Algunos recordaban los Cuadri de otra manera. Será que la imaginación distorsiona la realidad o quizá es que la realidad puede ser otra. |
Hacía tiempo que no había tanta expectación, o quizá sería
más exacto hablar de ilusión, que en la tarde de los Cuadri de Madrid para
abrir esta nueva temporada; que tampoco sabemos cuántas más va a haber o si
definitivamente se pasa al modelo de “ferias, verbenas y poco más”. De momento
y para empezar, parecía estar garantizada la presencia del toro y así fue,
aunque el aficionado no pudo evitar salir de la plaza con una sensación
extraña. De Cuadri eran, porque así lo indicaba la “H” tumbada, pero… que no se
parecían ni a los padre, ni abuelos, ni primos lejanos que en otros tiempos se
enseñorearon por Madrid. Trapío irreprochable, ni un pero, pero… Ni en el
comportamiento parecían de lo que eran y habían sido, que se les hicieron mil
perrerías y poco o no como cabía esperar, las acusaban. Que con tanto mantazo
sin intención, con tan escasa capacidad lidiadora, la cosa se complicaba, desde
luego, pero no lo otras tardes había sucedido. Y no vamos a medir las
complicaciones de los animales según los maestros, porque ya se sabe que hoy en
día, les sale uno que mira así y ya están perdiditos. Eso sí, los de a caballo
no se habían parado a pensar si eran o no eran y se aplicaron a zurrarles la
badana con saña, que parecían estarse cobrando la venganza de afrentas pasadas.
Eso sí, allí estaban los tres espadas muy dispuestos ellos a levantar el brazo
con ostensibles gestos de desagrado pidiendo al del palo que lo levantara y
aliviara el castigo, pero sin hacer ni intención de ir a sacar al toro del
peto. Que el pica debía decir: grita, grita, que como no me lo quites tú. Y
como no se lo quitaban, pues allí seguía barrenando hasta que se le durmiera el
brazo. Todos muy mal picados, puyazos traseros, caídos y venga que te zurra
mientras les tapaban la salida. Unos primeros tercios dónde exageraban la
distancia para el primer encuentro y que luego no dudaban en evitar una tercera
entrada. Quizá con un poquito de lógica primero se le podía poner a una
distancia prudencial y luego ya habría tiempo para dejarlo más en largo.
El gran artista de la tarde fue Ferrera, artista no sé si
del magno arte del toreo o más bien del de Talía, musa de… Él sabe escenificar
su incapacidad como nadie para hacer creer que está luchando cuan gladiador
colosal. So sí, no se le puede negar su precisa y oportunísima intervención en
un quite a un banderillero, mientras el que estaba a la salida del par solo fue
capaz de tirar el capote al suelo. Al césar lo que es del del césar. Bien
merecidas fueron las palmas. Pero hablando ya de su primero, poco o nada capote,
mantazos sin poder, viéndose obligado a darse la vuelta cediendo terreno al
Cuadri, haciendo lo que sería cosa de un subalterno, pero que el tendido jaleó
sin pudor. El toro primero fue andandito al caballo y en el segundo encuentro
ya mostró más alegría y codicia. Fijo en el peto, más peleando con el zocato,
recibiendo cera como para alumbrar una catedral. Eso sí, el matador, allá a lo
lejos, levantaba el brazo con desesperación con el “vale, vale”, colaborando
para echarle el público encima al de aúpa, pero de tomar la seda e ir a
sacarlo, naranjas de la China. Con la muleta, tanteo aparte, mucho trapazo, de
uno en uno, sin parar de bailar, sin un asomo de aguante, aperreado con el que
al final pareció más en Cuadri que el resto del encierro. A su segundo ya le
empezó a cortar el viaje de salida, mejor por el pitón izquierdo, pero él solo
daba para un manteo sin sentido. El toro empezaba a hacer cosas feas, que si
escarbando, que si ahora echo la cara arriba en el caballo, que si sigo
escarbando, que si derrotando con desesperación. Y la puya, pues aquí, allí,
ahora más abajo, ahora más trasera. Achuchó a los banderilleros, que aguantaron
y tragaron a base de bien al dejar los palos, primero Fernando Sánchez y
después Miguel Murillo. En el último tercio Ferrera empezó trapaceando sin
torear, para continuar con muletazos de uno en uno. En toda la tarde no fue
capaz de ligar dos. Mucha carrerita, ahora cazo uno aquí, otro allá, otro…
aprovechando el viaje más largo en algunos naturales, siempre citando desde
fuera, pero eso al personal le importaba poquito, había pases, había entusiasmo;
muletazos acompañados de voces que enardecían a los del sol, que era dónde más
público había y quizá dónde se instaló gran parte del paisanaje. Que no se
quejarán los toreros de esa tierra de lo incondicional de su público. La plaza
se dividía en dos, unos jaleando y otros dando palmas de tango. Cómo se
pusieron los primeros porque no gustara lo que a ellos les gustaba. Unos se volvían
estupefactos como la vaca viendo pasar el tren, otros se encaraban mentando a…,
otros simplemente pretendían imponer su supuesta cátedra con eso de “no tienes
ni pu…”, y los de las protestas, pues a lo suyo. Y Ferrera, con banderazos, enganchones,
carreras, muy encima del toro, muy fuera y para rematar, el palo al viento, que
para lo que le sirve, bien tirado está, ¡fuera miserias! ¡Viva la vulgaridad!
