lunes, 30 de septiembre de 2024

Y ahora, disfrutemos del legado de los maestros



El que espere ver primeros tercios espectaculares en los festejos concurso, pues que se compre una máquina del tiempo y viaje hasta el año... hace mucho.



Todavía resacosos de lo del día antes, con ese dolor de cabeza, que parece que te va a estallar cuando te han metido garrafón, alcohol de quemar o ese trapaceo vulgar y tramposo que impera desde hace años en estos tascurrios en que han convertidos las plazas de toros. Y el tascurrio más importante del mundo parece que va a ser Madrid, que de la mano de sus gestores, la empresa y la Comunidad, nos están llevando a las más altas cotas de lo insufrible. Que previo a la novillada concurso, los aficionados desviaban las conversaciones a la buena tarde que se había quedado, a la nostalgia de los Payasos de la Tele o a que ya va apeteciendo un chocolate con churritos bien crujientes. Que hacían como si un poquito después no fueran a salir seis novillos de diferentes ganaderías, que es lo que tienen las concurso. Vamos, que se han montado un Saber y Ganar, concurso longevo de la tele hispana, pero con la salvedad de que aquí es El que sabe, pierde”. Que en las concurso se decía que los actuantes deberían contar con cierta capacidad lidiadora para lucir al ganado, especialmente en el caballo. Pues otro día, si alguien tiene tiempo y ánimo, que se lo explique a los actuantes, Villita, Jesús Moreno y Diego Bastos.

Que lo suyo era eso, buenas lidias, primeros tercios espectaculares, bregas eficaces y justas, para terminar poniendo la guinda en la faena de muleta. Pues nada de eso, como se podía esperar, porque los novilleros, estos y casi la totalidad de los que calzan las rosas, van a lo que van, manteos de compromiso con los capotes, sin saber tan siquiera defenderse, como hacen los maestros que cobran euros por sacos; poner los novillos en el caballo, a contraquerencia, medir los castigos y si la cosa marcha, hacer que vayan tres veces al caballo, aunque con cuidado, porque visto lo visto la vigilia, hay que tomar precaución cuando se estrellen contra los petos, que ya saben, ahí se despitorran los animales ¿Cómo no van a pesar los petos un quintal, si los deben forrar de mármol de Macael, con una fina película de hormigón armado. Los novillos eran, por orden de aparición, de José González, que ya manseó en el caballo y se dolió en banderillas, aunque luego iba y venía al trapo rojo, dónde no le hacían pupa. El segundo de la Condesa de Sobral, que casi llega a medio cumplir en un segundo puyazo, cuando no peleaba con un solo pitón; luego bastante tuvo con aguantarse en pie y avanzar a paso de caracol. Después vino el de Guerrero y Carpintero, al que no se le picó, mientras él respondía con arreones y como es ya norma, apenas se aguantaba por las poquitas fuerzas. Uno de Quintas, aparejado de capa, ya flojeaba en los primeros compases, dos picotazos a los que respondía echando la cara arriba, para derrumbarse en los primero envites de muleta. Un quinto de Baltasar Ibán, que como toda la corrida, ya daba muestras de falta de fuerzas de salida; no humillaba en el peto, con una segunda vara en la que parecía que el picador se creía estar tocando el tambor en el lomo del novillo. Pero aún así, este se acabó subiendo a la coronilla de su espada. El sexto, de Ángel Luis Peña, descabalgó al picador, después de estamparse contra el peto, al echar la cara arriba. Mala lidia, mucho capotazo, para concluir erigiéndose en el amo del ruedo a base de arreones, a pesar de flojear a ojos vista.

Los espadas, pues ya digo, digno representantes de este legado de modernidad que han recibido de los maestros que esta temporada se han ido despidiendo y los que aún esperamos que lo hagan, aunque si no quieren pasar por el trago de Madrid, pues les mandamos unas orejas por mensajero express, contratamos cuatro forzudos y que les saquen a cuestas por la puerta de su casa, mientras unas plañideras les jalean en la calle. Y así, todos contentos. Pero los que aún tienen mucho que pasar, o poco, quién sabe, son los novilleros que se apuntaron a este “El que sabe, pierde”, eran Villita, maestro en no saber manejarse con el capote y que con la pañosa zascaba unos latigazos trallaceros que aplaudiría cualquier comentarista de la tele, sin pensar que les espera el paro para el año próximo. Pico, siempre muy fuera, estirando el brazo y en lugar de rematar los muletazos, pegando unos ventanazos que sus maestros jalearían sin rubor, aunque en la plaza ni el paisanaje se entregó a su insulso quehacer. Jesús Moreno, que se ganó con sangre su presencia en la concurso, dejó claras las fuentes de las que bebe para hacer su toreo, de las de todos. Insulso, aburrido, ventajista, sin un gramo de gracia, pero bailando constantemente. Y Diego Bastos, que cerraba el cartel, fue capaz de superar a sus compañeros en eso de aburrir al personal, con mucha carrera, por supuesto, solo poniéndose pesado y como en el sexto, no pudiendo ni con una miajita de genio, que no casta. Que ya hemos digerido el primer fin de semana ferial en otoño, entre despedidas y concursos, pues relajémonos y ahora, disfrutemos del legado de los maestros.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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