lunes, 23 de septiembre de 2024

Los límites de la paciencia del taurino y del aficionado

Lo de Bañuelos, bellas estampas tan vacías que se oía el eco dentro de ellas.


Toros en Madrid, como decían los carteles en otro tiempo, en ese tiempo en que se veían carteles de toros por las esquinas de las ciudades. Y bueno, hay que reconocer que hay anuncios que son ejemplo palpable del optimismo. Toros en Madrid y sale lo de Bañuelos… y lo de Montalvo y lo de Carmen Valiente y lo de … ¿Pero esto qué es? Que si Plaza 1 quiere desinfectar los corrales de Madrid, que aproveche ahora que estarán vacíos, que luego llega la feria de Otoño y con las figuras anunciadas no va a haber quién encuentre un rincón en los corrales de las Ventas, que ya deben tener preparada la línea directa desde las fincas a la plaza y viceversa.  Que todo lo que puede venir puede ser glorioso. Que habrá quién quiera ver la corrida de Bañuelos como un prólogo a la ya inminente feria de Otoño, pero verán como los taurinos lo tienen todo atado y bien atado, aunque los bailes de corrales igual son inevitables. La última previa a esta feria fue un festival de inválidos, pero claro, todo depende del color del cristal con que se mire. Unos echan la culpa al ganadero que mandó una corrida bochornosamente inválida. No entramos en causas, solo nos podemos detener en los resultados, que solo tres permanecieron en el ruedo, aunque también podían haber tomado el camino de los cabestros y uno de estos tres se rompió una mano en el inicio del trasto y hubo que ser estoqueado sin preámbulos.

Pero claro, si seguimos ese patrón que algunos ya han proclamado en público, como don hablo Aguado, de que el toro bueno para el toreo artista es el inválido, pues uno entiende que los vástagos de laureadas dinastías de toreros y periodistas, muy unidas ambas, clamen contra el presidente por darse demasiada prisa en sacar el pañuelo verde ¡Demasiada prisa! Si parecía que lo tenía electrificado y le costaba un disgusto sacarlo. Que hubo casos en los que hasta el mismo toro parecía ponerle ojitos diciéndole: ¿no ves que no puedo con mi alma? Que ni la divisa puedo arrastar. Que igual es por eso por lo que alguno salió sin ella, o igual es que se le agotó a Plaza 1 las telas de colores y a esa hora, un domingo por la tarde, las mercerías de Pontejos, junto a Sol, ya estaban cerradas. Y el presidente, un impaciente, según estos taurinos de pedigree, venga a sacar el verde. Pero lo de la paciencia va según lo vea cada uno. Que el personal que ya de salida ve al toro con unos andares raros, que no se puede apenas girar, que lleva un braceo de caballo cartujano y que a nada que la arena le hace un guiño el animal se tira en plancha sobre ella, pues entonces vienen las protestas. Que unos dicen que si el siete, que no fue solo el siete, que hubo alguno más, alguno que no era ni chino, ni turista, ni partidario de los toreros, ni un despistado que pensaba que todavía se podía cenar las Ventas, o sea, cuatro protestones más mal contados ¡Hay que tener paciencia oiga!

Que el que diga que lo de Bañuelos no estaba presentado para ganar el título de Miss Toro de las Ventas 2024, es que no se fijó bien; vaya láminas; unos auténticos torazos, pero… ¡Ay los malditos peros! Que hasta parecía que iban a dar juego. El primero se medio mantuvo en pie, lo justo para que Juan de Castilla le diera aire con la pañosa, distante, pico, latigazos, sin poder hacerse con él, aparte de que el animal entrara como un burro a la muleta. De lo que vino después, de la invalida corrida, poco o nada hay que destacar, solo un par comprometido de Curro Javier y como el mismo Juan de castilla metió en los capotes al manso quinto que correspondía a Isaac Fonseca. Un Isaac Fonseca que recibió medio aseado a su primero, que, por aquello de ganarse el aplauso fácil, hasta puso al toro de lejos en el penco, pero nada, el Bañuelos no estaba para lejanías, le bastaba aguantarse en pie. Que desde el tendido se oían voces de levanta la vara para citar, de llámalo, pero a poco que uno se fijara en el animal, el olisqueo, el distraerse y las poquitas fuerzas eran síntomas de que no iba a acudir al peto. Y estando cómo estaba, José Fernando Molina se fue a hacer su quite, quite al que tenía derecho, pero… ¿No se enteró de cómo andaba el toro? Pues no y se puso a pegar mantazos hasta que aquella lámina se derrumbó definitivamente. Y a partir de ahí, Florito haciendo horas extras, cabestros para fuera, toro para dentro, cabestros para fuera, toro para dentro. Fonseca se diluyó en la nada, Juan de Castilla recibiendo al de Bañuelos, Carmen Valiente y Las Ramblas, al que no devolvieron quizá porque el presidente estaba viendo La Revuelta y no se enteró de la invalidez de este, lo que aprovechó el espada para intentar aplicarle la modernidad ventajista de siempre, autopremiada con una vuelta al ruedo, quizá para agradecer a los catorce que pidieron la oreja el que tuvieran que pasar la vergüenza de verse señalados por sacar el pañuelo blanco.

La comparecencia de José Fernando Molina, aparte de ese quite tan inoportuno, como poco certero, poco que destacar. Su primero, al que recibió de muleta incluso con cierta suavidad, se partió una mano y solo le quedó tomar el estoque. Con el que cerraba plaza, ya con la paciencia de todo quisque agotada, otro inválido que también pudo ser devuelto, se puso moderno y tremendamente vulgar, quizá queriendo agradar a los pocos paisanos que le acompañaban. Ponía posturas ventajistas y más posturas, pero hasta los partidarios perdían el entusiasmo al ver al animal besar el ruedo más de lo estrictamente recomendable. Para que luego hablen del pobre e ineficaz presidente. Y solo nos quedaría por definir hasta dónde debe llegar el aguante del personal. ¿Tres caídas son admisibles? ¿Los tambaleos cuentan para poder protestar’ ¿Hay que frotarse las manos esperando la culminación del arte cuando un animal apenas aguanta su propio aliento? ¿A quién hay que pedir permiso para protestar un toro, al de la dinastía torera o al de la dinastía periodística? Que o nos dan pautas para convertirnos en dóciles borregos o lo mismo nos brota el carácter levantisco y mire usted, no vayamos a protestar también en los próximos acontecimientos que se nos avecinan. Por favor, señores taurinos, luz, ilumínennos, se lo rogamos. Que lo que parece evidente, más que evidente, es que no coinciden ni de lejos, los límites de la paciencia del taurino y del aficionado.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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