¡Qué corrida hemos visto! Hacía mucho tiempo que las llegadas de Cuadri a Madrid se traducían en una bueyada con un toro superior y ya, pero este año el cambio, o el acierto en la elección de la corrida, ha sido sustancial. La presencia ha sido la habitual en esta ganadería, sin tacha, toros grandes, hondos y por delante para asustas al miedo. Incluso hemos podido disfrutar de una de las rarezas de la ganadería, el castaño que salió en quinto lugar.
En líneas generales, la corrida se puede calificar como brava, aunque el toro es cambiante y hemos podido ver como un toro daba evidentes signos de mansedumbre de salida, incluida una galopada escapando del caballo nada más sentir el palo, pero que a partir de ahí se desengañó y empezó a ir en busca de los engaños con auténtica ansiedad, lo que tampoco nos debe confundir, porque por ejemplo en el caballo no disimulaba su condición y se quedaba parado debajo del peto. El caso contrario lo protagonizó el castaño, que en la primera vara se puso por montera a caballo y picador y se los llevó puestos hasta que se toparon con las tablas, pero en la segunda vara ya remitió su arrogancia y en banderillas se dolió de los palitos que le molestaban.
Pero también hay que reconocer que los Cuadri que han salido en Madrid no son toros para los matadores de estos tiempos. Un toro que busca la muleta, que repite, que cada vez se va venciendo más y al que si no se le manda se acaba convirtiendo en un problema, no se ajusta a las condiciones y expectativas del torero actual. Yo les reconozco a los tres matadores el mérito de haberse mantenido en pie delante de estos animales, pero quizás ya hemos bajado definitivamente el listón de exigencias y esto colma todas nuestras expectativas.
Insisto en que reconozco el valor de los matadores, pero los toros que salieron por los toriles eran perfectamente toreables; la diferencia es que no admitían las faenas al uso que nos endilgan tarde tras tarde. Si lo que esperábamos es que el toro fuera al “toque”, que pasara y que hasta el siguiente “toque” dejara colocarse y recolocarse al espada, pues ahí creo que nos estamos equivocando. Para poder con este tipo de toro hay que torearles y no darles pases. El torearles significa que hay que mandar en la embestida, tirar de él y llevarlo al lugar en que mejor convenga para poder ligar el siguiente lance. Y además hay que medir el número de pases, porque a cada uno que se le da, el toro se va venciendo más y más y la única salida posible es el obligado de pecho. ¿A alguien le suena esto? Va a resultar que con el paso de los años vamos a tener que darle la razón a don Juan Belmonte García . Y aquí llego a donde empecé, los toros de Cuadri evidenciaron las carencias no sólo de López Chaves, que se defendió, de Salvador Cortés, que se perdió o de David Mora, que si no es por un infame bajonazo, probablemente habría cortado una oreja, aprovechando que en tardes como esta el público se pone del lado del matador, al que valora su esfuerzo, pero ¿no habría que valorar también la capacidad y el conocimiento de sus dotes lidiadoras?
Pero de la misma forma, estos toros exigen que se les mande desde que salen por la puerta de toriles. Ahí empieza un pulso en el que no se puede ceder ni un milímetro y para ello hay que contar con las cuadrillas; cuadrillas que no desentonaron y que encontraron más dificultades de las previstas en el tercio de banderillas del segundo de la tarde, que se arrancaba con prontitud y que les comía terreno que era un gusto.
Como ya se ha dicho otras veces, el toro es el que manda y el que hace que las cosas sean de una o de otra forma. El tercero hizo emplearse a fondo Raúl Cervantes, que le lidio estupendamente, o que propició el lucimiento de Rafael González al tener que aguantar su embestida y conseguir clavar los palos en la cara exponiendo mucho. O como los picadores, espectadores de lujo la mayoría de las tardes, que desgraciadamente picaron trasero, pero en el caso de Agustín Romero soportó la entrada al caballo del castaño y aguantó la tarascada agarrado al palo, hasta que chocó con la barrera, le descabalgó y tuvo que seguir defendiéndose sentado en la barrera.
