lunes, 28 de abril de 2025

La incapacidad y el descaro no pueden con los toros

Respetar la suerte de varas no es solo el que hay que picar, sobre todo es el no convertirla en una carnicería en el que el de arriba tira puñaladas allá dónde caigan.


Y llegó el último caramelo que la empresa regalaba al aficionado, no creo que gracias a su inexistente generosidad con el que paga, con el que acude fielmente a la plaza de las Ventas una y otra tarde, sino que más bien se puede pensar en que es una forma de callarles la boca y que así dejen de darles la tabarra con eso del toro, el toro y otra vez el toro. Que si alguien les viene con lo de siempre, ellos, como siempre, siguiendo su guión marcado desde hace demasiado tiempo, responderán que a estos festejos no va nadie, que no son rentables, que si son ganaderías que no embisten y toda esa serie de argumentos que más que tales, son un insulto al aficionado y al sentido común; la coartada perfecta para esa fiesta que ellos proclaman y alimentan. Pero coartadas para estos festejos, que no publicitan, sacarlos de la feria de San Isidro, que es dónde deberían estar y con esos figuritas de postín, pero claro, si anunciamos a tres que ni rebuscando y rebuscando justifican su presencia y además los otros, los que le suenan al personal no habitual, al fiel de la tele, al aficionao muy aficionao que va dos veces al año a los toros, esos dicen que estos hierros, que los toree Rita la Cantaora, que ellos ya no están para estos saraos. Y te lo dicen tan ufanos y creídos de pertenecer a una casta superior; pobres ignorantes carentes de verdadero amor propio, que no confundir con la arrogancia que se alimenta del desconocimiento y falta de afición.

Corrida de Saltillo bien presentada y de juego variado. Tenía yo ganas de poder decir esto. Que hay que reconocer que algunos pensábamos que igual alguno se nos quedaba corto, pero, ¡ni mucho menos! Feliz de entonar este mea culpa. Bendito error del que me ha han sacado el ganadero y los seis mozuelos de la rueda de carro en la grupa. Que ya me gustaría que los de luces me sacaran todas las tardes de mis múltiples errores, pero no, esos persisten en su actitud.

El trato dado a la corrida no ha sido el mejor, ni de lejos, ni tan siquiera el conveniente. Decir que se les ha picado mal, muy mal, sería ser generoso con los de aúpa y estúpidamente optimistas. Se les ha dado leña a modo y lo que deberían ser puyazos los han convertido en ofensivas puñaladas traperas, en las que el único fin parecía atinar al animal, aunque fuera en la tripa. Que se habla muchas veces de sanciones, pero pocas veces habrían estado tan justificadas. Al primero, que cabeceaba por el derecho, le picaron trasero, aparte de darle mil y un capotazos de sobra. Cristóbal Reyes, que confirmó muchas cosas aparte de la alternativa, le trapaceó por abajo de forma ratonera, para proseguir con un trapaceo sin aguantar firme en ningún momento, abusando del pico, pegando tirones, todo sin sentido, quizá pensando que el animal era un zampatrapazos al uso, pero no. Daba la sensación, antes de tomar la espada, que caminaba con paso firme hacia los tres avisos, que por fortuna para él y desgracia para los demás, se quedaron en dos.

Javier Castaño, maestro de ceremonias, ya demostró nada más recibir con el capote a su primero que no podía, incapaz, sin poder quitarse del medio a aquel vendaval que le obligó a darse la vuelta y perderle terreno hacia los medios. El Saltillo peleó en el peto bajo el palo que le castigaba en mitad del lomo, le taparon la salida, le sacaron, pero él estaba con el caballo, volviendo una tercera vez contra el peto. Tomaba los engaños con codicia, hasta que con tanto trapazo tramposo, lejano, desconfiado y trallacero, Castaño consiguió que entrara al trapo sin meter la cara, cansado de tanta vulgaridad. Al final tuvo el feo gesto de irse descaradamente a buscar las tablas para morir y allí, al abrigo de estas, se quería agarrar a la vida, pero no había que olvidar esa vergonzante peregrinación para cobijarse bajo el olivo.

