Un genio un día cogió una silla para torear y años después, una divinidad la convirtió en toro. Vivir para ver |
Qué horas tan revueltas y de depravación estamos viviendo.
Como diría el clásico, ¡adónde vamos a ir a parar! La falta de respeto se ha
instalado en el mundo, se ha perpetrado en esas almas negras de pecado, esos
corazones sin corazón, con ese descaro que solo la maldad maneja. La falta de
fe en la divinidad es algo que en estos momentos no nos podemos permitir. Esos
que se manejan con una insultante falta de impunidad y que se plantan delante
de un dios a cantarle las cuarenta. Pero, ¡adónde vamos a ir a parar! Si no se
respetan a los seres superiores, a esos entes de categoría excelsa, suprema,
cuasi divina, siempre por debajo de la divinidad, por supuesto. Que ahora
resulta que uno de los baluartes de la tauromaquia de este siglo y de parte del
pasado, de toda la eternidad taurina, era un ventajista, un tramposo como dicen
esos ateos de la fe taurina.
Nunca han sido de fiar los descreídos, porque esos no tienen
ni principios, ni valores. Esos desconocen lo que es ponerse delante de una
fiera corrupia que te quiere devorar, quizá porque desconocen la doctrina y el
catecismo taurino de la técnica, esa que está solo al alcance de los dioses y
que solo los muy devotos son capaces de sentir, de poseer esa sensibilidad en
la que el trapazo cae sobre ellos como lenguas de fuego. Y esto, por mucho que
estudien, investiguen, vean o hablen en interminables charlas, no está al alcance
de esos ateos de la tauromaquia que niegan la divinidad aunque se haga presente
ante ellos. Estos negacionistas del toro bravísimo, encastadísimo,
obedientísimo, colaboracionista hasta el extremo y hasta con cara de tan buena
gente, que dan ganas de invitarle a un colacao con galletas. Eso sí, tienen que
reconocer estos ateos, estos descreídos, que este toro de la fe taurina no se
cae como en otros tiempos. ¡Milagrooooo! Aunque dicen estudiosos de la biblia
taurina que igual los de otros tiempos tampoco se caerían si apenas se les arañara
una vez en el caballo, dos en las plazas de primera, y si en lugar de ese
destoreo en línea, mandándolo al animal allí a lo lejos, como si le mandara a
por tabaco al final de la calle, a ver si aguantaban un toreo de mando, primero
sometiéndolos con los capotes y después con una tanda de muletazos sometiendo,
enroscándoselo a la cintura, de arriba abajo, de fuera a adentro y rematados
detrás de la cadera. Pero claro, a aquellos había que picarlos y poderlos,
porque lo mismo se venían arriba y… Bueno, el resto imagínenlo ustedes.
Señores ateos, cómo pueden negar la divinidad de los dioses
taurinos si ustedes no han oficiado nunca de luces, tal y como decía el gran
filósofo, el magno pensador del toreo, el famosísimo, sí, hombre, ese que…
Bueno, no lo recuerdo… ni yo, ni nadie que no fuera de su familia, si no se han
puesto ni delante de un caracol. Que sí, que me dirán que cómo saben ellos
quién se ha puesto y lo que es más, cómo saben que esos ateos no saben, porque
no… lo de siempre. No vamos a entrar en esto del dogma taurino, porque ya se
sabe, los dogmas se creen o no se creen, no hay ciencia, ni saber, porque los
dogmas, dogmas son. Que ellos, los seres de fe son capaces de verlo que el
ateísmo nos niega, nos ciega y no llegamos a ver más allá del toro íntegro
encastado y del torero honesto con la fiesta, que no con la fe que nos invitan
a reconocer como única, bajo pena de excomunión, ¿qué digo? De penar en las
llamas de la fe por anatema, herejía, por no tener la categoría moral de quién
vive el dogma con absoluta entrega, negando nada que no esté en sus sagradas
escrituras del fraude y la trampa al servicio del negocio. Los ateos no creen
en milagros, quieren la evidencia, aunque esta tampoco valga para entrar en el
paraíso de los justos. Para ello hay que ver, sentir, pensar y mantener los
gustos que la divinidad manda. Aunque ya digo, si estos ateos no son capaces de
reconocer el milagro si este sucede ante sus ojos, si no son capaces de ver el
milagro de las tertulias de Caná, en que una silla se convierte en toro y esta
embiste hasta allá, bien lejos, ante el entusiasmo de los creyentes y ante la
estupefacción de los malajes descreídos. Y es que ya lo dicen los apóstoles y
fieles del dogma del taurineo cuando se refieren a esos ateos taurinos casi
antitaurinos.
Enlace Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
2 comentarios:
Buena descripción de la tertulia en que la afición por un mal llamado respeto y por la larga trayectoria del diestro no fue capaz de decirle que el que está en el Olimpo pierde la perspectiva y se convierte en dios con pies de barro y carente de alma.
Hola estimado Enrique.
Después de ver la actuación del semi dios en la tertulia del Toro de Madrid, donde en mi concepto luego de embaucarlos, se fue de rositas, cual su toreo; me he visto obligado a desempolvar "El Toreo Clásico" de Domingo Ortega, para reforzar mis dogmas y prepárame para la hoguera, por ateo irredento.
Saludos
POCHO PACCINI
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