Los toros no hablan, aunque muchos lo lleguen a pensar, pero seguro que llorarían la marcha del torero. QDEP. |
En silencio, sin ruido, sin excesos, se marchó Dámaso
González, el torero de Albacete que paseó el nombre de su tierra por todo el
mundo taurino. Si quieren que sea sincero, nunca fui un entusiasta de este
torero, ni de sus formas, ni de su concepto torero, no me entusiasma el
encimismo, el pegapasismo, pero ¡ojo! No creo que haya muchos toreros a los que
se les pueda, se les deba mayor respeto que al torero de Albacete. Habrá quién
te mese desesperadamente los cabellos al leer que yo nunca me entusiasmé, pero
siempre le respeté. ¿Y qué hacía que mereciese ese respeto? El toro, siempre el
toro, quién da la medida de todo lo que se hace en un ruedo. Que sin ser
partidario de arrimones, ¿qué quieren que les diga? No es lo mismo hacerle
cucamonas a un borrego, que poder y someter a in Miura, Victorino, Samuel, de
la época, Guardiola, Pablo Romero, Conde de la Corte, Juan Pedro, de los de
aquellos y tantas y tantas ganaderías que otros muchos “maestros” rehuían.
Dámaso González fue ejemplo de humildad, nunca se le vio
plantar cara al aficionado, nunca se le escuchó ni tan siquiera cuestionar a
una plaza como la de Madrid que, acuérdense, le contaba los pases en aquellas
largas faenas. Sus plazas eran la de su tierra, Valencia y muchas otras, no
llegó a encandilar a Madrid, pero, ¿creen que encontrarían a un solo aficionado
madrileño que le negara su mérito y el respeto debido? No, porque una cosa son
los gustos, sobre todo cuándo Madrid gustaba del toreo artista, fino y
elegante, combinado con el mando y el poder, algo casi imposible, pero que de
vez en cuándo se daba, y ante el toro. Dámaso González nunca miraba estupefacto
a los “estúpidos” que no se entregaban a su toreo, nunca le molestaron las
chepas, ni los del 7, la andanada del 8, los severos aficionados de la sombra,
ni le puso pegas a si esta ganadería le cabía en la muleta o no, ni farfulló
eso de que a algunos les gusta la tragedia. Estaría bien que muchos figuras
presentes hubieran seguido su ejemplo, pero no les veo yo a unos con
disposición para ello, ni al torero que ha marchado creyendo que pudiera dar
clases de nada a nadie, no porque pudiera o no pudiera, sino porque quizá su
humildad se lo impidiera, pero ya digo, unas horitas de charla con él, quizá
habría sido una buena medicina para tanta estúpida soberbia.
Quizá Dámaso González no se sintió artista, ni esperaba tan
siquiera alcanzar los excelsos límites del amaneramiento, pero seguro que se
sentía torero, matador de toros, porque de eso no hay ninguna duda. No voy a
dar nombres de toreros de su época, de toreros con los que alternó, que por
sumar grandes números en aquellos años se les calificó de figuras, muchos ya no
están y otros retirados hace lustros, no tienen por qué escuchar impertinencias
fuera de tiempo y lugar, pero no se puede negar que lo tuvieron más fácil que
el torero de Albacete. ¿Y creen que se reveló, que sacó las uñas y que se
revolvió con malos modos ante aquello? Pues no, él simplemente se vestía de
torero y con ese porte desgarbado se iba a matar la de Miura a Madrid, quizá
era su forma de hablar. Luego, ya digo, sus maneras eran las que eran, pero ahí
estaba para tragar tarde tras tarde y temporada tras temporada. Incluso en el
ruedo no empleó triquiñuelas tremendistas, ni gestos exagerados para levantar
los tendidos, no lo vendía, cómo se dice ahora. Se ha marchado un torero tal y
cómo vivió, con discreción, prácticamente desaparecido desde que dejó los
alamares, sin apuntarse a juergas mediáticas, si se le llamaba, estaba y si no,
pues tampoco se metía. Así se ha ido y a pesar de no ser del gusto de Madrid, a
pesar de no encandilar a muchos aficionados con su toreo, quedará en el
recuerdo y todos sabrán que Dámaso González, torero de Albacete, tantas veces
cosido al toro duro, al más complicado, a los hierros que a muchos hacían y
hacen echar a correr a tantos y que a él clavaban los pies al suelo, es, el
torero, se ha ido. Dámaso González, matador de toros, descanse, por siempre, en
paz, mientras quede en la memoria del aficionado.
2 comentarios:
Damaso, no toreaba en cercanias en los principios de faena señor D Enrique,se lo dice uno que lo vio mas de 5o corridas corridas de toros mas tientas etc,empezaba dandole doblaos a los toros, y despues se DISTANCIABA del toro,no lo recuerda?D Enrique?porque alguna vez lo vio torear no?pese a usted no le gustaba como dice en el articulos,y de pegapases nada de nada, los toros salian muy fuertes y apenas los picaba para dejarlos con fuerza, y jamas le ahogo el viaje al toro,pues como le digo los citaba a principio de la faenas de lejos a unos 30 metros de distancia,lo que es bien cierto que vs dice media parte de verdad pero la otra parte la primera la omite o no se recuerda de él toreo de él, que claro cuando al toro lo tenia dominando, hacia encajes de bolillos en la cuna del toro,y no se preocupe que jamas olvidaran muchos toreros y aficionados al querido maestro Dámaso González, fuere del corte que tenga los toreros, artistas, dominadores,lloran por él sabe vs? lloran por él,dificil olvidara un torero que se llora por él,no ¿cree vs D Enrique? porque se lo gano sin ningun esfuerzo porque un ''don'' de él tanto como torero como persona. un saludo.
El fragua:
Pues sí, sí que le vi, muchas tardes, pero muchas y, ¿qué quiere que le diga? Yo lo vi así y me reitero en lo dicho.
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