Los Cuadri nos han dado una estupenda tarde de toros, han conseguido que todo lo que se les hiciera fuera más meritorio, pero también han evidenciado que en el toreo actual al lidia casi ha desparecido y todo se limita a que el matador se ponga delante a merced del toro, dejando que éste lleve el control de la situación. Como todo, también tiene su mérito, pero también evidencia las carencias de cada uno.
En líneas generales, la corrida se puede calificar como brava, aunque el toro es cambiante y hemos podido ver como un toro daba evidentes signos de mansedumbre de salida, incluida una galopada escapando del caballo nada más sentir el palo, pero que a partir de ahí se desengañó y empezó a ir en busca de los engaños con auténtica ansiedad, lo que tampoco nos debe confundir, porque por ejemplo en el caballo no disimulaba su condición y se quedaba parado debajo del peto. El caso contrario lo protagonizó el castaño, que en la primera vara se puso por montera a caballo y picador y se los llevó puestos hasta que se toparon con las tablas, pero en la segunda vara ya remitió su arrogancia y en banderillas se dolió de los palitos que le molestaban.
Pero también hay que reconocer que los Cuadri que han salido en Madrid no son toros para los matadores de estos tiempos. Un toro que busca la muleta, que repite, que cada vez se va venciendo más y al que si no se le manda se acaba convirtiendo en un problema, no se ajusta a las condiciones y expectativas del torero actual. Yo les reconozco a los tres matadores el mérito de haberse mantenido en pie delante de estos animales, pero quizás ya hemos bajado definitivamente el listón de exigencias y esto colma todas nuestras expectativas.
Insisto en que reconozco el valor de los matadores, pero los toros que salieron por los toriles eran perfectamente toreables; la diferencia es que no admitían las faenas al uso que nos endilgan tarde tras tarde. Si lo que esperábamos es que el toro fuera al “toque”, que pasara y que hasta el siguiente “toque” dejara colocarse y recolocarse al espada, pues ahí creo que nos estamos equivocando. Para poder con este tipo de toro hay que torearles y no darles pases. El torearles significa que hay que mandar en la embestida, tirar de él y llevarlo al lugar en que mejor convenga para poder ligar el siguiente lance. Y además hay que medir el número de pases, porque a cada uno que se le da, el toro se va venciendo más y más y la única salida posible es el obligado de pecho. ¿A alguien le suena esto? Va a resultar que con el paso de los años vamos a tener que darle la razón a don Juan Belmonte García . Y aquí llego a donde empecé, los toros de Cuadri evidenciaron las carencias no sólo de López Chaves, que se defendió, de Salvador Cortés, que se perdió o de David Mora, que si no es por un infame bajonazo, probablemente habría cortado una oreja, aprovechando que en tardes como esta el público se pone del lado del matador, al que valora su esfuerzo, pero ¿no habría que valorar también la capacidad y el conocimiento de sus dotes lidiadoras?
Pero de la misma forma, estos toros exigen que se les mande desde que salen por la puerta de toriles. Ahí empieza un pulso en el que no se puede ceder ni un milímetro y para ello hay que contar con las cuadrillas; cuadrillas que no desentonaron y que encontraron más dificultades de las previstas en el tercio de banderillas del segundo de la tarde, que se arrancaba con prontitud y que les comía terreno que era un gusto.
Como ya se ha dicho otras veces, el toro es el que manda y el que hace que las cosas sean de una o de otra forma. El tercero hizo emplearse a fondo Raúl Cervantes, que le lidio estupendamente, o que propició el lucimiento de Rafael González al tener que aguantar su embestida y conseguir clavar los palos en la cara exponiendo mucho. O como los picadores, espectadores de lujo la mayoría de las tardes, que desgraciadamente picaron trasero, pero en el caso de Agustín Romero soportó la entrada al caballo del castaño y aguantó la tarascada agarrado al palo, hasta que chocó con la barrera, le descabalgó y tuvo que seguir defendiéndose sentado en la barrera.