¡Pobre Madrid! Culminó con un solemne bajonazo y mientras las mulillas
procesionaban por mitad del ruedo, el espada, creyéndose Aquiles, se abrazaba en
una imagen enternecedora con su subalterno. ¡Chacho, cómo habemos estao! Pues
eso, que lo disfruten.
Octavio Chacón, pues poco que se pueda decir, estuvo por
allí, muy desconfiado, con muchas precauciones y sin eso que algunos le
recuerdan de llevar la lidia. La lidia, que se lleve sola. Incapaz con el
capote, sin poder, dándose la vuelta para ceder todo el terreno. Sin colocar
para el primer puyazo, de lejos en el segundo entre el seis y el siete, para
que el picador ejerciera como un consumado partelomos, sin importarle la
flojera del animal. Tomó el espada la pañosa para mostrar mucha desconfianza,
siempre dando la impresión de estar preparando la escapada, más que intentar
poder a su oponente. Soso, buscando a ver si el toro le iluminaba, pero cuando
las cosas no se ven, no se ven y punto. En su segundo, un cornalón que te juran
que es de Cuadri y no te lo crees, lo recibió de forma algo más aseada. Le
pusieron de lejos al primer encuentro, pero hubo que acercarlo para que se
arrancara. Le cogió bien el montado, pero lo que pudo haber estado bien dejó de
estarlo al taparle la salida. El animal solo peleaba con un pitón, cosa no
buena, dejando más clara su condición al tardear para la segunda vara,
arrancándose finalmente ala media vuelta, sin llegar a emplearse en la pelea. Y
de nuevo Chacón empezó a buscar y no encontrar, dejando que le tocara demasiado
el engaño y siempre rectificando el sitio a cada embestida. El bajonazo final,
muy similar al jaleado un ratito antes, fue la imagen que encerraba toda la
labor de Octavio Chacón en la primera de la temporada.
Gómez del Pilar, torero apreciado en Madrid, torero al que
muchos tildan de saber lidiar, pero que se empeña en dar permanentes muestras
de lo contrario y como muestra, el recibo a su primero, punteándole mucho el capote,
dándose la vuelta para recular hacia los medios y acabar abandonando al animal.
En mitad del desorden, el Cuadri, que ese hierro lucía, no metía la cara en el
peto, aunque si mostraba fijeza. En la segunda vara, desde lejos, le pegaron en
toda la paletilla y en el tercer encuentro otro puyazo trasero, después de
arrancarse las tres veces con alegría. Pero llegaron las banderillas y ahí se
dolió, ahí dijo que eso no, que eso no se le hacía a un amigo. Inició Gómez del
Pilar con cierta vistosidad el trasteo por abajo, pero poco tardó en empezar a
bailar. Enganchones, pico, trapazos quitándole la muleta de repente y sin la
quietud deseable. Fue acortando distancias, ahí se le venía a él, a merced del
toro, lo que el público jaleaba; ya saben aquí la incompetencia provoca
incertidumbre y esa incertidumbre llega y el que lo ve, lo traduce como
emoción. Pues bueno, allá cada cual. Aperreado, optó por acortar demasiado las
distancias, que eso siempre parece que gusta al personal. Y salió el último
Cuadri, al que el señor picador acabó de arreglar con un marronazo y ante las
protestas del personal, aunque se hubiera dañado en el ruedo, el señor del
palco devolvió a los corrales. Salió un sobrero de Saltillo, que seguro que
haría las delicias de Carpanta y el gremio de carniceros. Un zambombo
azambombado, que en el manteo inicial desconfiado parecía que le costaba girar,
aunque esto tampoco importó mucho, la mansedumbre no le iba a hacer esforzarse.
Cara muy alta en el caballo, tirando derrotes y en estas que enganchó al penco
por el pecho, que acabó despanzurrado en la arena. El desconcierto se extendió
por el ruedo, convirtiéndose la lidia en un despropósito. El zambombo
sintiéndose el amo y acabó adueñándose de la situación. Gómez del Pilar salió
en un a ver qué pasa y solo pasó que no paró un momento, intentaba dar muletazos
para acabar en enganchones, citando desde fuera, pegando tirones y al final el
Saltillo ya se acabó revolviendo, sabiendo que la presa la dejaba atrás, para
terminar buscando las tablas tras un bajonazo. Se cerraba la primera de la
temporada, la de los Cuadri, tan esperados ellos, la tarde en la que tantos
aficionados iban con la ilusión por encontrarse con el toro y luego…
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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