Que claro, si hay dudas para ver si se indulta
o no, quizá es que durante toda la lidia alguien no estuvo demasiado atento,
¿no creen?
Que esto de volver a sacar el caballo es algo que se ha
escuchado muchas veces y en muchos lugares, pero, realmente, ¿es necesario? ¿Es
que durante todo el transcurso de la lidia ordinaria el señor presidente, el propio
ganadero, el matador, los veterinarios, el público asistente, el vendedor de
refrescos, el que vende almendras, los acomodadores, los almohadilleros, los
acomodados y bien acomodados en el callejón, no se han dado cuenta de si el
toro era de indulto o no? ¡Hombreeee! Hay que estar más atentos, hay que
fijarse más, hay que estar pendiente de si el toro hace fu o micifú y no estar
tan absorbido por el cubata, las pipas o el mozo o la moza de tres filas más
arriba o más abajo. Que sigo pensando y no sé si es necesario y oportuno
alimentar este show del absurdo y el sinsentido, solo posible por el toro que
tenemos hoy en día, demasiado domesticado y al servicio de los señores de
luces, de sus caprichos y sus ocurrencias según les venga el aire. Que se ponen
filosóficos, como si meditarán constantemente sobre esto y paren semejantes
ocurrencias, que no llegan ni a la categoría de ideas.
Que imagino la escena y de verdad, ¿es necesario hacer pasar
al toro por eso? Tres tercios, con el desgaste que supone y de postre el
obligarle a estamparse de nuevo con el peto. Que no digo picarle, porque
imagino que al menos le darían la vuelta al regatón, porque si además el de
aúpa se nos viene arriba y se dedica a zurrarle, ¡para qué más! Que digo yo ¿No
sería más sencillo, más lógico y menos aparatoso que para que se pueda indultar
un toro sea obligatorio el que fuera un mínimo de tres veces al caballo, que al
menos recibiera tres puyazos? Así de fácil. ¡Ah! Pero es que entonces lo mismo
podría pasar que en lugar de aguantar trescientos veintisiete trapazos y medio
solo se tragase treinta y cinco ¡Acabáramos! Entonces, a ver si va a resultar
que todo es un trámite sin más y que lo realmente interesante es el
trapacerismo. Entonces no digo nada, adelante con su liturgia del trapazo que
tanto les entusiasma. Que esto va de que el personal salga contento y si para
eso hay que darle la vuelta y poner boca abajo la lidia y su lógica, pues nada,
¡ancha es Castilla! Que uno piensa y piensa y no puede llegar a otra conclusión
de que, ¿qué ha sucedido en los veinte minutos precedentes para que al final
haya que volver al principio de la película? No nos hemos enterado de nada y
resulta que tenemos que rebobinar para saber de qué iba aquello que tenemos
ante nosotros. Y lo que es peor, esto es una muestra más de que la lidia no
existe y además no importa. Que se les llena la boca a tantos y tantos con eso
de la lidia por aquí, la lidia por allá y no se enteran si un toro merece ser indultado
o no, que aún tienen dudas y… Pues vuelvo al principio, si para que se dé este
caso hay que vencer solo una mínima duda, entonces lo del indulto no tiene
caso. O sobresaliente cum laude o una muerte digna a estoque en el ruedo. Aunque
tampoco se me va la imagen del señor presidente, el propio ganadero, el
matador, los veterinarios, el público asistente, el vendedor de refrescos, el
que vende almendras, los acomodadores, los almohadilleros, los acomodados y
bien acomodados en el callejón pidiendo que saquen de nuevo al caballo, que
antes, con el cubata y las pipas…
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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