Los Cuadri nos han dado una estupenda tarde de toros, han conseguido que todo lo que se les hiciera fuera más meritorio, pero también han evidenciado que en el toreo actual al lidia casi ha desparecido y todo se limita a que el matador se ponga delante a merced del toro, dejando que éste lleve el control de la situación. Como todo, también tiene su mérito, pero también evidencia las carencias de cada uno.
6 comentarios:
Enrique, a mí la corrida me ha encantado. De principio a fin. Sin embargo, leyendo por ahí, hay muchos que aún le ponen pegas y la hacen de menos. La corrida ha tenido ese `punto intermedio´ que la hace interesantísima para el aficionado y `toreable´(perdón por el palabro) para el torero. Como bien dices, no se comían a nadie, eran codiciosos pero nobles, ni una sola mala mirada, todo por abajo, sin cabezazos ni cosas raras... Cuasi perfecta para el público y el torero.
Porque no están por la labor, pero Morante, Juli, Talavante y tantos otros han perdido una oportunidad de callar muchas bocas. Entre ellas, la mía. Con estos toros hubieran podido triunfar sin pasar el mal trago que ellos se imaginan... Eran bravos, o mansos, pero nada de alimañas ni tobilleros. En fin, ellos se lo pierden.
Saludos
Antonio: Coincido contigo en que no se comían a nadie, las telas si acaso, lo que ocurre es que ya no se considera bueno a un toro que busca con codicia las telas. Ahora el bueno es el teledirigido, al que dominan con la mirada. Pero es que hay que tragar mucha quina para aguantar una embestida tras otra y además que tengas que mandar. Pero coincidirás conmigo que eso es el toro bravo, el otro es el toro bobo.
Y mira que yo pienso que a lo mejor esos toreros que tú dices, hasta podrían torear estos toros, pero es que se niegan en redondo. En mi opinión eso es lo que nos falta un mandón de verdad que diga: yo, con esos toros y con estos toreros. Pero como todos viven en una comodidad deseperante, pues nada, el año que viene los Cuadri serán para los mismos u otros parecidos, si no es que salen tambaleándose como ya ocurrió hace años de una forma sospechosa. Y si estas figuras se apuntan, igual es para empezar a cargarse esta ganadería. Es que hay cosas que ya hemos visto muchas veces.
Hoy hemos visto la casta en el ruedo “ casi na”.
De entrada mi enhorabuena para este Ganadero por mandar una señora Corrida.
Una corrida seria en presentación, brava en los caballos y algunos con tranmision,
Creo que ese frijonero que hizo 3 es para mi el toro de la feria hasta ahora, destacar también la clase que tuvo el 5.
Y a ver si se van enterando algunos Matadores, que hay que enganchar “alante” y como “ no “ someter, que difícil “ eh “.
Un Saludo Enrique.
Manolo:
Siempre es una alegría que los maestros se paseen por aquí. No dices tú "na" de esos de traerlos de "alante". Si ellos no viven para torear, no tienen afición, que era algo que antes se exigía a todos los toreros y ahora sólo viven para las orejas. Parece que quisieran montar una casquería.
Un abrazo Manolo.
Es curioso como todos (casi todos) disfrutamos de una corrida cuando hay toros, aunque delante tengan a coletudos incapaces. Pasó lo mismo con la novillada de Moreno Silva del otro día. En cambio, cuando en una corrida hay toreros sin toros, no disfruta nadie (casi nadie).
Yo creo que la fórmula es sencilla de entender, verdad?. Pues por lo visto, no lo debe ser tanto.
Saludos Don Enrique.
I.J. del Pino:
Con lo fácil que parece, pero debe ser muy complicado de entender. Y quien no lo entiende son los que viven de esto, los únicos que no se quieren dar cuenta de que todo está en el toro. Igual es cuestión del dinero fácil y rápido que dan las figuras. Un saludo don I.J. del Pino.
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