El tercero era para Luis Gerpe, al que saludó con un prolongado e ineficaz manteo danzarín. Picó el caballero delantero, lo que no acababa de molestar, pero, y aquí viene el pero, perdió el punto y empezó a ver si atinaba con el palo por todo el morrillo, y lo que no es morrillo, del animal. Puyazos traseros, traicioneros y con una saña inadmisible. Se dolió de los palos el de Saltillo, que al inició de faena, más agachado que por abajo, respondió entrando a arreones, a los que el espada no opuso ni el más mínimo atisbo de mando. Derechazos dando vueltas como un giraldillo en medio de un vendaval. Trapazos dando aire con la zurda, más vueltas con la derecha, para cerrar con un golletazo delantero y... dos avisos después de volver a entrar.

Volvía Castaño a vérselas con otro al que no fue capaz de sujetar en el recibo, dando la sensación de que el animal se le comía. Navajazos traseros y caídos, mientras el Saltillo se negaba a humillar en el peto. Notó bastante los palos y ya en el último tercio, su matador no sabía por dónde meterle mano y sujetarle aunque fuera un tantito así. Muchas precauciones, un desarme y Castaño sin poder hacerse con el mando de la situación y limitándose a seguir allí. No atinaba con la espada, ahora cojo el verduguillo, vuelvo a la espada con el animal aculado en tablas y de nuevo a la de cruceta. Al final la sensación fue que le faltaba mucho para poder enfrentarse a un toro, ya sin aquella cuadrilla que tantos contratos le reportó en su día, solo para verlos llevar la lidia. Pero eso ya es pasado, pasado muy lejano.

El quinto, para Luis Gerpe, salió emplazándose, queriéndose enterar de lo que allí se cocía. Capotazos marcando la salida antes de tiempo por el izquierdo. Cumplió en las tres varas, traseras, por supuesto, que se le dieron, aunque también es verdad que se mostró más codicioso al no sentir el palo; ya saben, esa costumbre tan de ahora, tan jaleada y hasta pedida a gritos de muchos, el levantar el palo con el toro debajo del peto, cosas de nuestro tiempo, que se levante el palo, en lugar de que el señor armado de capote vaya a sacarlo una vez medido el castigo. Mantuvo ese grado de codicia durante el resto de la lidia y en el tercer par, hasta prendió a Joao Pedro, sin que nadie estuviera al tanto a la salida del par, algo que también se viene produciendo con demasiada frecuencia. Y siguió y siguió el Saltillo queriendo ir en busca de los engaños, entrando como un tren a estos, a lo que Gerpe solo respondía con trapazos acelerados y descompuestos, sin parar quieto un instante, largando tela y permitiendo que el toro se hiciera el amo. Y en una de estas, absolutamente embarullado, el diestro fue prendido por el pecho, lo que ya le sirvió a muchos para despertar de la siesta y empezar a jalear esa monumental vulgaridad del trallazo, del enganchón y del soez abuso del pico. Que no atinaba ni para cuadrarlo para el momento final. Eso sí, Luis Gerpe no tuvo reparo en pasear su incapacidad con descaro e insultante arrogancia, mientras la mitad de la plaza le regalaba sus protestas con palmas de tango, pero el chico se debió creer por encima de todos los presentes y allá que se fue. Pues eso, que se vaya allá adónde gusten estas cosas impropias de un matador de toros.

Cerraba Cristóbal Reyes, aquel que abrió plaza dos horas antes y que lucía un vestido de caramelo, que parecía el ideal para bailar con las telas en la mano. Lo quiso poner de lejos al caballo y aparte de picarle en mitad del lomo, a la primera vara apenas señalada le siguió otra de no te menees. Vaya tarde de los de a caballo, para enmarcar... y echarla al fuego para calentarse. Y ya en el último tercio, pues lo de siempre, trapazos y más trapazos, ahora por un pitón, ahora un cambio de mano, ahora al otro, sin criterio alguno, bueno sí, el de darle aire al toro, trapazo ventolero por aquí, por allí, por dónde cayera, desde muy fuera y sin cansarse, el personal ya un poco sí. Para acabar escuchando dos avisos más. Que habrán podido ver que los de Saltillo salieron unos mejores que otros, uno manseaba, otro pegaba arreones, pero que no permitían el sopor de muchas tardes, sobre todo las de postín con hierros de postín. Era una tarde para hacer otras cosas a las que habitualmente los coletudos nos tienen acostumbrados y esperemos que alguno haya aprendido bien la lección, que la incapacidad y el descaro no pueden con los toros.



Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

No hay comentarios: