lunes, 11 de junio de 2018

Uno más de entre tantos, lo que un día fue Victorino


Cuentan que hubo una vez una vacada de origen Saltillo, de Albaserrada, que...

Hace años, era decir Victorino y se hacía presente el toro; se decía Madrid y la imagen era la de la seriedad y el rigor; y nombrar a la afición de Madrid era saber inmediatamente qué respondía a esa idea, gustara esta o no, pero se sabía lo que había. Pero mucho han cambiado las cosas, las sensaciones se asemejan mucho a un régimen dictatorial taurino, en el que el fin último, y el primario, es la felicidad, felicidad indiscutible. El éxito perpetuo y así, igual que otros se ufanaban de los éxitos de los planes quinquenales, de los planes de desarrollo, de la guía firme del líder, del control de natalidad, de… en definitiva, un felicidad ficticia, vacía, que no conduce a ninguna parte. Como ese triunfalismo exacerbado que se quiere imponer, al que nadie se puede oponer, a riesgo de que te llamen antitaurino, no hay lugar a la crítica, ni de obra, ni de pensamiento, porque hasta los pensamientos quieren manejar. Hay que entregarse a Puertas grandes fraudulentas, a trofeos excesivos y antirreglamentarios, que nadie pide dimisiones para los que a base de despojos entregan la plaza de Madrid al abismo, pero que no se le ocurra a nadie negar uno solo que la masa pide por aclamación. El poder se entrega ficticiamente a la mayoría, una mayoría manipulada y adoctrinada hasta la náusea. Y al final no queda más que el vacío, la desnaturalización de todo esto. Se toma como toro al animal bobo y descastado, que al encastado se le viste de alimaña imposible, merecedora del matadero; se admite como toreo la mojiganga vulgar, en la que el toro, o lo que sea, pase o no pase, que lo que impacta son los volatines y el toreo de verdad… ¡Ay el torero de verdad! Que ahora resulta que los que lo vieron, lo idealizan. Que comparando con estos, hay que idealizar muy poquito. Pero los taurinos, los poderosos, los que realmente sacan tajada, se agrupan en asociaciones de nombre altisonante, como ocultando su verdadera actividad. ¿Recuerdan aquella sociedad de Amigos de la Ópera en Con faldas y a lo loco? Pues algo parecido. Y como jefes de lo que bautizaron como Fundación del Toro de Lidia, por un lado Julián López, El Juli, y por otro, que casualidad, don Victorino Martín, justamente el ganadero de la Corrida de la Prensa, la que para unos era el final del ciclo, para otros el día grande, el día al que acuden desde hace años, que las tradiciones no hay que perderlas, y para otros, solo un día más.

Cartel con alicientes variados, Manuel Escribano, al que parece querer investirle como el nuevo victorinólogo. Paco Ureña, que al final volvía a Madrid tras su anterior y forzada ausencia. Y Emilio de Justo, en el que algunos aficionados habían puesto sus ojos, esperando que fuera el que cuentan es en Francia. Se fue Escribano a recibir a su primero a portagayola, pero el de Victorino no estaba para recepciones; si bien es cierto que tampoco es que el sevillano le llamara demasiado la atención, lo que quizá solo hubiera provocado un arreón descompuesto y un riesgo innecesario. Echaba el toro las manos por delante, muy mal picado, sin que el animal quisiera pelea, primero una cuchillada que le abrió un tremendo ojal en el lomo y después un picotazo. Puso banderillas el matador, no con demasiada fortuna. Muletazos trapaceros por abajo, abuso del pico y no parando un momento, teniendo que recuperar el sitio a cada momento. Latigazos, el toro quedándose parado cuándo le quitaba la muleta de repente, para acabar acortando demasiado las distancias y con un bajonazo vergonzoso. De nuevo a portagayola en el cuarto y… digamos que tampoco pudo ser. Mantazos en los terrenos de toriles, para acabar tirándole el capote a la cara y teniendo que echar a correr. El toro muy suelto, se fue al caballo a su aire, desde la otra punta del ruedo, sin que nadie hiciese por remediarlo. En la segunda vara daba claras muestras de no querer nada con el del palo, le ponían y se marchaba en cuanto podía, obviando al jaco, para al final apenas señalársele un picotazo. Más banderillas, que quizá habría sido mejor que las pusieran los banderilleros. Inicio de faena desde los medios con un por detrás y por delante, para proseguir con el pico, con el de Victorino que se le echaba encima, evidenciando la falta de toreo y que el acompañar la embestida no era la mejor solución. Quizá con un poquito más de mando, el resultado habría sido otro, que tampoco es que hiciera falta mucho para mejorar lo realizado.

