jueves, 24 de abril de 2025

Repertorios contra improvisación y torería

Parte de los repertorios, sino todo en ellos, es intentar engañar al público como chinos, como dijo...


Me dicen que estamos viviendo tiempos en los que mejor se torea, momentos estelares de la tauromaquia... y yo, sin enterarme. Que me perdonen los dioses de todo esto, si es que aún queda alguno que no haya pedido el traslado de dios de la tauromaquia a dios de las tormentas, de las cosechas o del gremio de curtidores y latoneros. Aunque ya les digo que si alguno pide el puesto de dios de los repertorios, a nada que se ponga acaba como divinidad suprema. Que lo que sí que tengo plena conciencia es de que vivimos tiempos en los que los señores de luces te largan su repertorio a nada que te descuides. Pero, ¡oiga! Que siempre hay quién los espera y los aplaude. Que no estoy hablando del lance, muletazo o forma de hacer de un torero, que eso sí que ha existido siempre y además se llegaba a convertir en un rasgo de personalidad, la izquierda de El Viti, las estocadas de Camino, la media de Antoñete. En el presente parece que los señores que calzan las rosas se preparan un ejercicio gimnástico o una representación y a nada que te descuides, ¡zas! Te lo enjaretan sin preguntar. Que de empezar un trasteo de una forma personal, dependiendo del toro, hemos pasado a que un caballero tiene dos empieces, o se lo saca más allá del tercio entre jaleados trapazos destemplados o se pone en los medios para pasárselo por delante, por detrás, por aquí y por allá, eso sí, entre el delirio del personal, que tiene que hacer verdaderos esfuerzos para aplaudir y sostener el cubata sin derramar una gota, aunque también está la opción del ¡Bieeeejjjnnn! Que eso lo abarca todo.

Que lo mismo hay algún ingenuo que espera repertorios de capote, pero no, olvídense, eso no entra en la categoría de tal, eso queda aparte y si acaso se puede archivar en la serie de excepciones excepcionales... pero que muy excepcionales. El repertorio llega con la muleta y ocasionalmente en banderillas. Con los palos hay poca variedad, empezando con que al maestro hay que colocarle el toro en un punto exacto, ni una uña más allá, ni más acá. Dos pares a la carrera y el tercero o es por dentro o al violín; y de ahí no les saques, siempre o la gran mayoría de las veces a toro pasado. Y llegamos a la cumbre, el último tercio ese en el que se ha hecho norma el tomarla con la derecha y trapacear con desgana por abajo y luego están los ya señalados del pasarlo por todas partes y algunos hasta el inicio de rodillas, pero eso quizá no se pueda considerar repertorio, si acaso, una dádiva, una muestra de generosidad hacia el tendido y, según algunos, un homenaje a los actores del toreo cómico, aunque estos se sientan más toreros que los otros. A continuación viene la fase en la que hay pocas variaciones del repertorio general, del universal trapaceo impuesto y por lo que algunos se atreven a afirmar eso de que ahora... en fin, ya saben. Que cambian de la diestra a la siniestra como el que cambia de carril en una autovía, sin criterio ninguno; o quizá sí, cuando se les cansa el brazo, pero como eso no lo dices. Que lo mismo estaría bien, para que todos nos enteráramos, que sacudiera el brazo cansado unas cuantas veces y a continuación cambiarse el trapo de mano. Que ya que se esfuerzan tanto en mostrar lo mal que lo pasan delante del toro, pues que avisen también de que se les duerme el brazo, ¿no?

Pero el repertorio güeno, güeno de verdad es cuando se dan cuenta de que trapaceando no han enardecido a las masas y hay que tirar de otras... de otras prácticas. Unos van y tiran el palo, eso que tan generosamente llaman ayuda y que no deja de ser un palo, lo otro es la espada, el estoque, pero lo que tiran es el palo, y se ponen a torear con la derecha sin el palo. Pero, no puedes con la muleta montada, vas a poder sin el palo. Otros se meten entre los cuernos, que eso gusta siempre en muchas partes, aunque siempre hay un malage que ni esto le contenta; serán... con lo que gusta en... Y un clásico, un imprescindible del repertorio chabacanístico son las manoletinas o bernadinas, cuanto más enredadas, mejor, que eso es que el de luces está muy entregado. Que antes los aficionados echaban en cara a los toreros que llevaran la faena pensada desde el hotel, pero es que ya las llevan pensadas desde antes de que empiece la temporada, como si fuera un ejercicio gimnástico para acudir a los Juegos Olímpicos. Y que no se me pasen los que su repertorio es el innovar o casi mejor, decir el descabalar, que me empeño en que fulano o mengano salte al ruedo, que si me pongo, pago yo la multa, como si eso fuera su cortijo y la celebración de un cumpleaños o me pongo en Lima para entrar a matar y voy acercándome de puntillas, como si fuera Bugs Bunny, pero con el toro parado. Que lo que son las cosas, un natural se puede dar en una tanda dos, tres, cuatro veces y bien dado, nunca resulta repetitivo, siempre sabe a poco, pero un trapazo, un muletazo de repertorio, un gesto repetido y repetido solo cansa, aburre y hasta pone de los nervios a los aficionados, pero al público le hace perder el sentido. Y como cierre, aunque no sabría si decir si es parte de esos repertorios o simplemente una trampa buscando los despojos, es el sublime y traicionero bajonazo para quitarse del medio al toro. El toro, que esa es otra, que sin este toro del ahora, no serían posibles estos anodinos y vulagarotes repertorios. Si saliera el toro encastado lo mismo los de luces tendrían que improvisar y hacerlo con torería. Y quizá por esto nos encontramos en el dilema de enfrentar repertorios contra improvisación y torería.



Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

No hay comentarios: