Aquí, esperando a los antis, los de dos en dos y los otros, a ver qué se cuentan |
El ver a dos activistas antitaurinos echarse a un ruedo es
algo que molesta sobremanera a los que asisten a una plaza con la idea de ver
un corrida de toros o novillos. Es como si profanaran su espacio sagrado. Una
circunstancia que ocurre más frecuentemente de lo que a la mayoría nos
gustaría. El último caso ha sido en Illescas, antes de la celebración de un
festejo de campanillas; hasta el rey emérito acudió a esa cita que parecía que
ni pintiparada, para la gente guapa. Y un día así no se puede estropear por una
inconveniente de semejante porte, con lo bien que lo tenían todo preparado los
organizadores. Que es salir esta gente a la arena y el personal se desata, unos
se acuerdan de las madres, otros de los padres; división de opiniones, cómo
diría el genial Rafael el Gallo. Que los que van tan a modo esa tarde a los
toros pierden cualquier rasgo de mesura y buenas maneras. Dos fulanos que
saltan allí en medio y provoca que nos volvamos del revés. Que si pudieran,
tomarían el lugar de las fuerzas del orden, y la porra, y despejaban aquello en
un zas, zas, sin mediar palabra. ¡Hay que ver! Con lo civilizados que somos la
gente de los toros y que perdamos la compostura por esto.
Dense cuenta lo civilizados que podemos llegar a ser, que
después de haber pagado una tela fina por una entrada a los toros aguantamos
que en lugar de l toros, tal y cómo estaba anunciado, nos echan novillos y aquí
no pasa nada, que lo primero son las formas. Que en este caso fue lo de José
Vázquez, pero que en la línea de puntos pueden rellenar con cualquier nombre de
cualquier hierro de los habituales. Lógicamente, estos seis animales se
anuncian acompañados de tres señores que visten el traje de luces, con sus
correspondientes cuadrillas. Pues bien, nada importa con que los de a caballo
sean simple testimonio de una parte de la lidia que en su día fue; no importa
que los señores espadas se limiten a dar dos capotazos con porte aflamencado,
ni que el segundo vaya de casi de incógnito y que un tercero se limite a jugar
en el ruedo sin respetar a sus compañeros, que se dedique a trapacear y que
cuando no le cuadran las cosas solo intenta escurrir el bulto. Y a todo esto,
la autoridad que no sabe ejercer precisamente su autoridad. Y aquí paz y
después gloria, nadie se inmuta, nadie se ofende, nadie se ofusca, ni pierde
las formas una vez comprobado y cometido el fraude a quien ha pagado una pasta
por ir a los toros.
Que esto fue en Illescas, pero, ¿cuántas veces ocurre a lo
largo de una temporada? ¿Cuántas veces va a ocurrir? Que más bien parece que
lo que molesta es que molesten los ajenos a la fiesta, que para eso están los
propios. Lo que no se puede consentir es que sean los antitaurinos los que
quieran perjudicar y acabar con la fiesta de los toros, que para eso ya tenemos
los nuestros, que con todo el derecho del mundo son los que pueden demoler este
espectáculo. A ver si ahora van a venir de fuera a decirnos cómo apuntillar
todo esto. Que habrá quién vea en esto una tremenda incoherencia, que no les
digo que no, pero así somos. Y que no se les ocurra llamar antitaurinos a estos
taurinos, lo mismo al que cría esos animalejos que quieren hacer pasar por toros, a los toreros, que ya
sabemos que no tienen límites en lo de buscar y encontrar la máxima comodidad,
a quién organiza este circo, a quién debería regularlo con el reglamento en la
mano y hasta a los que pagan su entrada y solo quieren felicidad, ficticia,
pero felicidad al fin y al cabo, que como si fueran al barrio rojo de
Ámsterdam, quieren confundir con amor lo que allí reciben, pero al final, ni
eso es amor, ni esto es la fiesta de los toros. Eso sí, todos saben muy bien y
no vaya usted a discutírselo, que los antis van de dos en dos.
Enlace programa Tendido de Sol del 10 de marzo de 2019:
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