Se habló mucho de si llegaría Ureña o no a los Victorinos y llegó. Llegó para recibir a su primero con capotazos sin mando, se tuvo que dar la vuelta perdió la tela. Le costó ponerlo en el caballo, donde, cogido en buen sitio, le hicieron la carioca, el toro empujaba, para acabar poniéndose de lado. Se arrancó alegre desde bastante distancia, para recibir un picotazo en mitad del lomo y acabar marchándose. Ya en la muleta, comenzó por abajo, pero sin alargar el viaje, con una primera tanda aseada por el derecho, superando un molesto calamocheo. Toreo sin apreturas, una tanda más que aceptable, concluyendo de forma aturullada a la hora de cerrar con el de pecho, quizá por no mandar lo que exigía el animal. Quizá habría hecho ganar la faena si en algún momento hubiera rematado los muletazos. Acabó demasiado encimista, tirando de pico, fuera de cacho, con un toro que se tragaba todo. Un intento de naturales con la diestra con el estoque en la izquierda, quizá para acabar de encender al personal, paro concluir de bajonazo muy feo, haciendo guardia, que así lo atestiguaba el charco que se formaba en tre las manos del de Victorino. De nuevo apurado en los lances del recibo al quinto, viéndose obligado a soltar el trapo y coger el olivo, evidenciándose que no se hacía con el toro. Mal colocado en el caballo, para que se dejara sin más, mientras le hacían la carioca. Demasiado capotazo para ponerlo en suerte una segunda vez, para al final limitarse a quedarse dormido bajo el peto. Siguió la sinfonía de capotazos innecesarios, no se puede decir que merecieran felicitaciones los de la cuadrilla de Ureña. Comenzó este el trasteo por abajo, sin saber cómo quitárselo de encima, enlazando pase tras pase. Continuó con un toreo demasiado periférico, pasándolo bastante fuera, sin mando, allá dónde iba el toro, se ponía él y le pegaba el pase, sin mando ninguno. Muletazos perfileros por el derecho, con extraño saltito para colocarse a cada muletazo, le desarma y fuerza un desplante sin demasiado sentido. Cambió de mano y ya entró en terrenos de vulgaridad, con trapazos sin sentido, para terminar con otro bajonazo. Quizá se pueda aducir que no estaba completamente recuperado, no lo dudo, pero entonces es casi mejor ceder el sitio a un compañero y volver a Madrid más adelante, que Madrid siempre estará ahí y más para un torero con la honradez de Paco Ureña.

Llegaba Emilio de Justo después de… mucho tiempo. Capotazos por abajo para recoger al de Victorino que embestía hasta con cierta codicia, aunque en algunos lances daba la sensación de dar la salida antes de tiempo. Empezó cabeceando en el peto, para a continuación mostrar fijeza, para en la segunda vara recibir un puyacito trasero, mientras solo peleaba con el pitón izquierdo. Al ir a ponerlo en suerte se le vino de repente al matador, que resolvió con soltura, con airoso remate de capote que le dejó en el sitio. Ya con la muleta, en los muletazos de inicio, por abajo, se la dejaba enganchar, muletazos permitiendo que el toro siguiera atropellando la tela, se le metía para adentro, sin llevarlo toreado, obligado a recolocarse en cada pase, sin pararse, demasiado pico, mientras el toro le iba ganado la partida, muletazo a muletazo. Cada vez más aperreado, muletazos haciendo el arco y el toro resultó bastante menos malo de lo que de Justo parecía querer hacer ver. Al sexto le recogió con verónicas con pasito atrás. En el caballo derrotaba como una devanadera, con un puyazo en la paletilla, para acabar yéndose suelto. Curiosamente, en el segundo encuentro, al que le costó entrar y hubo que meterlo debajo del peto, cabeceó bastante menos, cosas del toro. En banderillas esperaba, para acabar tirando arreones. Muy parado para el último tercio, muletazos por abajo sobre las piernas, aunque sin castigo. Mucho muletazo con el pico, desde muy fuera, sin sosiego, moviéndose mucho, con enganchones, banderazos, todo en las distancias cortas y parecía que el toro le había dicho que quería distancia, al volver de por la espada, pero Emilio de Justo no hizo caso y lo siguió intentando demasiado encima. Una tarde tan sosa, como otras, tan anodina como otras porque a estas alturas, aunque no queramos, se evidencia el ser uno más de entre tantos, lo que un día fue Victorino.

Enlace programa Tendido de Sol del 10 de junio de 2018:L

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enrique, coincido en tu análisis del ganado. Nueva decepción de Victorino. Lo cierto es que, salvo el toro de Adolfo, me he aburrido con los albaserradas de la feria. Sin olvidar que tienen ese fondo de casta, les he visto demasiado colaboracionistas y faltos de movilidad. Una primera parte de la corrida con toros que llevaban orejas para cortar y una segunda parte con toros deslucidos.

Creo que Paco Ureña no estaba para venir, se han visto algunos muletazos de calidad en su primero pero ha estado por debajo del toro. En su segundo ha dado su peor versión. No debió haber venido, la afición siempre le espera.

Escribano en su versión más populista, no me gustó y creo que no debe venir a la feria (como tantos otros). Emilio de Justo me decepcionó, esperaba más de él.

Dicho esto, te agradezco por compartir espacio taurino con tus lectores. Nos vemos el 24 en la plaza, veremos si Chacón refrenda su buena actuación. Ya veremos con qué ganado...

Un abrazo
J.Carlos